En algún momento alguien quiso ver una isla. Desde entonces, la Inaccesible, la Perdida, la Encubierta, la Encantada, la Non Trubada, San Bredan o como le decimos los canarios, la isla de San Borondón, ha construido su propia leyenda. Una que cuenta el relato de la octava isla canaria, la isla que se esconde.
Para hablar de San Borondón tenemos que retroceder varios siglos en el tiempo. Exactamente hasta el siglo VI, momento en el que aparece San Brandán el Navegante, uno de los grandes monjes evangelizadores irlandeses.
Con Brandán pasa un poco como con la Isla de San Borondón, se dicen muchas cosas de él, muchas de las cuales son difícilmente verificables. Cuando hablamos de Brandán nos referimos a un abad irlandés que llevó a cabo tareas de evangelización en las aguas del mar del Norte.
El hombre era un fiel seguidor de la tradición misionera del cristianismo irlandés y formó parte de las comunidades monásticas que se lanzaron a la mar en los llamados currach (una especie de lanchas de cuero) para predicar el Evangelio a los confines de la tierra. Entre otros parajes, los libros hablan de un monje que visitó la isla de lona, las islas Feroes, Islandia e incluso Groenlandia.
Es así como llegamos hasta ese periplo legendario del monje con la llamada Tierra de Promisión. Cuenta el Navigatio Sancti Brandani que el monje conoció de la existencia de estas tierras gracias al relato de otro monje que ya había visitado el lugar. Este hombre le pide a Brandán que encuentre a su hijo. El hombre reúne a otros 14 monjes, construye una currach y se lanza a la mar.
Durante siete años Brandán cruzó los océanos encontrando islas maravillosas. Finalmente y tras atravesar un mar escondido de densas nieblas, el hombre alcanzó lo que llevaba tanto tiempo buscando, la isla del paraíso terrenal.
O al menos eso fue lo que pensó.
La ruta
Lo cierto es que el Navigatio Sancti menciona numerosas islas, pero tradicionalmente en Europa los libros e historiadores repiten una misma isla-pez, una completamente desprovista de vegetación que aparecía y desaparecía.
En aquella isla San Brandán y el resto de monjes celebraron la Pascua. Los hombres decidieron hacer una gran fiesta y encender los fuegos, y justo en ese momento, un rugido los levantó a todos de sus sitios. La isla había despertado y se mostraba tal y como era en realidad. Los monjes estaban sobre el pez gigante Jasconius.
La leyenda dice que fue Jasconius quién acabó guiando a Brandán hasta el paraíso: la Isla de San Borondón, que como el pez gigante aparece y desaparece, ocultándose a los ojos de quienes la buscan.
Localización de la isla
En realidad, la historia del mismo monje, sus viajes y la isla de San Borondón, se enlazan con relatos viajeros de la mitología irlandesa (los denominados immram) y con los relatos islámicos, que a su vez se enlazan con tradiciones helenísticas (por ejemplo Simbad el marino). A su vez, el mítico viaje acabó influyendo sobre otras tantas narraciones didundidas en Europa.
Igualmente, no faltaron desde el siglo XIII los críticos que calificaban los viajes de San Brandán como un delirio apócrifo totalmente inútil para la historia y la geografía. De hecho, la identidad de las islas visitadas por San Brandán ha sido motivo de controversias por parte de quienes sostienen la existencia de una base real subyacente en el relato legendario, frente al viaje simbólico en el que Brandán viaja en círculo durante siete años, pasando en cada uno de ellos por las mismas tres islas antes de alcanzar el séptimo año el Infierno y el Paraíso en el mismo centro del círculo.
Un leyenda que, como la gran mayoría, lo seguirá siendo hasta el día que alguien la encuentre. Algo ciertamente difícil, dado que la isla no se deja ver.
Con información de Gizmodo.