18 abril, 2025

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La Hacienda de los Meade…y su castillo medieval

Junto con El Cojo, fue una de las haciendas más grandes de Tamaulipas. Tenía una superficie de 55 mil hectáreas, de cerro a cerro, “hasta donde alcanzara la vista”, como se decía en la época; esa era la gran hacienda de El Naranjo

El Naranjo fue una hacienda que se formó a raíz de la desintegración de la antigua hacienda única se “Sitios de la Huasteca” y más tarde “San Juan Evangelista del Mezquite y Anexas”, la que ocupaba una buena porción de la Huasteca potosina y en menor medida del Sur de Tamaulipas. El Naranjo fue propiedad de la familia Meade Trápaga, radicada en Tampico, con fuertes ligas con la elite económica y social del puerto jaibo y con la ciudad de San Luis Potosí.

En 1791, en lo que es ahora el casco de la hacienda al parecer ya existía una construcción rústica y sencilla con techos de teja.

Según relataba el difunto cronista mantense, don Juan José Mata Bravo, dentro del terreno de la hacienda se encontraba la terminal de vapores de Tampico a Tantoyuquita. La hacienda pues, era un punto vital de comunicación entre el puerto y el resto del país o del extranjero.

La gran Hacienda de El Naranjo
En el año de 1869, el dueño de la hacienda de El Naranjo era el señor Blas Escontría, quien además compró varios terrenos colindantes. Don Ángel Saínz Trápaga, uno de los más acaudalados comerciantes de Tampico en la segunda mitad del siglo XIX, adquiere la hacienda el 26 de agosto de 1899 para su única hija: Joaquina Sáinz Trápaga de Meade; pues se da cuenta del potencial ganadero y situación estratégica de sus tierras. También pasaron a ser de su propiedad los terrenos anexos de
Tantoyuquita, comprendiendo todas sus fincas, llanos, usos, costumbres, servidumbres, fábricas, materiales, enseres, muebles y objetos vendidos a perpetuidad.

Para esa época, la nueva dueña tenía 3 años de casada, pues en 1896 se había unido en matrimonio con don Harold Gerardo Meade Lewis, con quien procrearía dos hijos.

La superficie de esta hacienda abarcaba aproximadamente de 55 mil a 60 mil hectáreas, colindando al Norte con la raya de Las Ánimas; al Sur con el río Santa Clara o de El Naranjo, que era el límite con las haciendas de El Tulillo y El Atascador; al Este con el río Tamesí o Guayalejo, y al Oeste con la sierra de El Abra-Tanchipa.

Joaquín Meade, ilustre historiador y nieto de don Ángel Saínz Trápaga, en su Monografía de la Huasteca tamaulipeca, relata que la hacienda ganadera mejor organizada de Tamaulipas y que contaba con unas 15 mil cabezas de ganado mayor de cría y de 4 a 5 mil yeguas, por lo que su caballada y mulada fue la de más renombre en la Huasteca. En Tantoyuquita, junto al río Tamesí, tenía magníficos potreros de engorda de zacate guineo. Se habían abierto, a través del bosque, cerca de 100 km de brechas y caminos para arrear el ganado; y en su mejor época estuvo totalmente cercada con alambre. La familia Meade Trápaga utilizó el riego en forma prominente.

Tal era su prestigio social de los Meade, que la primera piedra de la capilla de la hacienda la colocó el primer obispo de Tamaulipas, monseñor Ignacio Montes de Oca.

Igualmente en 1898 visitó la hacienda el propio presidente Porfirio Díaz en plan de cacería, cargando un furgón de venados que salaron para conservar la carne.

En el año de 1910 había en la hacienda una escuela mista y servicio de telégrafos.

El Castillo de Nueva Apolonia
Extravagantes y refinados en sus hábitos, los Meade construyeron el casco de la hacienda a semejanza de un antiguo castillo medieval, lo que constituyó un
extraordinario contraste en la arquitectura regional.

Según algunos datos, la construcción del castillo se inició en 1891, pero fue a principios del siglo XX, cuando Joaquín Meade dio al firme edificio de mampostería,
forma de castillo español.

Tal era su prestigio social de los Meade, que la primera piedra de la capilla de la hacienda la colocó el primer obispo de Tamaulipas, monseñor Ignacio Montes de Oca. En ese lugar eran sepultados los miembros de la familia. Era exclusiva, como pasaba con otras haciendas.

La magnífica casa de la hacienda se construyó con tres tipos de material: en su mayor parte se empleó piedra de la región unida con argamasa, siendo ésta la fase de construcción más antigua; posteriormente se levantaron algunos muros con ladrillo fabricado junto al casco en una ladrillera de buena producción; y finalmente, se utilizó cantera en escaleras, barandales y fachada principal de la casa. La cantera fue traída, por ferrocarril, desde la ciudad de San Luis Potosí hasta la Estación Velasco, y de ahí transportada por tierra unos 34 km hasta el castillo. Contaba también con una calera propia en la sierra donde se producía cal de excelente calidad.

La cacería era común, pues la fauna silvestre era muy abundante y variada: había venado cola blanca, jabalí, tigre o jaguar, puma, guajolote silvestre, coyote, zorra, tejón, faisán ajol, perdiz o gallina de monte, codorniz y pato. En 1898 visitó la hacienda el propio presidente Porfirio Díaz en plan de cacería, cargando un furgón de venados que salaron para conservar la carne.

A la entrada, como sucedía con las grandes haciendas de la época, se encentraba el llamado Libro de Oro, o de visitas de los grandes personajes de la época porfirista. Allí estamparon sus firmas y pensamientos, o mensajes para los hacendados, desde el Presidente Porfirio Díaz hasta sus colaboradores y miembros del gabinete. También desfilaron Gobernadores del Estado y hombres prominentes de las artes y la ciencia. Asimismo figuras de la época de la Revolución y de la
posrevolución, pues se dice que allí se organizaban grandes banquetes y bailes de lujo.

Aunque deteriorado por el curso del tiempo, el castillo, sigue siendo un atractivo para los visitantes locales y turistas que pasan por el poblado que tomó el nombre de Nueva Apolonia.

Fin de una época
Como todas las grandes haciendas porfirianas, El Naranjo tuvo su fin. Después de 1910, llegaron a la hacienda varias partidas de revolucionarios para surtirse de ganado vacuno y caballar y monturas; tal es el caso de las fuerzas de don Jesús Carranza, quienes se llevaron ganado vacuno a la frontera para cambiarlo allí por armas, o como Manuel C. Lárraga, que en septiembre de 1913 se llevó caballos, mulas, dinero de la raya y algunas armas.

Afectaciones agrarias, expropiaciones y ventas
Al fallecer doña Joaquina Sáinz Trápaga viuda de Meade en el año de 1951, la gran hacienda de El Naranjo es dividida en dos partes iguales para adjudicarlas a sus dos únicos hijos: la parte Occidental, con más de 25 mil hectáreas en el municipio de El Mante, es heredada por el señor Joaquín Meade; y la parte Oriental, con una superficie de 34,684 hectáreas que abarcaban el casco de la hacienda y parte del municipio de González, le es adjudicada en 1954 a Walter Meade. Este último, a su vez, vende al señor Robert Mallory Harris 12,150 Hs. en 1954, y en el año de 1956 donó a su familia la cantidad de 3, 296 Hs., quedándose solamente con 17,238. Sin embargo, parte de esta superficie le fue expropiada por el gobierno. Por último, Walter deja a su esposa, María de los Ángeles Sánchez Sarachaga de Meade, como única y universal heredera de las 208 Hs. restantes de su propiedad, las cuales incluían el casco de la hacienda.

Posteriormente, María de los Ángeles vende la propiedad y cede los derechos hereditarios al señor Víctor Rivero Azcárraga quien a su vez cede los derechos a Manuel A. Ravizé; en 1970 Guillermo Manuel Meade compra los derechos hereditarios y recupera el casco de la hacienda. Al morir en 1993, deja como herederos a su esposa, María Luisa Díaz de León de Meade y a sus hijos: Guillermo Luis, Éric, Jorge Gordon y Mariana Meade Díaz de León, representados en la actualidad por Éric Meade Díaz de León. La parte occidental también desapareció por afectaciones agrarias y por la venta de pequeñas porciones de la propiedad a muchos agricultores y vecinos del municipio del Mante, los cuales las destinaron para la agricultura.

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