Escribo estas líneas, queridos lectores, en el que conocemos en México como el Día de los Inocentes. Más allá del significado religioso del 28 de diciembre, en que los cristianos conmemoran a los niños pequeños que Herodes mandó matar en sus intentos por impedir la llegada del nuevo rey de los judíos, la fecha se ha convertido en algunos países más en motivo de bromas o juguetones embustes que en una recordación solemne de la masacre infantil.
Esta paradoja se ha asentado, reforzado y compite con el concepto anglosajón del «Día de los Tontos», el 1 de abril, en que similarmente se dan noticias falsas, se juegan bromas o engaños casi siempre benévolos, aunque nunca falta el abusivo al que se le pasa un poco o un mucho la mano.
En México, y en general en Iberoamérica, es un día propicio para que los medios, y ahora cada vez más también los usuarios de redes sociales, den rienda suelta a su imaginación. A veces nos hacen reír, a veces sorprendernos, ocasionalmente creerles, y otras provocan bostezos, pero son pocos los que no juegan (o son jugados) un poco en esta fecha.
Ya se habrán entretenido o aburrido con las chanzas del día y no faltará quien haya deseado que tal o cual noticia ficticia se hiciera realidad. Generalmente las que mayor éxito tienen son las relacionadas con los políticos o el gobierno, con grandes empresarios o con figuras deportivas emblemáticas: que si fulano renunció, que si mengano hizo un generoso donativo, que si a zutano lo pescó la justicia, o a perengano lo transfirieron de un equipo a otro, así se la pasan muchos.
Un poco aburrido de la dinámica, yo quise hoy imaginarme otras cosas, igual de inverosímiles pero también igual de deseables. Y hubiese hecho las bromas, pero me di cuenta de que tal vez alguno por ahí se sentiría aludido, y ya ven ustedes como es de susceptible la gente. Así que, con 24 horas de retraso para ustedes, aquí mis inocentadas:
Comienzo con la del señor que, después de lavar su automóvil con cubeta y no con manguera, ofreció un aventón al vecino. Sigo con la señora que no se estacionó en doble o triple fila para dejar a los hijos en la escuela, y de paso guardó todas sus basuritas en una bolsa para tirar en su casa.
Me cuentan de unos adolescentes que después de la fiesta, pidieron un taxi para no manejar borrachos, y dejaron una propina decente a los meseros del antro. Meseros que, por supuesto, reciben un sueldo digno de parte del dueño del establecimiento y no necesitan traficar con botellas de alcohol adulterado.
Hubo también quien lo pensó dos veces antes de regalarle juguetes violentos a sus hijos, y quien se dio cuenta de que no es buena idea regalar un perrito sin antes preguntarle a quien se va a hacer cargo de él. Y que de paso recogió sus cositas en el parque cuando lo llevó a pasear.
Otro conductor hizo caso a las indicaciones del policía de tránsito sin tratar de corromperlo ni de amedrentarlo con sus «influencias». Alguien más cedió el paso a un peatón. O no se adelantó en la fila. Apagó el celular en el cine. No tiró basura en la calle. Cuidó el agua. Bajó el volumen de la música pasada cierta hora. No prendió un cigarro en la zona de no fumar. Dejó el paso libre a la ambulancia. Respetó el lugar de los minusválidos en el estacionamiento.
En una fiesta, un grupo charlaba acerca de que la violencia hacia la mujer toma muchas formas, todas inaceptables. Que la crueldad con los indefensos nos hace peores que animales carroñeros. Que el que enseña a sus hijos a hacer trampa está construyendo el México corrupto del mañana. Que el que solo se queja de los demás y no corrige sus propias conductas no tiene autoridad moral para quejarse. Y al llegar a sus casas todos actuaron en consecuencia.
Feliz día de los Inocentes.
@gabrielguerrac