MEXICO. Las constantes amenazas bélicas entre Estados Unidos y Corea del Norte despiertan la atención de periodistas, dirigentes políticos, activistas y de la opinión pública mundial. El foco se centra, principalmente, en el régimen totalitario norcoreano —motivos hay de sobra—, mientras que su enemigo, Corea del Sur, es presentado como un potencial modelo a seguir. Sin embargo, cabe preguntarse si el desproporcionado capitalismo sureño es mucho mejor que el comunismo extremista de Pionyang. La respuesta parece ser que no.
En realidad, el país de la península coreana cobijado por Donald Trump está lejos de ser una sociedad ideal. Las cifras no mienten: en 2012 la Organización Mundial de la Salud (OMS) sostenía que “la República de Corea registra la tercera tasa de suicidio estimada en todo el mundo”. El primer puesto de esta lúgubre estadística recae en Guyana, con 44 suicidios cada 100.000 habitantes. Siguiendo la misma proporcionalidad, desde 2003 Corea del Sur lidera la tabla de poblaciones infelices entre los países desarrollados con 29,1 decesos voluntarios. Algo que no funciona.
Al maximizar el dato, resulta si cabe más impactante, pues de sus casi 50 millones de ciudadanos, 15.000 se quitan la vida cada año. Es decir, 41 suicidios diarios de promedio. Estos datos lo recoge el periodista argentino Julián Varsavsky en el libro ‘Dos caras de una misma Corea’, donde junto a su colega Daniel Wizenberg, descifra las enormes diferencias entre el norte y el sur, pero también puntos en común. Por ejemplo, sus sistemas políticos y económicos, opuestos al extremo, casi de igual manera.
¿Por qué se quitan la vida los surcoreanos?
La contestación a esta pregunta no es sencilla. Si recurrimos a los clásicos, el reconocido sociólogo francés, Émile Durkheim, decía a fines del siglo XIX que si se consideran los suicidios en su conjunto, en el marco de un entorno y cantidad de tiempo determinada, y no de forma individual, se puede analizar un fenómeno social. En este sentido, argumentaba que, según sea el contexto, el número de personas que se quitan la vida suele mantenerse sin grandes cambios, a menos que haya algún acontecimiento o variable que produzca una ruptura social. El caso de Argentina es un claro ejemplo de ello: desde 2000 a 2003, en medio de una importante crisis económica y política, el número de suicidios por cada 100.000 personas ascendió de 7,6 a un pico histórico de 8,7, según informó su propio Ministerio de Salud.
En Corea del Sur existe un prestigioso examen llamado ‘Suneung’ que se traduce en un ‘ránking’ nacional y que define el acceso a las universidades del país; de tal forma que aquellos que obtienen las notas más altas van a las mejores academias, mientras que a los demás les aguarda un porvenir más desfavorable. Esta prueba tiene una gran importancia en la sociedad surcoreana, ya que determina el futuro acceso al trabajo y la calidad de vida de los individuos. El día de la evaluación, todos los medios de comunicación realizan grandes coberturas de esta jornada trascendental.
“El mayor estrés es el estudio. Los alumnos descansan mucho menos que el resto porque el final es incierto hasta el día del examen, cuando hay un pico máximo de tensión”, comenta el autor. En su visita a instituciones educativas, el reportero se sorprendió al ver una considerable cantidad de chicos dormidos sobre los pupitres. De hecho, el pensador surcoreano Byung Chul Han sostiene que se trata de una “sociedad del cansancio”, algo que el entrevistado pudo comprobarlo personalmente. “Según la Fundación para la Promoción de la Salud, en 2014 la mitad de los estudiantes pensó alguna vez en la posibilidad del suicidio. En 2013, un total de 7,8 jóvenes entre 9 y 24 años de cada 100.000 lo llevaron a efecto”, destaca en su obra.
Con informacion de RT.