CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- En Ciudad Victoria, de nueve haciendas que existían en Victoria, sólo tres siguen en pie: la de Tamatán, utilizada hoy como oficinas de gobierno; las Adelitas, que cuenta con una cuadra de caballos y sirve como casa habitación, y la hacienda “Las Vírgenes”, que irónicamente funciona como motel. Pero si buscan las de El Retiro, San Pedro, La Misión o San Luisito, quedan solamente unas piedras, algún par de columnas o sólo muros.
En el resto del Estado, este tipo de propiedades tuvo su auge en el porfiriato, y a coninuacion hablaremos de algunas de las más famosas.
Hacienda de Las Antonias
El 19 de noviembre de 1876, a la hacienda de las Antonias, en el actual municipio de Bustamante, llegaron 2,000 soldados federales de línea bajo el mando del Gral. Pedro Martínez, quien marchó desde Monterrey llevando la misión de pacificar el Estado y terminar la sublevación tuxtepecana de Tamaulipas encabezada por el gobernador Servando Canales. Martínez encontró a Canales en Las Antonias el 18 de noviembre de 1876, al frente de 1,500 hombres rebeldes.
En esta batalla, las fuerzas de Canales lamentaron la muerte del coronel Eugenio Loperena, mientras que los lerdistas perdieron toda su artillería y una gran cantidad de pertrechos, así como 700 prisioneros. El combate fue encarnizado y en cierto momento de confusión del enemigo lerdista, Canales mandó avanzar en columna a unas 500 mujeres que montadas presenciaban el combate, lo que produjo verdadero pánico y la dispersión no se hizo esperar. Pero las bajas de las tropas del Gobernador aunque también fueron importantes, no impidieron salir victoriosos de la Batalla.
El Naranjo, hacienda quinterence
El Naranjo fue una hacienda que se formó en el municipio de Quintero a raíz de la desintegración de la antigua hacienda única de “Sitios de la Huasteca” y más tarde “San Juan Evangelista del Mezquite y Anexas”, la que ocupaba una buena porción de la Huasteca potosina y en menor medida del Sur de Tamaulipas. Fue propiedad de la familia Meade Trápaga, radicada en Tampico, con fuertes ligas con la elite económica y social del puerto jaibo y con la ciudad de San Luis Potosí.
En el año de 1869, el dueño de la hacienda de El Naranjo era el señor Blas Escontría, quien además compró varios terrenos colindantes. Don Ángel Saínz Trápaga, uno de los más acaudalados comerciantes de Tampico en la segunda mitad del siglo XIX, adquiere la hacienda el 26 de agosto de 1899 para su única hija: Joaquina Sáinz Trápaga de Meade; pues se da cuenta del potencial ganadero y situación estratégica de sus tierras. También pasaron a ser de su propiedad los terrenos anexos de Tantoyuquita, comprendiendo todas sus fincas, llanos, usos, costumbres, servidumbres, fábricas, materiales, enseres, muebles y objetos vendidos a perpetuidad.
La superficie de esta hacienda abarcaba aproximadamente de 55 mil a 60 mil hectáreas, colindando al Norte con la raya de Las Ánimas; al Sur con el río Santa Clara o de El Naranjo, que era el límite con las haciendas de El Tulillo y El Atascador; al Este con el río Tamesí o Guayalejo, y al Oeste con la sierra de El Abra-Tanchipa.
Tal era su prestigio social de los Meade, que la primera piedra de la capilla de la hacienda la colocó el primer obispo de Tamaulipas, monseñor Ignacio Montes de Oca. Igualmente en 1898 visitó la hacienda el propio presidente Porfirio Díaz en plan de cacería, cargando un furgón de venados que salaron para conservar la carne.
Extravagantes y refinados en sus hábitos, los Meade construyeron el casco de la hacienda a semejanza de un antiguo castillo medieval, lo que constituyó un extraordinario contraste en la arquitectura regional.
Según algunos datos, la construcción del castillo se inició en 1891, pero fue a principios del siglo XX, cuando Joaquín Meade dio al firme edificio de mampostería, forma de castillo español.
Tal era su prestigio social de los Meade, que la primera piedra de la capilla de la hacienda la colocó el primer obispo de Tamaulipas, monseñor Ignacio Montes de Oca. En ese lugar eran sepultados los miembros de la familia. Era exclusiva, como pasaba con otras haciendas.
Una hacienda de Tula compite en el extranjero
El 1 de mayo al 10 de noviembre de 1878, se desarrolló en París, Francia, la tercera Feria Universal. El tema de ese año fue la Agricultura, Artes e Industria. México fue representado por varias entidades, entre ellas Tamaulipas, siendo el Distrito de Tula un digno representante, pues obtuvo el premio de medalla de plata, el ixtle que se cosechaba en la hacienda tamaulipeca de los Ébanos.
Los edificios y el recinto ferial estuvieron prácticamente inacabados hasta el día de la inauguración, ya que complicaciones políticas impidieron al gobierno francés prestar más atención a la exposición. Como dato curioso, en ese certamen internacional se presentó al público la cabeza de los que se convertiría en la estatua de la libertad.
La chamaleña de Ocampo, Tamaulipas
Esta hacienda tamaulipeca tiene su origen el año del Señor de 1613, en épocas del virrey don Diego Fernández de Córdova. Años después paso a ser propiedad de los padres Carmelitas de San Luis Potosí. Tras la consumación de la independencia la hacienda perteneció a diferentes propietarios, entre ellos el general Miguel Blanco, quien durante el gobierno de Benito Juárez se desempeñó como secretario de Guerra y Marina. Tiempo después pasó a ser propiedad de los hermanos Don Pablo y Don Luis Ibarra y Garíbar,
Quienes vendieron sus derechos a don Cruz García Rojas el 5 de diciembre de 1885. Este último se endeudó con el Banco Hipotecario de México y al no poder liquidar, la hacienda paso el 6 de noviembre de 1894 a ser propiedad de la entidad bancaria, misma que se las vendió a principios del siglo XX a los norteamericanos que encabezaba el sheriff Blalock.
Cuenta la historia, que a principios del siglo XX el sheriff Blalock persiguió a un criminal hasta México y que durante esa comisión, conoció y se enamoró de las tierras Huastecas del Sur de Tamaulipas.
Para 1902 George E. Blalock tenía 47 años y acababa de terminar su periodo como sheriff, labor que complementó con el comercio y la agricultura. En su vida personal era padre de cuatro hijos; tres varones y una mujer.
La idea de Blalock para adquirir tierras en la huasteca tamaulipeca empezó pronto a tomar rumbo, por lo que busco a más estadounidenses para asociarse y comprar una gran cantidad de tierra. A finales de septiembre de 1902, Blalock inspeccionó la tierra y le pareció muy adecuada para sus propósitos, además de encontrarla en muy buen precio, por lo que no dudó en dar un anticipo para asegurar la tierra. Con las tierras aseguradas, se reunió con sus socios en Estados Unidos y se preparó para formalizar legalmente su asociación mediante la creación de una sociedad anónima.
El acuerdo final para la compra de la hacienda de El Chamal fue cerrado el 13 de enero de 1903. En total, George E. Blalock y sus socios adquirieron 57, 000 acres de tierra en los municipios de Ocampo y Antiguo Morelos.
La Sauteña: La gran hacienda tamaulipeca
La hacienda de La Sauteña surgió en 1781 al recibir Antonio de Urízar y Bernardo de Sauto, comerciantes del centro de la Nueva España, la merced de 658 sitios de tierra de ganado mayor, que comprendía un espacio situado entre los ríos Conchas y Bravo, desde el Golfo de México hasta los límites con el Nuevo Reino de León. Dada su enorme extensión, más tarde la propia corona española ordenó su poblamiento en 1805, so pena de perder la merced, lo que no se efectuó por la guerra de independencia. Por la misma razón, en 1833, el gobierno de Tamaulipas consideró en sus leyes de colonización el fraccionamiento de la hacienda, creándose algunos ranchos amparados en ellas, como el de Santa Teresa.
Con la restauración de la república en 1867, el gobierno local exigió el cobro de impuestos a La Sauteña, pero ante los crecidos adeudos, sus propietarios, los señores de apellido Conde —herederos de Urízar—, le entregaron 35 sitios de ganado mayor en 1881. La transformación de la propiedad comenzó por iniciativa del licenciado Demetrio Salazar, un personaje ligado con la élite porfirista, quien convenció a un grupo de empresarios para comprar la hacienda y crear la “Sociedad Civil y en Comandita La Sauteña”. La nueva sociedad sentó las bases para el amplio desarrollo agrícola y para ello suscribió un contrato con el gobierno del estado en 1906, obteniendo concesiones de las aguas del río Bravo, Conchas y San Juan, así como para establecer colonias agrícolas, tanto de mexicanos como de extranjeros.