Si hay mexicanos entrañables, Rius, el caricaturista, el creador de cartones, monero político, es el más entrañable de la ironía y la sabiduría popular. Un señor de extraordinaria visión y acidez crítica y sobre todo, los brillantes y corajudos güevos para decir, escribir, dibujar y publicar.
Es el asombro de un hombre que nació para hacernos en carne propia, sin las ataduras de una conciencia sometida al poder del gobierno ni al poder del clero, ni de una aristocracia banal y fría.
Talento, imaginación, y un tiempo de calidad para realizar sus monos y sus parlamentos acomodados en una imagen que lo dice todo.
Entrañable mexicano universal cuyos libros dibujados fueron la Biblia en decenas de países del mundo. Satisfacción, curiosidad, admiración verle en las primeras planas de los periódicos del orbe y ver sus libros traducidos al italiano, inglés, francés y en idiomas en apariencia exóticos a nuestra lengua.
Rius, hombre universal que en sencilla, jocosa, güevuda caricatura vivió el poder de su dibujo, de la simpleza de sus trazos y de su atinada narrativa.
Antes del Movimiento Estudiantil de 68, a Rius lo disfrutamos en las páginas del Suplemento México en la Cultura, de la Revista Siempre y sin duda en la ácida
Revista Política, el semanario más recalcitrante de la izquierda mexicana, donde Rius dejó testimonio de su grandeza y talento con los más audaces cartones realizados a punta de güevos expuestos y bien puestos a la represión en su momento del sanguinario presidente Gustavo Díaz Ordaz, en 1968.
Su famoso cartón publicado en la primera página de la Revista Política, donde dibujó a Díaz Ordaz de sotana con el Decálogo más represivo de un presidente, que le valió el despojo de su popular revista los Supermachos, donde biografió a los dinosaurios y sus compinches, representados por don Perpetuo del Rosal, que era el famoso General Corona del Rosal, el inmutable PRI, de nuestros días… Entrañable Rius.
