La mejor, la del cangrejito playero.
Con lentes de sol y los ojos saltones, admirando el aguayón ajeno que pasa rechinando la rayita de Cafiaspirina…
Estirar la pata para alejarse de los compromisos efímeros y saborear la vida en el mar es más sabrosa.
La pata estirada para nosotros tiene un papel importante, porque sacudimos la polilla y las varices se balancean y la boca se humedece.
La pata estirada es como si el arco corporal agarrara viento para engrasar las poleas y dar una vuelta al ruedo como el último matador.
Estirar la pata puede ser una actitud de valentía y de querer ser como en los mejores tiempos.
Estirar pata es pues un goce que ya pocos tienen cuando las arrugas se apenan y se hacen moñito en la coliflor.
La gente dirá que no soplamos porque los años pasan y los glóbulos ya no se inflan.
Es que la pata estirada es por el requinto y cuando se es joven es una Olimpiada y cuando vejetes es solo una limpiada del carrusel.
Estiro la pata – se dice- cuando ya no sopla y salen burbujitas en la boca.
Se dice «ya está muy tirado al cuas», ya chupó Faros, esos cigarretes que fumaba mi Tío Chago. De hojita. Chupar porque ya no sopla.
Echar pata playero una delicia.
Tirar pata es un goce.
Estirar la pata significa apachurrar el cencerro en plena inflación.