No podría haber sido más accidentado el proceso para consumar el apagón analógico en la frontera.
Lo que debió haberse realizado el 26 de noviembre de 2013, se pospuso por evidentes retrasos en la entrega de televisores y muchos otros detalles operativos para el 29 de mayo de este año.
Cuando se acercó la fecha, el Instituto Federal de Telecomunicaciones decidió posponerlo una vez más, ahora para el 26 de noviembre de 2014. Las causas fueron las mismas: no estaban preparados.
A 27 días de que termine el año, sin que haya habido de por medio algún aviso oficial, la fecha se volvió a posponer. Ahora, para no equivocarse, decidieron ya no poner un nuevo plazo.
Así, lo único que sabemos es que el dichoso apagón en la frontera —el programa piloto para después replicarlo en todo el país— se desarrollará en el 2015. (Menos mal que será dentro de los próximos 12 meses, a este paso, el riesgo mayor es que para cuando se “apaguen” las señales analógicas, ya no funcionen las 107 mil televisiones digitales que se entregaron en Tamaulipas).
Ya en serio, el verdadero riesgo es que tampoco pueda cumplirse la fecha estipulada en la ley para que a más tardar el 31 de diciembre de 2015 se concrete la transición a la televisión digital en todo el territorio nacional. Vistos los constantes tropezones del programa, especialistas coinciden en que existe una posibilidad de que el 1 de enero de 2016, millones de mexicanos se queden sin posibilidad de ver la televisión.
Por lo pronto, los concesionarios ya se preparan para iniciar sus transmisiones en señal digital a partir del 15 de agosto. Ese período de cinco meses hasta fin de año, servirá para que se realicen los ajustes que sean necesarios.
La dichosa transición evidentemente está resultando más compleja de lo que imaginaban las autoridades y los especialistas del área que se han cansado de presumir las ventajas que traerá la televisión digital a México. El problema es que de tanto presumirlas, cada vez lucen más lejanas.
Lo que podría pasar por el problema específico de un proyecto, en realidad forma parte de una muy triste tradición de las políticas públicas mexicanas: las cosas nunca salen como se planean.
Ya es normal por ejemplo que las obras cuesten mucho más de lo que se planteó originalmente y se entreguen mucho tiempo después. Que las reformas se parchen a los pocos meses de aprobadas. O que los programas se realicen a medias, o que de plano no se realicen.
Para no ir tan lejos, ahora mismo se discute cómo se regulará que las telefónicas dejen de cobrar la larga distancia en las llamadas. Valga recordar que esa era una de las ventajas para la ciudadanía que tanto se difundieron de la polémica ley de telecomunicaciones.
Es esa eterna sensación de que todo en este país está inacabado, de que siempre hay una vuelta de tuerca que nos sorprenderá.
Es, a final de cuentas, otra de las razones por las que ha cobrado tanta fuerza el emblemático y multifuncional: Ya me cansé.