En la pseudociencia del marketing mundial se conoce como “Blue Monday” al tercer lunes del mes de enero. Lo que inició como el intento de una agencia de viajes por obtener información importante sobre los hábitos de consumo de sus clientes potenciales, es ahora parte del ideario popular a lo largo del planeta.
En ese día, las expectativas en las cifras de suicidios, homicidios, divorcios, renuncias a los empleos, despidos, o la simple manifestación de que el mundo es una reverenda porquería, son altas. Algo parecido a la frase popular que usamos los latinos referente al martes: “ni te cases, ni te embarques”.
El Blue Monday es además el día predilecto para aprovechar el momento ideal en el que el ser humano saca lo peor de su ser. Si una persona durante los 364 días del año trata de predicar la palabra divina y ser un buen samaritano, en ese día al menos aprovecha la malicia generada por la frustración del momento y así arremeter en contra del prójimo.
Es un momento en el que la malicia dantesca inunda el ser de muchos para entorpecer la tranquilidad de quien se encuentra a su lado: al flaco porque no come, al gordo por tragón, el andariego por bohemio, al ermitaño por amargado, al filántropo por hipócrita y al emprendedor por egoísta. Cualquiera sea la actitud o adjetivo bueno del objeto a la crítica, así también es el defecto que se detecta y el que debe de saber con el simple objetivo de amargarle la vida.
Es el principio de la amargura, o la manifestación oportuna de todas las frustraciones acumuladas que explotan ante la resaca de la ilusión y esperanza que generan para mucho las fiestas decembrinas.
En el ámbito humano antes de la revolución digital ese aspecto era propio de un día, de una mala racha o producto de una vida repleta de frustraciones. Sin embargo, con la llegada de las nuevas tecnologías y el boom de las redes sociales, el grinch interno que muchos tratan de controlar los 364 días del año, ahora surge del inconsciente en cuanto alguno de los usuarios a los que tenemos en nuestras cuentas como “amigo”, se atreve a romper con nuestra estabilidad emocional momentánea.
Basta con navegar por la red social predilecta para detonar los demonios internos de algún usuario vulnerable y despertar una batalla campal de comentarios incoherentes y además hirientes y lapidarios: aquel que desea salir a la playa y no cuenta con los recursos necesarios, ve con envidia a su vecino en un lugar paradisiaco, o el oficinista frustrado que ve a uno de sus amigos disfrutar de una buena vida a la que en sus limitaciones temporales le resulta imposible alcanzar.
Y sería una eterna lista de factores detonantes del odio y de las frustraciones en un paraíso de simulaciones como lo son las redes sociales, principalmente Facebook.
Las amistades falsas y las vidas perfectas que nos ofrece la plataforma más popular de redes sociales ya eran descritas treinta años antes por el filósofo francés Jean Baudrillard en su libro “cultura y simulación”.
El ser humano, conforme tiene a la mano otros medios para retratar la realidad, tiene también la oportunidad no sólo de retratarla, también de recrear una nueva situación a la que puede manipular a su antojo para demostrar al mundo que puede imponerse a la actual.
Como sucedió con la actual gestión priista que vendió la magnífica idea de ser los orquestadores de una revolución reformista sin precedentes en la historia contemporánea de México. Aunque ese paraíso prometido a la mínima vulnerabilidad se derrumbó .
Y esa tal vez fue la lección que aprendió el gobierno de Enrique Peña Nieto y que dejó para la posteridad a las nuevos cuadros políticos y demás gobiernos en turno.
Aunque la simulación pareciera perfecta y puede culminar en la consagración de una persona o grupo, existe un ejército de personas enclaustradas en el “Blue Monday” que buscarán derrumbar dicha idea y bombardear a quien le vende espejos por oro.
Y un caso similar se vivió en los recientes meses de transición política que vivió Tamaulipas tras el derrumbe priista y el ascenso de Acción Nacional al poder.
En un inicio las guerras de simulaciones se dieron entre tirios y troyanos. Tricolores y albiazules se atacaban sin piedad, unas veces para descalificar al adversario, otras veces para vender su verdad con rango de absoluta e irrebatible.
Poco a poco esa fiebre que le costó la tranquilidad y amenazas a más de uno, se ha atemperado ante el golpe de timón que se ha dado desde el gobierno para regresar a la tranquilidad y hacer lo único que puede llevar a cualquier grupo social o persona de cualquier color y partido a la cima: trabajar.
Es al final el único remedio para que flote el barco de las realidades creadas, mantener a raya a los “Blue Monday” y no caer en los errores de otros grupos en el poder.
Que el trabajo y las acciones hablen más que las ficciones orquestadas y que nada aportan a nuestra lacerada sociedad.
Edomex: el susto del establishment
La próxima elección en el Estado de México es una clara muestra de un sistema que se encuentra al borde del colapso.
La hegemonía priista que por casi un siglo imperó en el estado más poblado del país se encuentra amenazada por la fuerza que Morena va tomando a pesar de sus claroscuros.
El triunfo de Alfredo del Mazo en las urnas sería una victoria pírrica por el poco márgen de votos que tendría frente a Delfina Gómez. Los golpes a la abanderada de Morena y a López Obrador no han dado resultados para debilitarlos.
Y la posibilidad de que las huestes obradoristas lleguen al poder sería fatal para Grupo Atlacomulco, para el PRI y para todo el sistema. Sería una antesala incomoda y aterradora del 2018 que ya está encima.
Y más allá del discurso antisistema y la cruzada mediática que ha emprendido recientemente López Obrador en contra de sus adversarios, la fuerza que ha cobrado su movimiento no es otra cosa que la clara muestra de un hartazgo social producto de malos gobierno, malas decisiones y malos funcionarios.
Para el PRI y para el PAN el reloj ya los apura y el tiempo parece ser su principal enemigo.
En un hecho insólito los golpeteos políticos y la guerra sucia no han funcionado como lo esperado, y López Obrador flota entre tantas aguas turbias.
Tal vez si golpearan al discurso de la izquierda con resultados a los problemas que afectan al país (inseguridad, corrupción, desempleo) darían un golpe más contundente al obradorismo que la lluvia de lodazal.
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