Era la víspera de la Navidad cuyos efectos todavía retumban en mi cabeza, no cruzamos ni una sola palabra, pero su imagen recia, y extraordinariamente conservada, me jalaron a los días más terribles de su vida allá por el 94, cuando mataron a José Francisco Ruiz Massieu y su esposo Manuel Muñoz Rocha desapareció.
Ella atrás del mostrador de lo que antes fue Las Tres Marías y yo en la mesa uno, yo divagando en los meses posteriores al asesinato del entonces Secretario General del PRI que coincidieron con mi entrada formal a los medios de comunicación, primero al Expreso y luego a ELNORTE.
Mientras capeaba las tortillas recién hechas y separaba el queso fundido del sartén caliente, imaginé a la Marcia que enfrentó el acoso federal por la cacería que emprendió el gobierno priísta contra su esposo Muñoz Rocha al que acusaron de la muerte de quien se suponía era un gran amigo.
Además de las visitas a veces poco amables de los federales, Marcia tuvo que acostumbrarse al asedio de los medios de comunicación, a los que optó por recibir en montón, porque cuando había novedades del caso recibir de uno a uno era cosa de no terminar.
Tuve la suerte de verla dos o tres veces en exclusiva, en su casa, la vi fruncir el ceño y apretar los ojos para contener el llanto, ese que ante un periodista jamás se permitió.
Mientras rascaba con ahínco el trasto del huevo verde, recordaba aquellas declaraciones que a simple vista la presentaban como una mujer fría, poco sensible, pero que evidentemente había sacado fortaleza y temple del vendaval que tenía encima: policía, medios, sociedad y una familia que mantener a flote.
“No tengo la menor duda: mi esposo jamás aparecerá. (Manuel Muñoz) Esta muerto”, me dijo por aquellos días, como se lo repartió a cuanto corresponsal le insistía sobre el paradero de su marido al que nunca dudó ya lo habían matado.
“Si él estuviera vivo, de alguna forma me lo hubiera hecho saber. Estaría muy preocupado, un hombre como Manuel, apegado a su familia, con profundo amor a sus hijos, ya hubiera dado señales de vida. No lo hace porque está muerto. Lo asesinaron”.
Marcia ya doblaba la tercera quesadilla, pero yo seguía sin comprender, como hace 23 años, cómo es que una mujer soporta el mundo que se le vino encima y habla de su esposo ‘muerto’ sin quebrarse, va y viene de diligencia en diligencia y se conserva erguida ante una sociedad que la pudo haber condenado junto a Muñoz Rocha.
Vi cuando le dio el plato con una de rajas con elote, otra con huevo verde y la tercera de frijoles refritos a quien me la trajo a la mesa, donde de la primera taza de café no quedaba nada.
Recordé aquella entrevista, una de mis primeras para EXPRESO que titulamos ‘Marcia Cano: de las pesadillas a las quesadillas”, porque aún antes de Las Tres Marías, que por cierto hoy se llaman Mariquekas, Marcia nos adelantó que dedicaría su tiempo a ese negocio.
Poco a poco las quesadillas fueron desapareciendo de mi plato, mientras reflexionaba sobre la lucha de esta mujer para lograr que las autoridades declararan oficialmente muerto a su esposo, primero en el 99 fue formalmente reconocido como desaparecido. Hasta el 2009 declararon prescritos los delitos de asesinato, asociación delictuosa y
otros.
Son 23 años de una tragedia que le cambió la vida a ella y a sus hijos, que convulsionó por varios días a la política de Tamaulipas, porque muchos eran sospechosos, porque la cacería de brujas entonces hizo pagar a algunos inocentes, pero Marcia sigue ahí, como un roble.
En el inter, entre la tragedia y nuestros días, Marcia ha visto a su familia crecer y multiplicarse, Manuel Muñoz Cano, al que entonces ella llamaba ‘Manuelito’, al que los días negros le sorprendieron con 23 o 24 años, pudo abrirse paso en la política estatal y hasta hacer grilla en varios estados.
Aquí fue coordinador de la campaña a gobernador de Rodolfo Torre Cantú y antes había sido Secretario de SEDESOL, en Chiapas figura como ‘headhunter’, como lo fue en Matamoros; siempre será el hijo de Muñoz Rocha, pero más es el hijo de Marcia.
Sin más quesadillas que deglutir, como entré salí, apenas crucé miradas con Marcia, ella no recuerda mi rostro (que sí ha sufrido los embates del tiempo), pero me retiré con la conclusión de que puedes tener sobre tu ser el peor de los escenarios, el más negro de los pronósticos, pero siempre hay una salida, Marcia es un ejemplo de que la
vida es como te la tomas.
Una disculpa por escribir en primera persona, pero son días de reflexión, estamos a unos días de terminar un año más y es pertinente comenzar a hacer las cuentas personales y por ello las historias de vida como la que me topé son válidas… ¿verdad que a veces hacemos una tormenta en un vaso de agua?.
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