Uno de los grandes tratadistas del tema de los partidos políticos fue el francés; Maurice Duverger, quien en la mitad del siglo antepasado, dictó algunos enunciados sobre sistemas electorales y su incidencia en los organizaciones políticas. Al darlos a conocer en el libro “Los Partidos Políticos”, impactaron en varios países del tercer mundo que instituían modelos democráticos a partir de haber vivido experiencias amargas y tormentosas donde predominaron los golpes de Estado efectuados por las fuerzas militares.
Sin embargo, ante la evolución de las instituciones, fueron cuestionadas por otros estudiosos y al final de cuentas terminaron por ser eso: enunciados.
Los partidos políticos están de moda en todo el mundo. Las élites que los conforman y sus conductas públicas son temas de mesas de café, porque se han constituido en clientes de los medios de comunicación. Luego el escándalo alrededor de ellos, se convierte en morbo y tema mediático para la sociedad.
Desde su aparición en el siglo XIX y su evolución en el siglo XX, han motivado el surgimiento de las elites gubernamentales, esto, porque tienen el monopolio para escoger a los personajes que representan al pueblo, llámese diputados, senadores, gobernadores etc. Se considera que son los instrumentos de mediación de la demanda pública entre las instituciones y los ciudadanos.
Ahora bien, en México la transformación de los partidos políticos ha sido limitada, porque se vivieron más de siete décadas con la hegemonía de un mismo partido; el PRI. Este partido, siendo de masas, según la clasificación del mismo Duverger, se apartó de ellas a partir del cambio que Miguel de la Madrid le imprimió y que Salinas de Gortari sella con el giro hacia el Neoliberalismo. Sin embargo, el hartazgo de los ciudadanos hacia el gobierno, el crecimiento de la población joven, aunado a una serie de problemas internos motivaron que en el año 2000, el partido que denominaban de “Estado”, perdiera la presidencia de la república.
El PAN surge en 1939 como un partido de cuadros, en el que se agrupaban los miembros de la clase media y alta de la sociedad mexicana excluida del partido en el poder y que no comulgaban con las políticas socialistas de Lázaro Cárdenas. De ahí se constituye como el partido representante del ala derecha dentro de la geometría política nacional, es decir, de los ricos y pudientes.
El Frente Democrático Nacional antecedente del PRD, que postula a Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia de la República es producto de la división que surge en el PRI provocado por el viraje abrupto hacia “liberalismo social” que encandilaba a Carlos Salinas y que muchos miembros de la vieja guardia no estaban dispuestos a permitir. La ruptura al interior del PRI fue seguida de amplios desprendimientos de simpatizantes que abandonaron el barco cuando sus capitanes se hundían con él. El final de todo, fue el arribo de Vicente Fox a la silla presidencial.
Al día de hoy se han puesto de moda las alianzas y coaliciones entre partidos, aunque tengan marcadas diferencias en su pensamiento, programa de acción y objetivos. Es triste, pero a la militancia poco la toman en cuenta. Así de real es el alejamiento de las élites con sus miembros.
El colmo es que la ciudadanía espera que las élites de los partidos acepten procesos democráticos internos, porque abriga la esperanza que las oportunidades de
participar se les presenten, aunque sea por un golpe de suerte. Duele pensar que es imposible que esto suceda, porque Robert Michels señaló en su obra: “La ley de hierro de la oligarquía”, que a medida que las organizaciones avanzan en su maduración, la élites se alejan de las bases y se vuelven burocráticas y terminó señalando que a “a mayor nivel de organización, mayor declive de la democracia.
Muchos son los casos y cosas que sucede en los partidos en México. Pero es una realidad que poca gente cree en ellos. La crisis de los partidos afecta a las instituciones electorales y por ende, al país.
Y conste que a todos nos cuestan.