16 abril, 2025

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Los Medina el mundo conspiró en su contra

Eran prósperos empresarios, a través de sus negocios vestían, calzaban y amueblaban las casas de todo un pueblo; pero tal vez el destino, el sistema o su mente, un día les jugaron una mala pasada

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- primera de dos partes

Fidencio y Delia fueron el segundo y cuarto hijo respectivamente de la familia Medina Garza; nativos de Cruillas, pero arraigados en Victoria, se dieron a conocer por su habilidad para los negocios, pues lo traían en la sangre, así se lo enseñaron sus padres.

Juan era el mayor de los seis hermanos, Rubén el tercero, en medio nació Fidencio el 22 de marzo de 1928; después vinieron las mujeres, primero Delia, Zoila y la más chica es Alicia.

Los Medina Garza se distinguieron por formar parte de una pujante cultura del esfuerzo, sobre todo en una época donde quienes dominaban el comercio local eran, si bien gente de mucho respeto en la ciudad, la mayoría de origen libanés, árabe, chino y español; es decir, eran una excepción a la regla.

El éxito de sus negocios donde se cuentan los más populares la Mueblería Medina del 13 y 14 Hidalgo y La Económica, tienda de ropa y zapatería de la esquina del 15 Juárez, consistía en gran medida en sus planes a crédito, prácticamente todo Victoria tenía algo fiado por los Medina.

“A Dios le debo la vida y a Juan Medina los zapatos”, se decía en la segunda mitad del siglo pasado entre las frases populares de los victorenses pues, ¿quién no vestía o calzaba algo a crédito de sus tiendas?.

Para finales de la década de los setentas y el inicio de los ochentas, Victoria se veía envuelta en la agitación social provocada por movimientos estudiantiles que se convirtieron en grupos de choque en múltiples causas, los llamados porros; eran el temor generalizado de la ciudad, pues aunque sus propósitos parecían bastante claros, no había quien huyera de la impunidad con la que se movían.

Al mismo tiempo, Fidencio y Delia quedaron a cargo de los negocios de la familia.

De físico delgado y una forma muy peculiar para expresarse en las pláticas, Fidencio contaba que los porros andaban tras de él, preocupación que compartía con Delia, su hermana, a quien protegía cual padre a su hija y por quien se esforzaba en prosperar.

Delia, mujer de figura robusta, gustaba de su cuidado personal, siempre verse bien, afirman quienes hoy prefieren evitar hablar de ellos, aunque hayan tenido una relación más cercana, optan por no entrar en detalles, más “lo que todo mundo sabe”.

“Delia siempre andaba bien peinadita, le gustaba usar moños, de ahí que la gente la conociera como ‘la moñitos’”, afirma quien opta por reservar su identidad y que asegura haberlos conocido al acudir como cliente de “la esquina que domina”, la tienda del 15 Juárez.

Pero el temor que hacía presa a Fidencio de una agresión por parte de los grupos de choque y otros delincuentes, se basaba en la codicia que despertaban sus bienes: propiedades que elevaban su valor conforme la ciudad crecía y una fortuna que se cuantificaba en cientos de miles de dólares, de la cual existe registro en el M. Bank Brownsville, en el vecino estado de Texas.

Vecinos del Palacio de Gobierno, pues además de la tienda que estaba a unos cuantos pasos de la oficina del gobernador Américo Villarreal Guerra, Delia y Fidencio tenían su residencia en la esquina del 16 Morelos, propiedad que hasta la fecha luce abandonada y con un anuncio pintado sobre la pared con letras grandes en color rojo donde dice “Se Vende”, dando el lugar y horario a donde pueden acudir los interesados, donde actualmente viven descendientes de la familia Medina.

Por la cercanía con el mandatario estatal, intentaban abordarlo para exponer su preocupación que ya no se limitaba a amenazas, según consta en periódicos de la época, sino para denunciar golpizas, ataques, robos y maltrato psicológico del cual aseguraban eran víctimas.

Era tal su desesperación y la falta de atención que acusaban, que optaron por contratar publicaciones en el periódico El Mercurio donde desplegaban mensajes solicitando el apoyo y la protección del gobierno estatal.

La angustia se prolongó y se convirtieron en reclusos dentro de la misma ciudad, o mejor dicho, en unas cuantas cuadras.

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