20 abril, 2025

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Doña Chelito, la ‘doctora’ de los pobres

Tras sufrir la pérdida de una hija por un daño, aprendió remedios caseros, con ellos y armada de fe después se dedicó a curar espanto, empacho y otros males; hoy está retirada y comparte su vida

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Una desgracia familiar fue el punto de partida para que doña Consuelo Herrera Portales empezara a trabajar como curandera, oficio en el que laboró por más de 30 años.

Alrededor de los 40 años de edad, la señora Consuelo sufrió uno de los dolores más grandes de cualquier ser humano, el fallecimiento de su hija a los tres años de edad, hizo de todo para no perderla, pero desafortunadamente no lo logró.

“Mi niña se me murió porque se me dañó y yo no supe ni qué darle, una señora me dijo que la caca de vaca le ayudaría, yo con ganas de que mi hija se compusiera pues se lo di, pero nunca sanó. Y de ahí me agarré yo de curar y curar, yo pensaba ‘lo que no hice por mi hija ahora lo voy a hacer por otros niños’, así empecé”, relató doña Consuelo.

Desde ese momento doña Chelo, como la conocen sus clientes, se dedicó a curar a miles de personas, especialmente a niños, había días que recibía hasta tres menores para curarlos del estómago, de la mollera caída o de espanto.

“Me empezaron a traer a las criaturas porque se dañaban, porque no podían hacer popó, que estaban espantaditos, mollera caída, me los traían con mucha fiebre, vómito y diarrea”, explicó.

Aunque actualmente ya está retirada, asegura que el principal ingrediente para curar a algún enfermo es la fe.

Para curar o sobar, doña Chelo utilizaba la pata de vaca, chocolate y aceite comestible; para el espanto, el remedio clásico era una barrida con albahaca y piedra, por todo el cuerpo.

“La pezuña la quemaba, bien quemada, luego la molía, bien remolida, después ya con el aceite le sobaba el estómago; tenían que hacerse tres curas así, una diaria, además les preparaba una copita con la mezcla de la pata de vaca, chocolate y tantito aceite, según el tamaño del niño, se lo llevaba la mamá y ya
ellas se lo daban”, platicó.

Doña Consuelo, ahora tiene 81 años de edad, madre de cuatro hijos y más de una docena de nietos, aunque la siguen buscando para curar, ya se retiró “sólo curo a los de la familia aunque no quiera, ninguna de mis hijas aprendió el oficio, lo tengo que hacer”.

Ella no considera que sea poseedora de un don, pero sí de mucha fe, pues para curar se necesita una infinita fe, de lo contrario no funciona.

“Cualquier persona lo puede hacer, pero que tengan fe en ellas mismas porque si no tienen fe, no va a salir, si lo hacen al ‘ahí se va’ no funciona”, aseguró.

Para doña Chelo, curar no era un negocio, por eso considera que no desaparecerá este noble oficio, pues a su ver, es una tradición que se hereda de generación en generación.

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