Mayra, la musa popularmente conocida como La Chorreada, dejó de existir, pero vive en la memoria de sus tórridos amores, como Juan Perros y su carrito de galgos que deambula día con día convirtiéndose en un personaje clásico de la ciudad.
Mayra muere víctima de la secuela de un incendio, donde la heroína popular desafió a Prometeo al tragarse el fuego puro por la piel.
Una desgracia, porque la Chorreada era vista con simpatía por los pobladores de los barrios y cantinas, por su gusto por el chupe y la francachela.
Enamorada en varios frentes no pocas veces recibió regaños y tundas de sus admiradores, creando el enojo de Juan Perros, el filósofo urbano más socorrido.
Pero Mayra volvió medio loco por mucho tiempo al Medio Pollo, galán que tras la fortuna que le cayó del cielo por sacarse el premio de la lotería, abandonó a la musa al amparo de las calles sórdidas, para después, el Medio Pollo, fuera secado por sus parientes y malos amigos hasta dejarlo en la vil chilla. Y es que el dinero, demasiado dinero en los pobres causa diarrea y tarde o temprano cometen pecado de avaricia.
Medio Pollo fue por mucho tiempo el amigo sentimental de La Chorreada, y era público este amorío amorfo. Ya que el consorte le faltaban las gambas y se desplazaba en silla de ruedas. Pero Mayra, no murió de amor porque pronto encontró en Juan Perros a un hombre larguirucho y de buen pensar que era seguido como héroe por sendos lebreles por las calles de Dios y Mayra, disfrutó del carruaje como una princesa alada, y al lado de las cervezas de Juan Perros.
Al perder con el campeón de los galgos, se entregó en brazos del «Biscocho», o el Bisco, que el pirulero de la calle Guerrero 9, que encantaba con sus naranjas volátiles desafiando a la gravedad.
El Biscocho le puso casa y jardín, pero poco le duró el gusto a Mayra, porque la elocuente musa al parecer se le fue la mano y lo dejó encerrado como gato boca abajo, para morir el desdichado Biscochón, en manos de Vulcano.
Desde hace días hay luto por las calles. La Chorreada abandonó sus lares, y su imagen de chapapote y olores nauseabudos se fueron con ella. Descanse en paz este personaje citadino.