TAMPICO, Tamaulipas.- Roberto Wong está a la mitad de una conferencia telefónica de trabajo. De repente su celular suena. Del otro lado de la línea una voz femenina se presenta. -Soy Palmira- dice. El joven intenta silenciar el micrófono de la computadora. No puede. Se mete al baño para ocultar la desatención laboral. Ella sigue hablando.
-Cuando colgué sentí que la sangre me regresó al cuerpo, un choque de adrenalina que todavía, al día de hoy, no termino de digerirdescribe el escritor tampiqueño sobre ese momento, ese instante en que le informaron que era el ganador de la primera edición del premio Dos Passos.
Con la novela “Paris D.F.”, editada por Galaxia Gutenberg, Wong se estrena en el mundo de los galardones y el editorial. El residente de San Francisco cuenta a LA RAZÓN sobre la hechura de la historia y sus recuerdos de Tampico. En medio de una avalancha de halagos, el narrador ataja la vanidad y afirma que no tiene grandes pretensiones literarias. Sin embargo, sólo el tiempo nos dirá cómo se sacude opiniones como la del crítico Sergio González Rodríguez, que lo considera “un escritor comprometido con la escritura al margen de falsos prestigios” y al libro “una estupenda obra”.
¿cuál es tu primer vínculo con la escritura?
En mi casa había pocos libros, y los primeros que hojeé fueron enciclopedias que no me llamaron la atención. Mi hermano, por el contrario, fue un devorador de esos volúmenes, pero a mí no me dijeron nada salvo un par de respuestas para tareas de la escuela. Comencé, entonces, a leer comics que compraba en el estanquillo de la esquina, títulos de la extinta Editorial Novaro que después se transformó en Vid. Mi infancia tardía y mi primera adolescencia la viví leyendo a Batman, Spiderman, los Hombres X. Empecé dibujando escenas de esos comics y proseguí tratando de escribir mis propias historias, todas, por supuesto, malísimas. Cuando llegué a la universidad, ya fuera de Tampico –estudé la carrera en el D.F.– llegué a la literatura a partir de las materias de la carrera. El encuentro con esas primeras historias fue desgarrador: estamos hablando de Cortázar, Kundera, Borges, Rulfo.
¿En qué contexto se dio el comenzar a escribir la novela?
La comencé a escribir en México en 2012 y la terminé de corregir en Estados Unidos en 2014. La imagen inicial fue la de dos mapas encontrándose, uno encima del otro, como animales en la cópula. Luego vino el protagonista, Arturo, y la Farmacia París como consecuencia del cruce entre una ciudad y otra. A nivel anécdota, la novela llegó después de un viaje a París en 2011 en el que perseguí al fantasma de Hemingway al lado de una mujer a la que quise mucho. He dicho en otras entrevistas que la novela es el resultado de dos cosas: obsesiones y afectos. Creo que eso resume ese comienzo.
¿Desde un inicio se llamó “París D.F.”?
No, la mandé al premio “Dos Passos” bajo el título “Farmacia París”. Después, bajo la sugerencia de Antonio Orejudo, escritor y miembro del jurado, la rebautizamos con el título de “París D.F.”, que me parece resume mejor la idea que explora la novela.
En algunas notas se habla de que tuviste un encuentro con la muerte, que eso motivó parte del argumento de la historia. ¿es cierto? ¿Puedes contar detalles sobre tu experiencia?
Ese encuentro con la muerte detonó la preocupación que comparto con el personaje principal, misma que podría resumirse en dos preguntas: ¿para qué vivir? ¿Cómo vivir? A diferencia de la anécdota de la novela, donde el encuentro con la muerte es a partir de un asalto. En mi caso este hecho tuvo que ver con un asunto de salud del que no vale la pena comentar más. Lo que es importante en ambos casos es darse cuenta de lo frágil que resulta la existencia.
También contaste a el País que tuviste guardado en el disco duro el escrito y, después del encuentro de unos papeles en París, decidiste retomarlo. ¿es cierto? ¿Por qué lo hiciste?
En realidad la historia es la siguiente: diez años después de mi primer viaje a Europa regresé a París, en una suerte de viaje de despedida. Me encuentro caminando por esos 105 kilómetros cuadrados parisinos, recordando fragmentos de la novela que escribí, pedazos de vida, de amores pasados, cuando me encuentro con unas hojas en el suelo. Son tan solo un par de páginas de una novela en español que sucede en París durante el periodo de la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. La novela narra un momento particularmente dramático de la resistencia francesa. Entendí, o creí entender, que mi novela sobre París tendría una suerte similar y me dije que era mejor así, que lo que había escrito finalmente llegaba a su final y ahora me era necesario olvidarme de ella. Unos meses después la vida se encargó de mostrarme que me había equivocado.
Me imagino que te lo han preguntado mucho o no, pero ¿qué nos cuenta “Paris D.F.”?
Creo que París D.F. tiene distintos niveles de lectura. Uno de ellos habla sobre mi intención de convertirme en escritor: la literatura es París y se muestra, entonces, inalcanzable. En otro nivel, la novela habla sobre los mecanismos de resistencia que tenemos para sobrevivir al sinsentido de la vida. La novela no es sino un modesto esfuerzo por proponer una sensibilidad distinta a la realidad que nos rodea, a lo ennegrecido cotidiano. Una ciudad sobre otra, una vida sobre otra, un mundo distinto sobre otro.
¿Cuándo fue la última ocasión que viniste a tampico?
Si bien recuerdo, fue en la navidad de 2011. Desde entonces no he regresado.
¿Crees que algo tuvo que ver la ciudad en las ganas de escribir?
No creo que Tampico haya asistido, como ciudad, a mi proceso de escritor. Sí lo hicieron otras cosas: mi primer amor, mis primeros amigos, mis afectos y mis muertos. Dicen que la infancia es la patria del artista y, si esto es cierto, mi formación regresa a Tampico por el periodo que viví ahí. Dice José Emilio Pacheco en un poema amplio citado: “No amo mi patria / su fulgor abstracto / es inasible. Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, / fortalezas”. A esa lista corta yo podría añadir la playa de Madero, el centro de Tampico, una cancha de futbol en la Revolución Verde, mi primer amor en una calle que se llama Esmeralda. Tal vez algún día pueda escribir de eso, hacerles justicia a todos esos recuerdos.
¿Qué opinas del presente de México, de tamaulipas, de tampico?
Es desgarrador. Las historias que me llegan de Tamaulipas y de Tampico me parecen salidas de lo más oscuro de nuestros corazones. ¿Y cuál es el origen y fin de todo eso? El dinero y lo que el dinero puede comprar. Tal pretexto para tanta atrocidad me parece obsceno. Ojalá que un día podamos salir de todo esto.
Ya dijiste que no quieres ser el próximo gran escritor. ¿Por qué? ¿Va mejor en la mercadotecnia?
Quiero seguir escribiendo, pero no tengo grandes pretensiones literarias. Vanidad de vanidades, todo es vanidad. Tampoco quiero ser el director general de una empresa, para responder a tu pregunta sobre la mercadotecnia. Quiero hacer lo que amo lo mejor que pueda.
Has dicho que “La literatura es un ejercicio de nostalgia”. ¿sientes nostalgia por tampico? si sí, por qué sientes nostalgia.
Siento nostalgia de ese Tampico perdido y que nunca más recuperaremos. Siento nostalgia de sentirme seguro en sus calles, de ir a tomarme una cerveza en la playa o al rodeo sin temor de cruzarme con algún mafioso. Lo terrible es saber que no solo lo he perdido yo, sino las generaciones que hoy son jóvenes en el puerto y que nunca vivirán eso, o si lo hacen, lo harán con temor. La violencia y la corrupción de nuestros gobiernos nos han quitado nuestro derecho principal: sentirnos seguros en nuestras ciudades. En ese sentido, una de las posibilidades de la literatura reside en acercarnos a todas esas cosas, soñarlas para que otros las vivan y, si es posible, las recuperen.
Los músicos Rockdrigo González, Juan García Esquivel, Roberto Cantoral. el actor Mauricio Garcés. Los escritores Carmen Alardín, Rafael Ramírez Heredia, Orlando Ortiz, Martin Solares. todos tampiqueños destacados que tuvieron que marcharse del puerto. ¿crees eso de que “nadie es profeta en su tierra”?
No lo sé, es probable, aunque debo decir que tengo mucho que agradecerle a Tampico como también a otros lugares en los que he vivido. La literatura va a la vida y la vida va a la literatura, lo que significa que el escritor se nutre de sus lecturas y vivencias; así, salir de Tampico fue una de las mejores cosas que me pudo haber pasado: amplió mi visión del mundo y me permitió conocer otras cosas.