Un viento negro recorre el país. Y Tamaulipas no escapa su influjo y por lo tanto a sus posibles consecuencias.
Ayer, un botón de muestra que ofreció el ayuntamiento de Victoria basta, en la opinión de su servidor, para dimensionar un problema que si se le permite crecer, podría complicar aún más el clima social, político y económico de toda nuestra patria chica.
La palabra clave es, vandalismo.
De acuerdo a lo manifestado por el alcalde, Alejandro Etienne Llano, este fenómeno ha ido a la alza en el “ranking” de las infracciones locales a la ley consideradas como delitos menores. Poco a poco, han ido ganando terreno en una evolución negativa a la cual pocos han prestado atención. Por lo menos hasta ahora, que el Presidente Municipal capitalino abordó el problema.
¿Merece mayor atención este aviso del edil victorense?
Tengo la certeza de que así debe ser. Los que antes se consideraban excesos triviales de adolescentes y jóvenes, materializados en pintas de bardas o domicilios, algún monumento dañado o auriculares arrancados de alguna caseta telefónica, no pueden ser hoy medidos con la misma vara, si se toma en cuenta la incontenible ola de abusos y atropellos que disfrazados de protestas y actos de desagravio social, dejan ya una estela de destrucción, violencia y hasta de sangre, en varias partes del país, incluída la propia Ciudad de México.
Está a tiempo no sólo esta autoridad municipal, sino todos los ayuntamientos de esta geografía y el propio Gobierno del Estado, de detener lo que puede convertirse en un alud incontenible de desmanes, cobijados por fuerzas oscuras que no tienen otro objetivo que crear anarquía, como muchos de ellos se autodefinen.
Cuidado.
Desde esta modesta trinchera, invito al resto de los ayuntamientos tamaulipecos a reflexionar sobre la voz de alerta lanzada por el cabildo victorense y a no menospreciar ese cada vez más creciente vandalismo, que ya empieza a cosechar saldos más graves, como los robos de propiedad pública, la destrucción de alumbrado urbano y ataques a instalaciones de vigilancia, por citar algunos casos. Es un problema que evidentemente navega por separado de la delincuencia común y en realidad es utilizado por quienes tratan de desestabilizar a un orden de gobierno, seal cual sea, para llevar agua a su molino político.
Cierto, no es en estos momentos una situación de riesgo para Tamaulipas, pero habría que agregarle dos palabras a lo anterior: Todavía no.
Ojalá no menosprecien a ese fantasma que ya cobró lamentables forma y cuerpo en varias entidades.
Ojalá que lo tomen con la seriedad que posee, porque después, con los hechos consumados no habrá, como asienta la voz popular, excusa que valga…
UN PEQUEÑO GRAN EJÉRCITO
Los abuelos solían soltar una frase que nunca perderá vigencia: La salud es primero.
Por la verdad que encierran esas palabras, me congratulo como ciudadano de lo que nuestro Estado ha logrado en ese terreno en los últimos años, especialmente en el que está por terminar. Y le daré sólo una razón, de las muchas que existen, para sostener esa convicción.
En el 2010, estaban cerrados por diversas causas 42 centros de salud asentados en diversas comunidades. Hoy todos, sin excepción y merced a un gran esfuerzo, no sólo están ayudando a preservar la salud, sino también están permitiendo sobrevivir a familias enteras.
No puedo menos que decirles gracias —por desgracia no puedo hacer más— a ese pequeño y a la vez gran ejército de médicos, enfermeras y colaboradores de esas clínicas, que anteponen la ayuda a sus semejantes sobre los riesgos personales y profesionales que les rodean. Gracias a ellos y gracias a la Secretaría de Salud de Tamaulipas, que los apoya. Gracias al Gobierno del Estado por no dejarlos solos. No sólo respaldan a esos héroes urbanos, sino a quienes ven en ellos la esperanza de salud y vida que merecen…
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