Hasta hoy Murat Casab fracasa en su tarea de imponer sucesor priista
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El cónclave priista del viernes que nos antecede, desarrollado en la sede nacional, no tuvo los resultados esperados de conciliar intereses en aras de sacar un candidato de unidad para el relevo estatal.
Sin embargo el enviado centralista, José Murat Casab, insistiría hoy en el tema porque de registrarse los siete aspirantes, la asamblea podría convertirse en un pandemónium de pronóstico reservado.
Hasta el grado, incluso, de poner en riesgo el proceso electivo.
De esto bien enterados están los contendientes, pero cada cual dice estar en todo su derecho de jugar –aunque los más, con menos apoyo–, porque así lo marcan los estatutos y consigna la convocatoria.
Sobre todo cuando en la papeleta de registro cuentan con las firmas suficientes para reclamar su participación; y, de una u otra forma, acatan (seis) las directrices de quienes mandan en sus establos mientras el otro (cabeza de su propio grupo) convencido está de puntear en la carrera.
Frente a este panorama, al ex gobernador oaxaqueño sólo le queda tratar de persuadir, primero, a los cuatro con menor posicionamiento (ahí están las encuestas) antes abrirse (mañana) el registro; y en lo sucesivo (período oficial de proselitismo), buscar la declinación de los otros dos, a fin de que sólo uno acuda el próximo día 26 a la justa electoral.
La tarea luce complicada, cierto, pero no es imposible.
Y menos para un político truculento como Murat Casab, quien sabe, por tradición cómo, cuándo y hasta dónde apretarle a sus congéneres, a la hora de imponer voluntades tras un fallido intento conciliatorio.
De ahí que en cualquier momento pudiera iniciar el descarte, bajo el argumento de que los tiempos no les favorecen.
Y, hasta donde aprecio, los primeros en declinar serían Juan Alonso Camarillo, Roberto González Barba y Miguel Manzur Nader, por no tener el apoyo mayoritario estructural.
Me refiero a los comités municipales, sectores y consejeros que han comprometido su firma con los otros cuatro contendientes o aún esperan la línea centralista.
Enseguida, después del registro formal pudieran renunciar otros dos contendientes (Luis Enrique Arreola Vidal y Sergio Guajardo Maldonado) para dejar como finalistas del proceso a Luis Alejandro Guevara Cobos y Óscar Santiago Luebbert Gutiérrez.
Aunque le insisto, el escenario que se persigue es que haya un solo candidato –‘de unidad’, así le llaman pomposamente a la imposición allá en el PRI– que acate sin chistar cuanta instrucción reciba del presidente nacional partidista en turno.
Como fue hasta que llegó el hartazgo que sacó al tricolor de Palacio de Gobierno (2016).
No obstante en esta ocasión los priistas tamaulipecos reclaman que se respete su derecho a elegir, libremente, al relevo, so pena de emigrar a la oposición que les ofrece voz y voto en las decisiones y candidaturas en los procesos federal y estatal del 2018, en que se elegirán senadores y diputados federales, así como alcaldes, respectivamente.
De ello también está enterado el alto mando tricolor, por lo que dejó, para después de la asamblea nacional, la resolución del caso estatal.
Como fuere Luebbert Gutiérrez se mantiene en primer lugar en esta justa –admítanlo o no sus rivales ocasionales–, merced a su experiencia en el servicio público y madurez política.
En fin, mañana después de mediodía habrá de saberse si hay mano negra en el proceso. Y si el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) se presta a sepultar a su nomenclatura estatal imponiendo en la dirigencia a quien le significa menos probabilidades de recuperación, en lugar de apoyar todo un proyecto tangible encaminado a reagrupar, innovar y renovar al PRI a nivel estatal.
Puertas abiertas
La admisión de simpatizantes partidistas y/o ciudadanos independientes como candidatos priistas a cargos de elección popular, sin ser militantes, fue quizá lo más representativo en la XXII asamblea nacional del tricolor.
Pero no significa que lleve una dedicatoria favorable a José Antonio Meade Kuribreña (alto funcionario en los regímenes albiceleste y priista), pues como él y sin tanta promoción mediática, méritos suficientes tienen José Ramón Narro Robles y Juan Ramón de la Fuente Ramírez (ambos, ex rectores de la UNAM), para ser postulados candidatos presidenciales con miras al 2018.
Más bien, de lo que se trata es admitir (si acaso fuera el caso) como abanderado al personaje que más se ajuste a la inminente sociedad que fragua el mentado ‘PriPan’, en su obsesión de evitar que Andrés Manuel López Obrador logre su objetivo de echar de Palacio Nacional, según ha dicho él mismo, a la mafia.
El acuerdo involucra no sólo la candidatura presidencial, sino a toda la gama de abanderados al Congreso de la Unión, gubernaturas, cargos edilicios (sindicaturas y regidurías), como a diputaciones locales cuando menos de cara a los procesos federal y estatales en puerta.
Otro de los acuerdos –hasta eso bien visto–, es impedir que repitan como candidatos plurinominales del Senado a la Cámara de Diputados o viceversa, quienes ostentan un escaño o curul por ese mismo principio a fin de aniquilar el llamado chapulineo.
Obviamente, hubo otros arreglos, que modifican el quehacer público del Revolucionario Institucional, pero la esencia del conciliábulo fue abrir el abanico partidista a otras expresiones, bajo el rollo de la inclusión.
¿Es bueno o malo?
Así lo he preguntado a varios notables militantes priistas que, en top secret, aceptan que en puerta hay un entreguismo por carecer el PRI de cuadros
con credibilidad y aceptación ciudadana y lo mismo ocurre entre sus socios ocasionales, ante el crecimiento del mentado ‘Peje’.
Por eso no debe extrañar que haya una alianza PRI-PAN-PRD, con miras al proceso electoral a instalarse en septiembre próximo.
Y de ahí hacia abajo, menos.
Estatutos ultrajados
La desconfianza y pérdida de credibilidad hacia los partidos políticos que habrán de participar en el proceso electoral 2017-18, encuentra sustento en la marcada incongruencia y poca seriedad con que se conducen.
Esto lo evidencian los mecanismos antidemocráticos utilizados para renovar sus estructuras dirigentes (estatales y municipales) y sobre todo al abordar el tema de las candidaturas a cargos de elección popular que estarán en juego a partir de septiembre próximo –pese a tener definidos los estatutos y reglamentos que rigen su quehacer interno y actuación–, porque aún no se han puesto de acuerdo las cúpulas empresariales, que son las que en realidad determinan quiénes juegan o no.
Generalmente, son los grupos de interés quienes malinterpretan la reglamentación partidista, en un claro afán de adecuarla a los caprichos de las camarillas o facciones que en los procesos comiciales se adueñan de los membretes.
A este preocupante fenómeno, por cierto, no escapa ningún partido tradicional ni los de reciente creación.
Es más, cuando de pelear se trata para defender parcelas, los jefes de los clanes pierden la compostura y no asoman el menor pudor al exhibir sus mezquindades que degradan y enturbian la vida democrática de las organizaciones, como se ha visto durante (al menos) las últimas tres décadas.
Así, los pleitos de lavadero sesgan los buenos propósitos y exhiben falta de ética, de principios y sobre todo de madurez política, por lo que los partidos han dejado de ser espacios ideológicos para convertirse en pancracios donde afloran pasiones e intereses individuales y sectarios.
Hay más: la lucha resulta encarnizada hacia adentro de los partidos, cierto, pero al exterior no es menos halagadora.
Corrientes malogradas
Bajo este panorama, es harto notorio que cuando la dirigencia de un membrete se confronta con los adversarios no mide consecuencias y usa cualquier recurso para degradarlos y tratar de anularlos.
El colmo surge cuando les da por establecer alianzas (en apariencia sustentadas en la coincidencia de proyectos), para postular a personajes con arraigo y posibilidades reales de ganar, ya que, las más de las veces éstas se pactan al vapor y sin reglas claras, u obedeciendo a mandatos centralistas.
De ahí que no deba extrañarnos la manera poco cordial en que los aliados de coyuntura pudieran mostrar sus diferencias.
Por cierto, alzando el tono de su voz en contra de los intereses de sus socios ocasionales, para (como siempre) echarse en cara el modo burdo y ruin de imponer voluntades, a fin de alcanzar las posiciones que con candidatos unipartidistas no son capaces de ganar.
Acá en Tamaulipas ya empiezan a registrarse fuertes jaloneos entre los aspirantes a las candidaturas a alcaldes y diputados federales, cuyos grupos afines no quieren esperar a que su nuevo dirigente les de la voz de arranque.
Y durante este ‘ensayo democrático, los cabecillas de oposición han hecho todo tipo de acusaciones principalmente contra sus pares del PRI y PAN, mientras algunos de sus militantes más destacados, pero con muy pocas posibilidades de ser nominados, amenazan ser los escurrimientos del presente, ‘pero en favor del cambio y del avance democrático’, según dicen.
Resultado de lo anterior es la pérdida de credibilidad partidista.
Y de las escisiones, en el momento preciso hablaré ampliamente.
O sea, de quienes ya causaron alta como militantes en Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Reacción esperada
Los acontecimientos cruentos suscitados allá en Reynosa, en los últimos días, son consecuencia de la acción gubernamental en su objetivo de no tolerar que se siga transgrediendo la ley, para así recuperar la seguridad que tanto reclama el conglomerado.
A los grupos delincuenciales se les ha pegado donde más les duele económicamente: cierre de tables dance, casinos, garitos encubiertos, la venta de combustibles robados, y bebidas preparadas; la cancelación de permisos a concesionarios cuyos taxis servían para cometer secuestros, entrega de enervantes y al ‘halconeo’, entre otras acciones.
Así hay que entenderlo para evitar malas interpretaciones.
Cierto es que, en cualquier momento, ocurren enfrentamientos entre las corporaciones encargadas de combatir el crimen y malhechores pero no por ello debe satanizarse a las fuerzas armadas, porque éstas simple y llanamente responden a la agresión. O atienden su tarea, de perseguir trúhanes.
Las estadísticas oficiales consignan el aniquilamiento de ‘cabecillas’ que entre sí se tirotearon en su disputa por la plaza, tanto como muertes derivadas en su desafío armado con federales, soldados y marinos.
Hace días, ocurrió en el penal un enfrentamiento entre internos, que arrojó aniquilados y heridos producto del reacomodo de ‘gavillas’, que, al sentirse ‘agredidas’ por la disposición oficial de retirarles privilegios, para evitar autogobiernos, causaron la pelotera.
En términos cuantitativos es significativo el número de reos abatidos en la reyerta, pero visto cualitativamente, se ha avanzado en el proyecto de acabar con la delincuencia.
Aquí entonces aplicaría la teoría de que a cada acción obedece una reacción.
Se lo comento porque hasta donde he visto el gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca está dispuesto a devolverle a Tamaulipas la paz y tranquilidad.
Y en su cometido no le importa pisar callos ni se acobarda.
Prueba de ello es que sigue metiendo orden en los penales.
Y con la ayuda de las fuerzas federales combate el crimen con todo.
Así que no me extraña la reacción delictiva ante al embate oficial en aras de reestablecer la seguridad en Tamaulipas como ha ocurrido en la víspera.
Aspiraciones encubiertas
Por más que las dirigencias partidistas traten de frenar los aceleres de sus cuadros con el rollo de que todavía no es el tiempo para ocuparse de las candidaturas, lo cierto es que en la geografía tamaulipeca se ha producido cualquier cantidad de ‘destapes’ prematuros o estériles, con relación a las candidatura al Congreso de la Unión y las 43 alcaldías.
Hay dos motivos que animan esa actitud:
1) Quienes más se auto promueven como precandidatos lo harían con la intención de alborotar las aguas a fin de presionar a la jerarquía partidista para que no los pierda de vista, desde ahora, en el hándicap rumbo al 2018; y
2) Por la calentura de los aspirantes que ya se sienten amarrados.
En el caso del partido albiceleste, sé que el jefe del Ejecutivo estatal no quita ni anima aspiraciones. Sólo observa la actitud y los discursos de los madrugadores, que esta vez ofrecen la impresión de haber sido seducidos por ‘el canto de las sirenas’.
De ahí sus encubiertas campañas de posicionamiento, aunque su final podría ser semejante al de los imprudentes marinos de la leyenda plasmada en ‘La Odisea’, donde se cuenta que allá en el Mediterráneo estos fueron embelesados por los cánticos de la mítica especie (mitad mujer/mitad pez), perdiendo así el control de su embarcación y morían estrellándose contra los arrecifes, para (enseguida) ser devorados por las sirenas.
En el caso de los pretendientes a las alcaldías, un nutrido número de aspirantes aún despacha en la estructura gubernamental; otros son diputados locales y hay quienes ocupan cargos partidistas.
Pero todos se mueven agazapados, manteniendo supuestamente la disciplina y ‘trabajando cabalmente’, en las funciones conferidas.
Obviamente no hay quien les crea, por lo que acudo a una cita de Jesús Reyes Heroles que bien podría ser aplicada a su persona.
Dice:
Siendo Manuel González Presidente de México, estuvo a visitarlo Porfirio Díaz, quien comentó:
–No tengo ambiciones, compadre.
‘El Manco’ –nativo de Tamaulipas–, hizo como que no oía. Pero a cambio empezó a abrir y cerrar los cajones de su escritorio ante el asombro del oaxaqueño, quien no pudo calmar su curiosidad y espetó entonces:
–¿Qué busca, compadre?
–Al pendejo que se lo crea, compadre –aclaró Manuel González.
Impudor legislativo
La procacidad es un vicio generado por alteración mental. Una fuga para quien no sabe admitir sus propios yerros. La salida fácil que conduce al olvido cuando ya no existe vergüenza. Ni pudor. Menos dignidad.
Antaño era costumbre que la política fuera práctica de hombres. Y que como hombres se respondiera, con argumentos sólidos, a los cuestionamientos públicos generados por las fallas, omisiones e incluso aquellos provocados indirectamente.
Pero esto no ocurre hoy, qué va, porque la política se ha prostituido y el ejercicio legislativo ha caído en otras manos, donde el pundonor y la honestidad no tienen valor alguno.
De ahí que haya legisladores albicelestes que se tornen cínicos cuando no pueden ni quieren responder a la verdad con la verdad, sino con medias tintas.
La insolente actitud de esos representantes populares, por tanto, no me extraña, pero sí atrapa mi atención la postura asumida por sus (ayer) acusadores que (hoy) parecen haber caído en la complicidad puesto que ni un pelo le han tocado a quienes otrora saquearon las arcas públicas.
¿Se trata de una connivencia encaminada a perdonarlos?
Y que conste, siempre he criticado a los legisladores que atentan en contra del pueblo.
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