MEXICO.- El sábado 15 de abril, Xisco Gràcia se adentró en una cueva de la isla española de Mallorca, como parte de una expedición de rutina.
Gràcia, un profesor de geología de 54 años, pasa muchos de sus fines de semana explorando y mapeando el complejo sistema de cuevas submarinas de la isla.
“Mallorca es mucho más hermosa por debajo que por encima del suelo”, le dice a la BBC.
Él y su compañero de buceo Guillem Mascaró querían explorar Sa Piqueta, una cueva con numerosas cavernas a un kilómetro de la entrada del laberinto.
Nadaron bajo el agua durante una hora hasta llegar allí.
Mientras Gràcia buscaba muestras de roca, Mascaró se alejó para recabar información topográfica en una cámara cercana.
Regreso
Pero cuando iniciaron el regreso, cada uno por su cuenta, varias cosas comenzaron a salir mal.
Gràcia coincidió por causalidad con Mascaró en una intersección. Esto hizo que se agitaran los sedimentos, y por ello perdieron visibilidad.
Los buceadores comenzaron a seguir la guía -un angosto cable de nylon que lleva hacia la entrada de la cueva-, pero a medio camino se dieron cuenta de que el hilo se había desprendido
“El hilo es para guiarnos. Lo dejas allí cuando entras a la cueva y lo puedes seguir cuando sales”, explica Gràcia.
“Creemos que algunas rocas le pudieron haber caído encima. Perdimos una hora valiosa tratando de encontrarlo con el tacto, pero sin éxito”.
Para entonces, el par corría grave peligro. Habían consumido el aire que llevaban para entrar y salir, así como el de las bombonas de emergencia.
Afortunadamente, Gràcia se acordó de un recinto con un lago donde había aire que le habían mencionado otros buceadores.
Fue hasta allí con Mascaró y ambos discutieron sus posibles opciones.
Sabían que tenían aire suficiente como para que solo uno de ellos pudiera salir.
Uno sale, otro se queda.
“Decidimos que yo me quedaría y que Guillem iría en busca de ayuda. Él era más delgado que yo y necesitaba menos aire. Yo también tenía más experiencia en respirar el aire de la cueva, que tiene niveles de dióxido de carbono más elevados”, explica Gràcia.
Planearon una ruta alternativa, más larga. Mascaró tendría que bucear por un trecho sin hilo guía, corriendo peligro de perderse.
“Era algo así como tratar de conducir un auto en una noche con mucha neblina”, dice Gràcia.
Alucinaciones
Su mente empezó a hacerle jugadas.
“Sentía que había luces en el lago y que podía escuchar el sonido de las burbujas de un buzo saliendo del agua”.
“Pero cuando giraba la cabeza, no veía nada. Eran alucinaciones“.
Gràcia perdió la noción del tiempo. Pero después de lo que el pensaba que eran días, escuchó un sonido muy fuerte encima de él. Ahí se dio cuenta de que Mascaró había logrado salir con vida.
“Al principio pensé que podía escuchar a los rescatistas llenando los tanques con aire. Más tarde me di cuenta de que estarían tratando de perforar la roca”.
“Me puse muy contento cuando me di cuenta de que me estaban buscando”.
Pero los sonidos pararon y Gràcia se vio enfrentado con su peor momento.
“Pensé que podía morirme de la manera más temida por los buzos: sin comida ni aire”, dice.
“Casi no me quedaba luz y sabía que no iba a poder bajar a buscar agua en la oscuridad”.
Esperanza
“Decidí nadar hacia donde había dejado mi equipo para sacar un cuchillo. Quería tenerlo como mi último recurso, en caso de que fuera necesario elegir entre morir rápido o lentamente”.
“Tomó unas ocho horas más sacarme fuera de la cueva, pero fueron ocho horas felices“, le dice Gràcia a la BBC.
Gràcia recibió aire enriquecido con oxígeno para respirar y lentamente lo guiaron hacia la entrada.
Salió de la cueva la noche del lunes 17 de abril, 60 horas después de haber entrado.
A la salida, lo esperaba Guillem.
“Nos abrazamos pero no tuvimos tiempo para hablar porque me subieron a una ambulancia”.
Con informacion de BBc.