Allá por los años cincuenta del siglo pasado cuando llegamos a Ciudad Victoria, Tamaulipas, para estudiar la secundaria, la capital era tranquila y hasta cierto punto juguetona, pues daba gusto ir al parque de Tamatán, al Paseo Méndez y recorrer La Alameda o al Santuario incluyendo la plaza…. Todo lo hacíamos a golpe de calcetín y sin temor alguno.
Podríamos decir que así continuó por muchos años hasta que todo cambió.
Hoy la ciudad capital es una de las más problemáticas para vivir.
Una, por el incremento vehicular que ha logrado.
Otra por el creciente número de estudiantes.
Y finalmente por su gran cantidad de edificios y ambiente comercial..
El caso es que por una razón u otra Ciudad Victoria creció.
Traigo a colación lo anterior porque el pasado martes abordé mi vehículo para ir a observar el movimiento comercial de una de las tiendas de autoconsumo más grandes que tiene la capital y aunque no lo crean pero cada cinco a diez minutos ingresaban de cinco a diez vehículos al estacionamiento y otro número igual salía.
Todos sus ocupantes iban de compras.
Por supuesto en un principio no fue este mi propósito pues mi viaje obedeció a cuestiones personales que no vienen al caso mencionar, pero que me proporcionó la oportunidad de confirmar el gran flujo vehicular que tienen estas tiendas de autoservicio donde a diario se mueven millones de pesos.
Minutos antes había visitado el panteón de mi pueblo y no sé porqué pero tuve la ligera sospecha de que me seguían dos que tres personas a bordo de una camioneta, razón por la cual les jugué un cuatro para posteriormente seguirlos yo.
Ahora sé porqué me seguían y qué querían de mi persona.
Confirmado lo anterior regresé al pueblo de mis mayores pues principió a caer una pequeña lluvia que más tarde se convirtió en el remedo de un ciclón.
Afortunadamente llegamos con bien a casa.
¿Qué porqué escribo esto?
Palabra que no lo sé, simple y sencillamente quise hacerlo y darle un viraje a mis acostumbrados comentarios diarios.
En fin el regreso fue agradable, la tarde era fresca, el cielo nublado y la carretera prácticamente sola pero eso sí muy limpia y en magníficas condiciones de tráfico, razón por la cual recomiendo a mis lectores que de vez en cuando se olviden de la rutina diaria y busquen a solas tener un reencuentro con ustedes mismos.
Verán que saludable y reconfortante resulta, sobre todo ayuda a poner orden en nuestros pensamientos pero también se da uno cuenta cuantas personas se preocupan de uno, pues con eso de que me salí a escondidas de mi casa todos querían saber dónde chingados andaba, por lo que apagué mi celular y me dije….. ahora si, chínquense.
Solo hubo dos personas a las que poco les importó mi suerte pero ni modo algo tenía que fallar en este proyecto de investigación y reencuentro con uno mismo.
Lo importante de todo es que resultó una buena e inolvidable experiencia de la que aprehendí bastante con decirles que aunque no lo crean pero es como jugar al gato y al ratón.
Ahora ya sé que se siente ser ratón.
HASTA MAÑANA Y BUENA SUERTE




