CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Ciudad Victoria, “ciudad limpia, ciudad amable”… así reza el slogan usado hace muchos años para describir a la capital tamaulipeca. Eran días en que la urbe se podía recorrer a pie y hasta sobraban energías. Época en que los valores regían el comportamiento y la conducta de las personas que habitaban este bendito rincón del noreste mexicano.
Pero los tiempos cambian, y la vida se apresura con cada hora, cada día, semana y quincena. Todo se ha vuelto prefabricado y hasta desechable… y lo desechable suele convertirse en basura en cuestión de minutos.
Hoy en día es común ver automovilistas que extienden la mano fuera del coche para tirar basura a plena luz del día. Lo peor es que muchos de ellos creen que es completamente normal ensuciar la vía pública, como si fuera un derecho que les otorga la Constitución Mexicana. Pero no es así.
Por fortuna existe un contingente de personas cuya labor es dejar las calles libres de basura. Así, “a la antigüita” Armadas con una escoba, recogedor y un tambo recorren las venas de la ciudad limpiando el cochinero que muchos de nosotros creamos. El Caminante decidió ir a conocerlos personalmente.
Son los trabajadores y trabajadoras de barrido manual que se encargan de arreglar “nuestras vergüenzas” y nuestra falta de cultura para conservar limpia la ciudad.
Pero esta no es una labor sencilla por más que lo parezca.
Para empezar, los tramos que les toca limpiar no son para nada pequeños. Por ejemplo: un trabajador tiene la responsabilidad de barrer la calle Hidalgo desde el “cinco” hasta el “dieciocho” (13 cuadras lineales) además en cada esquina avanzar hasta mitad de cuadra en ambos sentidos, lo cual representa otras 13 cuadras ‘atravesadas’. Esto suma 2 mil 600 metros lineales. Y si se multiplica por los diez metros de ancho que mide cada calle, se obtiene la exorbitante suma de 26 mil metros cuadrados barridos ¡Diariamente!
Pero para muchas de las personas que se dedican a esta importante labor el trabajo (y el sacrificio) empieza desde horas antes.
Tal es el caso de Adriana, que combina este trabajo con el cuidado de sus dos pequeños hijos. Como madre soltera se debe dar el tiempo para atenderlos y trasladarse desde su domicilio en la colonia San Marcos 2, hasta el campamento en el 6 ceros Matamoros. El “viajecito” para llegar a su trabajo dura una hora.
Afortunadamente cuenta con el apoyo de sus padres que también desde hace 25 años se dedican a esta importante labor y conocen perfectamente las exigencias de su tarea.
Los papás de Adriana se desempeñan en el turno de la mañana. Su hora de entrada es a las 6 am. Y terminan a las dos de la tarde. A la 1 pm Adriana toma el microbús y deja encargados a sus hijos una hora en lo que llegan los abuelos y se hacen cargo de los pequeños. “Se gana poco, pero es seguro”, comenta la trabajadora municipal.
Sin embargo la barrida es solo una parte del esfuerzo. En días de mucho frío hay que ‘apechugar’ y entrarle a la chamba con todo y dedos entumidos. De igual forma cuando llueve.
Y como negar el peligro que representan los cafres que les pasan “por un ladito” y que incluso han llegado a empujarlos o que estrellan sus espejos retrovisores en los tambos. Ha habido ocasiones en que son agredidos por automovilistas encabronados por no poder avanzar “a sus anchas” mientras los de barrido manual realizan su trabajo.
A decir de Jaime, otro de los trabajadores de este departamento siempre hay necesidad de mejorar el equipo pues aunque los dotan de chalecos con franjas reflejantes e impermeables, con la chinga diaria se van desgastando y es necesario reemplazarlos.
Jaime tiene ya dieciocho años en este trabajo. Comenta que cuando estuvo en el turno de la mañana lo más difícil fueron las desmadrugada, pero “a todo se acostumbra uno” afirma.
Comenta que los días en que las calles están más sucias son los lunes, pues aunque en fin de semana hay trabajadores de guardia haciendo la chamba, es difícil darse abasto con tanto desecho generado en sábado y domingo.
Del turno de la mañana son Ana, Juanita e Idalia. Ellas recién terminaron su tarea asignada y se toman un breve descanso en la plaza del ocho.
Doña Ana comenta que le molesta la gente que tira papeles o basura “a lo descarado” y más de una ocasión les ha llamado la atención a esos malos ciudadanos.
“Les digo oiga no ve que acabo de barrer y usted tirando basura y ¡me responden que para eso nos pagan!”
Los del turno matutino se la tienen que “rifar” los días de tianguis, pues tanto el de “la estación del ferrocarril” el de la “Modelo” y el de la avenida de la Paz producen montones de basura y el horario suele extenderse hasta dos horas más para limpiar todo el cochinero que queda. Lo mismo para los que le toca asear después del libre 17.
Sin embargo y muy curiosamente, los trabajadores de barrido manual no se quejan ni se lamentan de el servicio que prestan, al contrario, les causa mucha satisfacción ver como su zona de trabajo ha quedado limpia. Por eso es necesario que como ciudadanos hagamos conciencia y procuremos ensuciar lo menos posible nuestras calles, áreas verdes y demás lugares de la vía pública.
Los trabajadores de limpieza empiezan a hacer camino hasta el punto de reunión para regresar al campamento. Doña Ana aprovecha para predicar las santas escrituras a todo aquel que se le acerca mientras le da vuelo a la escoba y al recogedor. Ella sí que toma al pie de la letra el eslogan de, “ciudad limpia, ciudad amable” al compartir el evangelio y a la vez mantener limpia la ciudad.
El Caminante se despide y sigue su trayecto muy contento de haber conocido a tan notables personajes, pero eso sí, sus pasos recorren ahora una calle limpia, gracias a los elementos de barrido manual que cumplen su misión con entusiasmo y diligencias. Demasiada pata de perro por este día.