CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- A 60 años de distancia, las imágenes de la gran tragedia que azotó al sur de Tamaulipas reviven.
Todavía hay quienes recuerdan el sonido de su techo desprendiendose, el crujir de la madera y las almas pérdidas…
Tampico casi desaparecía en la madrugada del 19 de Septiembre de 1955, acostumbrados a la lluvia y el constante latigazo de los vientos, un boletín más de alerta era otro pronóstico que podría perderse en unas cuantas horas.
Nadie estaba preparado para una tremenda catástrofe, pero el temor estaba en todos los que habían escuchado del huracán de 1933; sabían lo que podía ocurrir, pero la realidad superaría a la imaginación.
La mañana del 18 de Septiembre circuló en los periódicos de la época, un boletín de última hora: “El ciclón ‘Hilda’, según los informes proporcionados hoy, en la madrugada entrará a Tampico en las primeras horas de hoy o a más tardar para el mediodía. El ciclón afectará la zona comprendida desde Soto La Marina Tamaulipas, hasta Coatzacoalcos, Veracruz”.
Para el 8 de Septiembre en Tampico ya se sentían los vientos huracanados y la lluvia…
Marco Flores, cronista de Tampico recuerda:
“Tampico es un lugar donde los ciclones han ocurrido desde la llegada de los españoles, hay registros de este fenómeno y han llegado a convertirse en algo difícil, pero lo más complicado son las inundaciones que esto lleva, realmente la ciudad hasta el mes de Octubre es cuando se impacta de una manera muy amplia de estos fenómenos.
Pero en aquel año en realidad no fue un ciclón sino tres, nos pegó el Hilda el día 19 de Septiembre, nos había pegado el Janett y el Gladys… todos ocurrieron con una diferencia de escasos diez días; uno impactó por la zona de Tamaulipas, otro por Tuxpan y además debemos agregar que noventa días antes estuvo lloviendo en la cuenca alta de los ríos Pánuco y Tamesí.
Esto provocó que más de 6 mil 400 kilómetros cuadrados se inundaran, la barra estaba atorada con una serie de embarcaciones que ahí se habían hundido y esto provocó que las dos cuencas se convirtieran en un gran mar interior que hizo que desaparecieran muchas de las poblaciones que ahí estaban, lo que es Pánuco, El Higo y todas esas secciones quedaron como pequeñas islas.
La recuperación fue gracias a los norteamericanos”, comenta en entrevista seis décadas más tarde, cuando renace el trauma que generó la violencia de la naturaleza.
Todo había comenzado un domingo 18 de Septiembre, el entonces gobernador Horacio Terán Zozaya visitaba otras sitios afectados y días antes la prensa anunciaba que no estaba confirmada la presencia del gobernador en la ceremonia de independencia.
Todo dependía de su trabajo en las zonas que ya comenzaban a sentir los estragos de las intensas lluvias.
Nadie imaginaba que lo peor estaba por venir, pues las ráfagas de viento de 180 kilómetros por hora le pintaban como un peligroso meteoro con un diámetro de 22 millas.
La zona industrial estaba ya paralizada; ciudad Mante y Xicotencatl estaban prevenidos para resguardar la maquinaria en los ingenios.
Manuel Ravizé, era el alcalde en el puerto y no dejaba de apoyar a los necesitados…
El conflicto era internacional al día siguiente.
“Se calcula más de 12 mil personas que hubieran muerto en aquella época, más de 45 mil damnificados. Fue un fenómeno de mucha trascendencia en cuanto a la consecuencia de todos los fenómenos que ocurrieron, fue como la tormenta perfecta.
Si tuviéramos algo actualmente tendríamos un impacto mucho mayor por la población, espacios habitados”, dice el cronista de Tampico, Marco Flores.
En medio de aquella inundación hubo un ojo periodístico que captó la histórica imagen bautizada como “La Ola”: se trata del fotógrafo Juan Nava Baltierrez, quien vivía en aquel 1955 a 80 metros de la laguna “El Carpintero” en la colonia Mainero.
“Tenía como dos meses lloviendo continuamente al grado que mi familia como todas las familias en la colonia Mainero vivíamos en casas de madera. La nuestra estaba a 80 metros de la laguna y tenía una altura de un metro.
Las casas más cercanas a la laguna tenían hasta 1.20 o 1.50 de altura, entonces el ciclón “Hilda”, fue tan fuerte que destruyó todas las casas que había en esa colonia y por estar cerca de la laguna “El Carpintero”.
Todas se fueron en el agua y todo se perdió. No se pudo recuperar nada. Yo tenía 20 años, éramos ocho hermanos y mi madre. Esa vez nos habíamos quedado en casa tres hermanos y yo.
Mi madre se había salido horas antes durante el día a la parada Laguna donde se paraban los tranvías.
Ella llegó ahí con una comadre y se protegió con mis hermanos menores. Mis hermanos y yo que nos quedamos en casa procuramos dormir un rato, pero a la 1:30 o dos de la madrugada, entró el ciclón y pensé inmediatamente como nos saldríamos de la casa, porque además enfrente y a los lados de la casa ya no existía nada.
Yo no le pensé dos veces abrí la puerta y entró bastante agua. hubo muchos problemas para salir por la gran cantidad de láminas y palos que pasaban de las casas destrozadas. La casa se iba inclinando hacia mi lado derecho.
Ya sentía en los pies y me sujeté de un barrote en el techo, pero gracias a Dios en la puerta se atravesó un tablón de unos seis metros de largo, por 15 centímetros de grueso.
Eso fue como una lancha que se acercó y así logré sacar a tres de mis hermanos”, narra don Juan Nava Báltierrez, el hombre que más tarde llegaría por su oficio y por la imagen de la tragedia a ser el fotógrafo de nueve gobernadores en Tamaulipas.
Esa noche don Juan actuaban como el mayor de la familia y diez días más tarde ocupó ese lugar para siempre, pues su hermano mayor falleció tras las heridas que causaron las laminas y los clavos en sus pies.
Rafael Céspedes, maestro fundador de la Facultad de Música, también tiene recuerdos de aquella inundación, fue parte de los hombres y mujeres que hicieron fila en la plaza principal de Tampico para recibir alimento.
Era músico en aquella noche y se encontraba tocando en algún centro nocturno de “El Cascajal”…
“Se acabó la noche y vimos que empezó a subir el agua por el rumbo del Cascajal, pegado al río Tamesí. Me acuerdo que estábamos tocando en un salón por allá y salimos con el agua a los tobillos, pero llegó a cubir el primer piso de las casas en esa área. Yo vivía por allá en una casa del segundo piso. Yo decía de broma que ahí me echaba los clavados.
Había gente que tenía lanchas y las suban para transportar gente, los llevaban y los traían como taxi. Se taparon los mercados, la estación del ferrocarril, el edificio de la luz.
No había vida nocturna y los gringos nos daban de comer”, dice el Maestro Céspedes.
La mañana del domingo había amanecido nublado con lluvias ininterrumpidas, así lo narraba Silvio Latuada en el Album “Revista Tamaulipas” en una narración a la que título “La Tragedia de Tampico” y que hoy resguarda el Archivo General e Histórico de Tamaulipas.
“Muchos pensamos que el peligro posiblemente había pasado, pero las noticias que el periódico nos trajo esa mañana fueron contrarias a tales pensamientos. ya que anunciaba que era inminente el peligro de que la tormenta tropical nos azotará por la tarde o por la noche de ese día.
Durante todo ese domingo las tiendas se vieron sumamente concurridas por la gente, que sabiendo que después de un desastre de estos, se escasearían todos los comestibles. Compraban todos aquellos artículos de primera necesidad, al precio que los pudieran conseguir.
No había quien no estuviera pendiente del aparato de radio para escuchar los últimos boletines, pensando que el huracán se desviara. Todas las familias que sabían que su casa no podía resistir ni las primeras rachas del meteoro sacan al menos la ropa más indispensable e iban en busca del pariente o del amigo cuyas residencias consideraban de mayor consistencia”
El martilleo estaba en las calles, todos intentaban resguardar las ventanas y las puertas.
Dicen que la esperanza muere al último y aquella noche del 18 de Septiembre la esperanza falleció a las 9:30 horas cuando la radio de Petróleos Mexicanos anunció que el ciclón estaba pegando en la Isla de Lobos en Veracruz y que quizá a las primeras horas del día siguiente estaría en el puerto.
Esa vez los pronósticos no fallaron y cuatro horas más tarde comenzó la mayor tragedia del siglo pasado al sur de Tamaulipas y esto podría volver a ocurrir porque el agua tiene memoria…
Continúa…