La tarde del 4 de septiembre del año pasado Animal Político y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad comenzaron a enviar a periodistas de toda la República Mexicana la primera parte de ‘La Estafa Maestra’, reportaje que desnudaba el mecanismo mediante el cual habían desaparecido tres mil 433 millones de pesos de las cuentas públicas de 2013 y 2014.
La investigación se benefició de puntuales hallazgos de la Auditoría Superior de la Federación con respecto a lo que no comprobaron once dependencias –entre ellas Sedesol, Pemex y Fovissste– que pervirtieron un mecanismo que les permitía contratar de manera directa la proveeduría de un servicio a otro organismo público.
El mérito de la investigación es que dio por buena la ruta trazada por la ASF, y que fue más allá. Durante meses, las reporteras y los reporteros de Animal Político y MCCI hicieron búsquedas en seis entidades de la República en su afán de dar con las empresas, y los dueños reales o formales de las mismas, que habían sido subcontratadas (es un decir) por las universidades.
Como ya se sabe, todo era una farsa, un fraude. En términos generales, las universidades no hicieron los trabajos, los servicios contratados no existieron, las empresas no eran reales, los dueños eran falsos y el dinero se perdió (en realidad no se perdió, lo hicieron perdidizo, que no es lo mismo).
Hay gente que dice que luego del reportaje ‘pasó lo siempre’, es decir, que no pasó nada.
Discrepo. Han pasado cosas.
La más importante es que la administración Peña Nieto será recordada para mal, entre otras cosas, por matanzas de jóvenes y estudiantes, la escalada de la violencia, la ‘casa blanca’, casos de espionaje contra activistas y reporteros, el cobijo que se dio a una camarilla de gobernantes corruptos y, si me lo permiten aunque suene a vituperio, por ‘La Estafa Maestra’.
Así que hay ‘estafa maestra’ para rato. Sobre todo porque el gobierno de Enrique Peña Nieto renunció a investigar esos casos denunciados por la Auditoría e ilustrados por los periodistas.
En una muestra de que nunca entendieron la importancia de combatir la corrupción (o de que les resultaba imposible intentarlo porque muy pronto se morderían la cola), en vez de emprender investigaciones sobre las revelaciones de la ASF, recurrieron al carpetazo. Y lo han hecho de una manera en que bien valdría la pena rebautizar todo y titular ese mecanismo como una pretendida ‘estafa perfecta’.
A principios de abril se supo que desde la Secretaría de Desarrollo Social, la entidad de gobierno que más acaparó los reflectores por las irregularidades, se dio carpetazo a 69 denuncias que había realizado la ASF por los faltantes de 2013 y 2014.
La cosa no paró ahí. La semana pasada Reforma informó que el funcionario, de cuarto nivel, que desde la Sedesol había decretado ese carpetazo, había sido sancionado por… desechar las denuncias.
Así, han pretendido consumar la impunidad total: las denuncias se fueron a la basura, el caso pasó al archivo muerto y el autor material de esas tropelías sale de escena. Como cuando los criminales eliminan a los testigos. Y luego se preguntan por qué el discurso anticorrupción de Meade no pega.
Qué pueda pasar en el futuro será una tarea de los próximos gobernantes. Gane quien gane las elecciones, ese candidato tendrá a mano la posibilidad de revisar los abusos descritos en ‘La Estafa Maestra’, ocurridos hasta muy reciente fecha como ya dio cuenta la ASF en nuevos reportes.
Los autores de estos fraudes creen que se han salido con la suya, que fue un golpe genial, que más que maestra fue una estafa perfecta. Ya vendrá el tiempo y pondrá las cosas en su lugar. A fin de cuentas los crímenes que no se aclaran nunca dejan de rondar en la mente de la sociedad.