CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Es viernes por la noche y por fortuna ha caído en quincena, muchos caballeros preparan su billetera, pues destinarán una parte de su sueldo, compes, o hasta becas en un espectáculo lúdico, erótico y nocturno, en compañía de una hermosa mujer, quien al calor de la noche y el sabor de las copas se convierte en fantasía.
Años han pasado y en Victoria muchas mujeres, algunas menores de 30 años, han sido obligadas a jubilarse y buscar otro trabajo aún con el estigma de la sociedad que por mucho tiempo las adoró, incluso algunas tuvieron que emigrar a San Luis o Veracruz.
Hoy el table dance es historia, está extinto a causa de conflictos sociales y la escasa, casi nula vida nocturna en Victoria.
Atrás quedaron aquellas noches en que universitarios, empresarios, funcionarios, el mecánico, el albañil y el bolero, caballeros de todos los estratos sociales se confundían en la espesura de la noche y podían recorrer sitios como El Batachá, El Sesteo, California, Excess, Antrax, TexMex, Brujas, Stress Out, Venus, Opcions, BK, Brujas, El Capitán o El Mayelín tranquilamente, incluso hubo quienes hacían tour en día de bono.
“No’mbre, ni para cuándo estos tiempos de ahora, en aquellos años nos llevábamos hasta seis mil pesos por noche y sin necesidad de tener relaciones sexuales… hoy tengo que lavar ajeno para sacar a mis hijos adelante”, relata con nostalgia Rubí, quien deleitaba a los caballeros al ritmo de November Rain en una cabina de dos metros cuadrados y asientos tapizados de piel.
A estos lugares vinieron bailarinas famosas como Sabrina, Ivon Soto, edecanes de La Hora Pico, pero también recientes como Luna Bella, quien abarrotó durante la primavera del 2016, sin embargo quienes daban la casta e incluso salían en carnavales en el tiempo de la administración de Arturo Diez eran las mujeres de la localidad, salían del anonimato para romper estereotipos y desfilar en pleno 17, como gritando a los cuatro vientos que ahí estaban dando la cara dignamente por el trabajo al que se debían, con el talento que nacieron.
Un mundo en el que sin duda el gancho eran las mujeres, pero por el que muchos hombres iban solo para olvidar los problemas diarios, en el que no importaba si eras albañil, maestro, estudiante o religioso, ni a quién le debías o qué demonio te perseguía, se te respetaba y eras tratado a cuerpo de rey con seis meseros a tu servicio y decenas de mujeres «muriendo» por ti, aunque sólo fuera por unas horas o lo que aguantara el presupuesto.
Los meseros eran otra figura clave, como “El Jhonny” quien al llegar ofrecía la mejor mesa del lugar, seguido de la pregunta “¿Cuál va a querer amigo?”, al hacer referencia de cuál muchacha llevaría al privado o disfrutaría de una plática al sabor de una copa, bebida que muchas veces era refresco disfrazado de alguna bebida alcohólica.
El privado, esos cinco minutos más largos o cortos de la vida, según la compañía, destinado en un rincón con cámaras de vigilancia, era el sitio predilecto para un baile, en donde el hombre llegaba hasta donde la dama quería, pero también el sitio preferido para pedir consejos matrimoniales, por muy raro que esto se lea.
Felina, toda una veterana de la pista
Felina por mucho tiempo fue la rock star de las bailarinas en Victoria, una mujer que por más de 40 años dedicó su vida a cumplir sueños y fantasías, pero también que ayudó sin saberlo a cientos de matrimonios, porque así como fue bailarina, también se convirtió en muchas ocasiones en guía, maestra y hasta psicóloga.
Hoy en día radica en el estado de San Luis Potosí debido a que el negocio fue prohibido en Tamaulipas, sin embargo, recuerda que su mejor época fue durante los la última década del siglo pasado y la primera del nuevo milenio en Victoria, tiempo en que los clientes más la pedían para un privado o solo tomar la copa.
“Te juro que extraño mucho El Sesteo y mis amigos que iban a verme, nunca tuve necesidad de prostituirme, aunque sí supe de compañeras que lo hacían”, relata sobre el mundo en que inició a los 18 años tras huir de su casa.
“Me separé a los 17 de mi marido, era un golpeador, por eso me escapé de casa de mi madre porque él me buscaba mucho, me había quitado a mi hija mayor y mi mamá era muy estricta conmigo y muy pobre. Decidí irme a Victoria hasta que mi hija enfermó de gravedad”.
Relata que en esa época su hija estaba internada en el hospital y no conocía a nadie en la capital, por lo que su vecina la introdujo en este mundo, en uno de los primeros bares con espectáculo de este tipo, el cual al no ser tan común sólo se les ofrecía a clientes VIP, al fondo del establecimiento.
Recuerda que con tan sólo 18 años, “moría de pena al quitarme la ropa frente a hombres extraños», pero que sus compañeras, las cuales ya eran mayores, la apoyaron y la protegieron, en un negocio que estaba en pañales en Victoria en esa época y no existía la malicia de los años recientes.
Tras pasar el tiempo, su hija mejoró y su talento también, por lo cual cambió al Batachá y al Sesteo, en donde le tomó amor al arte, practicó sus rutinas y ejercitó en el gym, hasta dar como resultado un espectáculo “aéreo” que pocas mujeres en la región podían realizar.
Abril entró por necesidad y le salvó la vida
Jubilada y vendiendo ropa por internet, Abril ha encontrado en el comercio informal una forma nueva de vida, que nunca llegará a darle las ganancias que tenía cuando bailarina, pero que al ser corrida de un día a otro, fue la única solución. A diferencia de sus compañeras no pudo marcharse del estado, al tener dos hijos en la escuela y su familia en Victoria.
Abril inició a la corta edad de 17 años, cuando decidió separarse de su entonces esposo, el cual le habían obligado a casarse sus padres, por vergüenza, después de haber quedado embarazada, producto de una violación.
“No quería estar con esa persona sólo porque mi papá me lo impuso, al poco tiempo entré a trabajar a un restaurante y un amigo me invitó a trabajar como mesera al table Venus para ganar más, ya que por mi edad no podía bailar”.
Fue entonces que inició como mesera en el antro, lo cual llamaba la atención de los clientes por su apariencia menor y generaba envidia entre las demás bailarinas.
“Mi hija se me puso al borde de la muerte por gastroenteritis, ingresó defecando sangre y con temperatura muy alta yo sin dinero para los medicamentos fue algo muy duro el decidirse entre seguir siendo mesera o ser bailarina striper, eso implicaba desnudarme frente a hombres”, recuerda Abril.
Recuerda que esa fue la peor noche de su vida, al tener a su hija internada en el hospital y ella sobre el escenario bailando, sin embargo la primer noche ganó casi 7 mil pesos, por lo que pudo pagar la atención médica.
El ganar esa cantidad la primera noche hizo que muchas compañeras se fueran contra ella, por lo que no tuvo amigas durante un tiempo, mientras que hombres mayores la llenaban de ilusiones pasajeras “la típica frase de todos, no te preocupes yo te voy a ayudar, yo te voy a sacar de trabajar”.
Platica que después de decenas de mentiras, una noche llegó un señor de pinta respetable, quien le proporcionó ayuda económica al hacerse cliente habitual a cambio de sólo platicar.
“Fue una de las mejores personas que conocí, mientras yo estaba sentada en su mesa el mandó pagar el hospital y que llevaran los medicamentos y todo lo que necesitaba mi niña. Después de eso el señor iba constante a buscarme, me dio el estudio, más nunca llegué a salir con esa persona, nunca me pidió nada a cambio”, confiesa.
El table le dio una familia a Sheila
Sheila es ama de casa y se dedica a realizar banquetes, tras una vida en la que la necesidad y el arrebato de su hija la llevó a desnudarse para poder pagar sus estudios en el extranjero.
Casada nuevamente y con dos hijos recuerda que decidió dejar el baile hace cuatro años, después de casarse con un cliente, quien era chef, pero que antes de eso trabajó en lugares como El Sesteo, California y Batachá, incluso se llegó a operar el busto para ser más atractiva para los clientes.
“Es un mundo muy difícil y lleno de apariencias, siempre te tienes que ver bien y sexy, yo me operé para ganar más dinero, pues mi pecho no era tan
grande”.
A pesar de la dureza de la vida nocturna, recuerda que nunca fue triste y siempre recibió a sus clientes con una sonrisa y mucha plática, la cual la buscaban para más que un baile.
“Me llegué a ir con algunos de ellos, tenían que pagar 500 al table para que me dejaran salir y mil 800 a mí por una hora de estar con ellos, más el motel”, aunque afirma que sólo se iba con clientes que ya conocía y nunca con alguien que le diera mala espina.
Tras pasar el tiempo conoció a un hombre, con este era diferente, ya que iba a verla sin pedirle privados y al poco tiempo se hizo su novio. En la actualidad es su esposo y son padres de dos niños.
“Afortunadamente me alejé a tiempo, antes de que se pusiera feo, es una vida en la que si pudiera elegir no lo haría de nuevo”, finalizó.
QUEDAN EN EL OLVIDO
Donde alguna vez circularon litros y litros de bebidas que aumentaran la pasión, la música no dejaba de sonar hasta ya muy entrada la noche y los caballeros salían rumbo a sus casas sin rastro alguno de estrés, ni preocupación alguna, hoy esos lugares han cambiado de rostro. Invadidos por la maleza, reducidos por el abandono y los más afortunados han cambiado de giro, pero los table dance que fueran el motor de la vida nocturna en algunas zonas de la ciudad, hoy simplemente se resignan a su destino.
Uno de los lugares predilectos de la clientela nocturna era El Batachá, por los rumbos de la avenida América Española
En la López Mateos por un tiempo estuvo el Strees Out, hoy es sede de una compañía de seguridad privada
Por los rumbos de El Mayelín, para echar una cerveza o una buena bailada, nada mejor que El Triángulo
Primero fue Cascada Club, después un table dance, también fue iglesia y hoy es un salón de eventos, por el rumbo de Tránsito
Un lugar de mucho éxito y consentido por los caballeros, El Sesteo
El famoso Capitán, con su fachada de embarcación, hoy está convertido en una tienda de materiales para la construcción