Peña Nieto anima la sucesión adelantada para disfrazar yerros propios
López Obrador no sería candidato de los gringos, pero ¿quién lo para?
Incredulidad hacia los partidos, porque siguen siendo más de lo mismo
Ciudad Victoria alcanza estándares de aceptación a su cuerpo edilicio
En este adelantado proceso pre-electoral la dinámica ha motivado fuerte polémica, en la que los actores principales de los membretes albiceleste, tricolor y del Sol Azteca han establecido su posición. Y, sin rubor alguno, critican soezmente al adversario más posicionado.
Algunos han llegado incluso al cinismo, pues pretenden situarse por encima de los acontecimientos y propenden a dar lecciones de seriedad, respeto y ecuanimidad, cuando todo mundo sabe que grillan de manera frenética en su afán de llegar a la Presidencia de la República.
Recientemente hubo fuertes críticas hacia el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, por su actitud con respecto al tema que nos ocupa, considerando irresponsable que meta mano en su propia sucesión pues, según estiman algunos profesionales del análisis político, lo haría con un par de insanos propósitos: 1) disfrazar sus yerros político-administrativos cometidos desde que asumió el cargo y hasta la fecha; y 2) tratar de que quienes se dejan seducir por el relevo sexenal causen una polarización al interior de los partidos, para, llegado el momento, buscar incidir
en las decisiones cupulares.
De ser así ambos hechos estarían generando vacíos de poder, ya que los mismos miembros del gabinete estarían más preocupados en privilegiar su imagen personal que la agenda nacional.
Hay un documento en poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), incluso, que refiere literalmente: “La sucesión presidencial ha sido utilizada para crear cortinas de humo y puestas en escena que distraen la atención de la opinión pública sobre la incapacidad para resolver a fondo los problemas que atañen al país”.
No debe olvidarse que este proceso fue adelantado y propiciado por el mismo Presidente de la República desde hace casi dos años –y ahora más–, llegando incluso a tolerar que el despacho más importante de su administración sirviera para formalmente alentar el futurismo.
El cuestionamiento hecho al señor de Los Pinos, sin embargo, él lo elude porque de acuerdo a su propia visión, la carrera sexenal ya estaba en pleno desarrollo en cuanto se colocó el bando presidencial, aunque la gran mayoría lo niegue.
No obstante tanto para el PRI como para el Partido Acción Nacional (PAN) y los integrantes de la administración federal, el villano favorito que tratan de sumir en el desprestigio es Andrés Manuel López Obrador, cuya popularidad no decrece poniendo en tela de juicio su fortaleza con las estrategias de golpeteo y linchamiento, a las que acuden sus adversarios en forma reiterada.
Por el contrario, la figura del mentado ‘Peje’ se fortalece más.
Ahí están las encuestas que confirman esta apreciación.
Intromisión extranjera
En el actual escenario nacional que se distingue por el golpeteo y la descalificación, incluso utilizando a las instituciones del Estado, nadie quiere ceder ante lo que consideran un legítimo derecho.
No obstante si las autoridades no muestran ecuanimidad y alcanzan un acuerdo en beneficio del país –al que se sujeten los aspirantes–, los ánimos podrían desbordarse.
Mientras ello ocurre, los medios de comunicación masiva tienen como referencia obligada cualquier movimiento que hagan los aspirantes con rumbo al 2018.
Reza un dicho popular expresado en términos de fatalidad: ‘Pobres de nosotros, tan lejos de Dios y tan cerca de los gringos’.
Otro más alude a nuestra dependencia con el país vecino del norte: ‘Cuando a los Estados Unidos le da gripa, a México le da pulmonía’.
Fuera de los lugares comunes y el costumbrismo, lo cierto es que hay una evidente influencia del país más poderosos del mundo con respecto al nuestro, en ámbitos económicos, tecnológicos y, en cierta forma, políticos.
De esa realidad se originan los comentarios y análisis que ponderan al factor externo como un elemento determinante o de gran influencia en cada sucesión presidencial.
Ateniéndonos a tal posibilidad, tendríamos que caer en la cuenta de que tal vez los ojos de Washington estén posados en un personaje de origen mexicano pero de corazón norteamericano, como en su tiempo lo fueron Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y lo son, ahora, Margarita Esther Zavala Gómez del Campo y Ricardo Anaya Cortés.
En tan virtud, no tendríamos que esforzar el cerebro para entender que para la Unión Americana la derecha debe volver a gobernar el país.
Pero aceptar de manera mecánica este tipo de posturas políticas y afinidades ideológicas, que sobredimensionan la influencia del factor externo, sería ignorar la historia de la Patria y sus instituciones; la identidad y fortaleza de los mexicanos.
Sería, en síntesis, negar el principio de autodeterminación y relativa independencia que tenemos, merced a las luchas libertarias.
Así, este elemento foráneo, en el proceso adelantado y en el formal, podría ser insuficiente para determinar el rumbo del país.
Fundamentalmente en materia política porque los mexicanos se han cansada ya de tanta agresión yanqui.
Y es aquí donde las aguas estarían más que revueltas.
Incredulidad
La desconfianza y pérdida de credibilidad hacia los partidos políticos que habrán de participar en el proceso electoral 2018, encuentra sustento en la marcada incongruencia y poca seriedad con que se conducen.
Esto lo evidencian los mecanismos antidemocráticos utilizados para renovar sus estructuras dirigentes estatales y, sobre todo, la incapacidad que muestran para frenar a los acelerados con el tema de la candidatura presidencial y a cargos de elección popular, pese a tener bien definidos los estatutos y reglamentos que rigen su quehacer interno y actuación pública.
Generalmente son los grupos de interés quienes malinterpretan la reglamentación partidista, en un claro afán de adecuarla a los caprichos de las camarillas o facciones que en los procesos comiciales se adueñan de los membretes.
A este preocupante fenómeno, por cierto, no escapa ningún partido tradicional ni los de reciente creación.
Es más, cuando de pelear se trata para defender parcelas, los jefes de los clanes pierden la compostura y no asoman el menor pudor al exhibir sus mezquindades que degradan y enturbian la vida democrática de las organizaciones, como se ha visto durante (al menos) las últimas tres décadas.
Así, los pleitos de lavadero sesgan los buenos propósitos y exhiben falta de ética, de principios y sobre todo de madurez política, por lo que los partidos han dejado de ser espacios ideológicos para convertirse en pancracios donde afloran pasiones e intereses individuales y sectarios.
Hay más: la lucha resulta encarnizada hacia adentro de los partidos, cierto, pero al exterior no es menos halagadora.
Corrientes malogradas
Bajo este panorama, es harto notorio que cuando la dirigencia de un membrete se confronta con los adversarios no mide consecuencias y usa cualquier recurso para degradarlos y tratar de anularlos.
E
l colmo surge cuando les da por establecer alianzas (en apariencia sustentadas en la coincidencia de proyectos), para postular a personajes con arraigo y posibilidades reales de ganar, ya que, las más de las veces éstas se pactan al vapor y sin reglas claras, u obedeciendo a mandatos centralistas.
De ahí que no deba extrañarnos la manera poco cordial en que los aliados de coyuntura pudieran mostrar sus diferencias.
Por cierto, alzando el tono de su voz en contra de los intereses de sus socios ocasionales, para (como siempre) echarse en cara el modo burdo y ruin de imponer voluntades, a fin de alcanzar las posiciones que con candidatos unipartidistas no son capaces de ganar.
Acá en Tamaulipas, en los 43 municipios ya empiezan a registrarse fuertes jaloneos entre los aspirantes a las candidaturas a las alcaldías y al Congreso de la Unión, cuyos grupos afines no quieren esperar a que sus dirigentes les den la voz de arranque.
Y durante este ensayo democrático, los dirigentes han hecho todo tipo de acusaciones principalmente contra sus pares del PAN y PRI, mientras algunos de sus militantes más destacados, pero con muy pocas posibilidades de ser nominados, amenazan ser los escurrimientos del presente, ‘pero
en favor del cambio y del avance democrático’, según dicen.
Resultado de lo anterior es la pérdida de credibilidad partidista.
Y de las escisiones, en el momento preciso hablaré ampliamente.
Confusión distrital
Hasta hoy, incluso, en los nueve distritos electorales federales (de ocho que hay aún), en Tamaulipas, la gente ya está cansada de que algunos políticos anden acelerados con el proceso electoral del año próximo y quieran confundir al electorado. Que quieren engañarlo.
Por eso los ciudadanos que de una u otra forma serán actores principales del proceso comicial del 2018, quieren estar enterados del alcance y
los objetivos de cada partido y más de sus abanderados, para no dar lugar a interpretaciones irresponsables que mermen aún más la dañada credibilidad que existe hacia los políticos.
Es aquí, entonces, cuando cobran mayor importancia los medios de comunicación masiva (impresos y audiovisuales), que hacen más oportuna y ágil la información política, alentando la verdadera construcción de la democracia.
Por tanto, así como avanza la pluralidad, la prensa y los partidos políticos deben contribuir a la formación de una conciencia estatal crítica y responsable. Sin suspicacias.
La recompensa, claro está, será muy alta: ver a los tamaulipecos comprometidos y actuantes libres, en el siguiente proceso electoral, donde no deberían de tener cabida los demagogos ni oportunistas que buscan publicitar cuanta mentira se les ocurre.
Ahora bien, por más que las dirigencias partidistas traten de frenar los aceleres de sus cuadros con el rollo de que todavía no es el tiempo para ocuparse de las candidaturas, lo cierto es que en la geografía tamaulipeca se ha producido cualquier cantidad de ‘destapes’ prematuros o estériles.
Hay dos motivos que animan esa actitud:
1) Quienes más se auto promueven como precandidatos lo harían con la intención de alborotar las aguas a fin de presionar a la jerarquía partidista para que no los pierda de vista, desde ahora, en el hándicap sexenal; y
2) Por la calentura de los aspirantes que ya se sienten amarrados en la asignación de cargos edilicios, curules (federales) y escaños en la Cámara alta.
En el caso del membrete albiceleste, sé que el jefe del Ejecutivo en Tamaulipas no quita ni anima aspiraciones. Sólo observa la actitud y el discurso de los madrugadores que, esta vez –como así ocurre cada seis o tres años–, ofrecen la impresión de haber sido seducidos por ‘el canto de las sirenas’.
De ahí sus encubiertas campañas de posicionamiento, aunque su final podría ser semejante al de los imprudentes marinos de la leyenda plasmada en ‘La Odisea’, donde se cuenta que allá en el Mediterráneo estos fueron embelesados por los cánticos de la mítica especie (mitad mujer/mitad pez), perdiendo así el control de su embarcación y morían estrellándose contra los arrecifes, para (enseguida) ser devorados por las sirenas.
En el caso de los pretendientes a las alcaldías, nueve diputaciones federales y tres espacios senatoriales, un nutrido número de aspirantes despacha en la estructura gubernamental; otros son diputados locales y hay quienes ocupan cargos partidistas o edilicios.
Pero todos se mueven agazapados, manteniendo supuestamente la disciplina y ‘trabajando cabalmente’ (en las funciones que les fueron conferidas por el mandatario estatal), o, en territorio, como sería el caso de los priistas desempleados.
Obviamente no hay quien les crea, por lo que acudo a una cita de Jesús Reyes Heroles –el último ideólogo priista–, que bien podría ser aplicada a su persona.
Dice:
Siendo Manuel González Presidente de México, estuvo a visitarlo Porfirio Díaz, quien comentó:
–No tengo ambiciones, compadre.
‘El Manco’ –nativo de Tamaulipas–, hizo como que no oía. Pero a cambio empezó a abrir y cerrar los cajones de su escritorio ante el asombro del oaxaqueño, quien no pudo calmar su curiosidad y espetó entonces:
–¿Qué busca, compadre?
–Al pendejo que se lo crea, compadre –aclaró Manuel González.
La anécdota resulta harto ilustrativa para calificar la ambivalencia, falsa disciplina y truculencias con que hoy se conduce el grueso de los pretendientes a las candidaturas, como seguramente Usted ya lo habrá notado a través de sus declaraciones y/o los medios de comunicación masiva.
Impudor legislativo
La procacidad es un vicio generado por alteración mental. Una fuga para quien no sabe admitir sus propios yerros. La salida fácil que conduce al olvido cuando ya no existe vergüenza. Ni pudor. Menos dignidad.
Antaño era costumbre que la política fuera práctica de hombres. Y que como hombres se respondiera, con argumentos sólidos, a los cuestionamientos públicos generados por las fallas, omisiones e incluso aquellos provocados indirectamente.
Pero eso no ocurre hoy, ¡qué va!, porque la política se ha prostituido y el ejercicio legislativo ha caído en otras manos, donde el pundonor y la honestidad no tienen valor alguno.
De ahí que haya legisladores que se tornen cínicos cuando no pueden ni quieren responder a la verdad con la verdad, sino con medias tintas.
La insolente actitud de esos representantes populares, por tanto, no me extraña, pero sí atrapa mi atención la postura asumida por sus (ayer) acusadores que (hoy) parecen haber caído en la complicidad.
En una connivencia encaminada a perdonarlos, cuando (ya) está comprobado que maniobran tratando de sacar provecho del cargo (en los aspectos económico y político), que es un claro atentado contra los contribuyentes que de una u otra forma han pagado sus impuestos para que el país no detenga su desarrollo.
Esto, admitámoslo o no.
Y que conste, siempre he criticado a los legisladores que atentan contra la economía familiar, pertenezcan al partido que sea, puesto que su función es para proteger al pueblo y no para agredirlo.
E-m@il
jusam_gg@hotmail.com




