Múltiples lecturas tiene el comentado decálogo de BALTAZAR HINOJOSA, candidato de la coalición PRI-PVEM-PANAL a la gubernatura de Tamaulipas.
Hay, por una parte, un grueso de observadores (priístas y no priístas) que aplaudieron de buena gana el deslinde, como una medida eficaz largamente esperada y que, si acaso
sorprendió, fue por su lenguaje directo.
Los detalles importan y también nos dicen mucho. La alocución defiende, por principio, la singularidad del candidato. El margen de libertad que deriva de su condición de ser individual.
Y esto se subraya para situar a BALTAZAR por encima de las etiquetas que nuestra cultura mediática suele asignar a los políticos en base a trayectoria, relaciones, amistades, filias, fobias, profesión y hasta procedencia.
Todos esos “ismos” aplicados como definiciones apresuradas, a manera de envoltorios. Estigmas en la frente marcados con fuego que a menudo nos impiden ver a la persona.
Y vaya que las etiquetas abundan de punta a punta en el vocabulario de los medios: peñista, calderonista, foxista, zedillista, salinista y sus equivalentes locales: manotuista, americanista, cavacista, tomasista, geñista y demás.
Contra esto se dirige, por principio, el discurso del martes pasado que la misma tarde dio vuelta al país y al día siguiente fue nota de primera.
De ahí la frase que antecede al deslinde, para mi gusto más importante que el deslinde mismo:
-“Que quede claro, lo digo con sus letras, que no se equivoquen, el candidato de esta contienda soy yo, ¡yo mero!…”
La intención se antoja clara, puntual. Se trata de una reafirmación de la voluntad personal y un recordatorio de que la papeleta electoral no especifica grupos, ni clanes, ni fantasmas. Tan sólo individuos de carne y hueso, con nombre y apellido.
Gesto acaso necesario y hasta bienvenido en todos los aspirantes de cualquier partido y en los tres niveles. Desplante común en todas las tradiciones democráticas del mundo.
LA CRÍTICA
Desde luego, la trinchera panista de PACO CABEZA reaccionó con la prontitud esperada, prevista. No podría ser de otra manera.
Su respuesta fue minimizar la postura, escatimarle valor y negarle un ápice de credibilidad, tras ubicarla como un acto de mercadotecnia.
Se puede estar o no de acuerdo con ello, pero es la lógica predecible de cualquier adversario. El PAN regresó el golpe sin dilaciones.
No hemos visto, por cierto, un deslinde similar de CABEZA hacia su antiguo jefe FELIPE CALDERÓN, artífice de la sanguinaria guerra contra el narcotráfico que no solamente fracasó sino que además cubrió de luto a todo el país, incluyendo a Tamaulipas.
Sin embargo, las críticas no solamente vienen del partido albiazul. Igual se observan en los comederos priístas y entre la misma opinión pública, impresos, portales, redes sociales, columnas.
El principal reclamo se dirige al “timing” elegido por los estrategas de campaña para marcar tal deslinde. Al respecto las opiniones varían. Hay quienes piensan que BALTAZAR pintó su raya un poco tarde.
Que el decálogo de Tampico debió ocurrir al arranque de campaña, el domingo 3 de abril y no el martes 24 de mayo. Entre ambas fechas hay 51 días.
Aunque también es necesario recordar que en una democracia inmadura como la nuestra, un sector muy amplio del electorado decide la orientación de su voto en la recta final de las campañas.
Justo donde nos encontramos ahora. Si este fuera el propósito, estaríamos hablando de un tiro de precisión dirigido al estrato crucial de los indecisos.
Sector acaso irrelevante décadas atrás, cuando el PRI ganaba de calle, pero cuyos votantes cobran una importancia medular cuando dos o tres puntos porcentuales pueden marcar la diferencia.
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