La manera como el papa Francisco enfrenta el problema de la pederastia marca una radical diferencia a cómo lo hicieron sus antecesores. Ha lanzado una política de tolerancia cero no sólo contra los sacerdotes pederastas, sino también frente a los obispos que los encubren. Ésa es la posición que la Iglesia debió haber tenido siempre.
Las acciones del papa son contundentes y no dejan lugar a duda sobre cuál es ahora la posición del Vaticano con relación al tema. El papa en septiembre pasado ordenó la destitución del obispo de la diócesis de Ciudad del Este, Paraguay, Rogelio Ricardo Livieres, por haber encubierto abusos sexuales de un sacerdote bajo su jurisdicción.
Y en un acto de fuerza, frente al anquilosado aparato de la curia romana, que todavía no termina de cambiar, dispuso el arresto y el proceso contra el obispo polaco Josef Wesolowsky, que fuera nuncio en la República Dominicana, acusado de pederastia. Es el primer prelado de alto rango que es procesado por un tribunal eclesiástico de la Santa Sede.
En mayo pasado, el papa, durante el viaje de regreso de Tierra Santa, comentó a los periodistas que en Argentina a los privilegiados se les llamaba “hijos de papá” y añadió les puedo asegurar que, sobre este asunto tan grave (pedofilia), no habrá hijos de papá”. Lo dicho lo está cumpliendo.
El caso del arzobispo Wesolowsky no tiene antecedente y pone en claro, se convierte en símbolo, que en la Iglesia nadie, tampoco la alta jerarquía, puede salir impune en los casos de pedofilia. La actitud del papa Francisco deja atrás la política de encubrimiento y complicidad del papa Juan Pablo II y la de tibieza de Benedicto XVI.
El arzobispo Wesolowsky, que fue también nuncio en Bolivia y Asia Central, detenido en septiembre, también es investigado por la Interpol tanto en Polonia como en la República Dominicana. El criminal, el pervertido arzobispo, poseía más de 100,000 fotografías y vídeos de pornografía infantil. Las pruebas son contundentes. Ya no podrá evadir la justicia.
En noviembre el Vaticano actuó de manera decidida contra un grupo de sacerdotes y laicos de una parroquia de Granada, acusados de haber abusado sexualmente de un adolescente, ahora un joven, con quien el papa Francisco habló personalmente por teléfono, para pedirle disculpas en nombre de la Iglesia e informarle que ya había personas investigando el caso. Por lo pronto esos sacerdotes están suspendidos.
La importancia de lo hecho por el papa lo indica bien el cardenal Velasio de Paolis, responsable de la intervención de los Legionarios de Cristo, ahora venidos a menos, quien sostiene que “hasta ahora la Iglesia no juzgaba el delito de pederastia desde el punto de vista criminal, sino disciplinario. Los abusos sexuales contra menores eran una violación de la disciplina eclesiástica”.
Y añade que “por eso, el arresto del arzobispo Wesolowsky es una fuerte e inequívoca decisión política de Francisco. Hay que juzgarle como cualquier otro criminal. Y la pena tendrá un doble efecto: punitivo y ejemplar para el bien común”. El papa en el combate contra la pedofilia va a fondo. Se trata de un acto criminal y no sólo una falta disciplinar. Así siempre debió haber sido.