No son muchos quienes se atreven a desafiar a los mercados. Menos aún quienes salen victoriosos. Andrés Manuel López Obrador es uno de esos pocos que frente a sus reacciones, minimiza las cargas negativas y aprieta el acelerador. Es imposible saber si lo hace para generar tranquilidad entre los suyos, o no entiende que provocarlos tiene consecuencias. La semana pasada apostó y fue al extremo: una polémica consulta a sus fieles para justificar la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco Las consecuencias fueron inmediatas, aunque quiera minimizarlas.
Desde el lunes hubo un frenesí de llamadas de inversionistas extranjeros para cancelar sus operaciones en México tras la decisión de López Obrador, que también motivó sesiones extraordinarias en bancos internacionales y una discusión en el Fondo Monetario Internacional sobre la línea contingente de 78 mil millones de dólares con México, donde concluyeron que si el presidente electo continúa tomando decisiones como la del NAIM, podrían cancelarla.
En 12 horas –desde el anuncio del resultado de la consulta, hasta su conferencia de prensa para ratificar la muerte de Texcoco- puso en riesgo la estabilidad financiera de su gobierno y los programas sociales que ofreció. Tan bien que iba y tan fácil que colocó todo en peligro. Al cancelar mediante el voto de 750 mil de sus simpatizantes la obra del NAIM, alteró los mercados que lo habían visto, hasta ese momento, positivamente. El tipo de cambio del peso frente al dólar cayó en un porcentaje como no lo había hecho desde que ganó Donald Trump la Presidencia de Estados Unidos hace dos años, pero eso no fue lo más grave.
La depreciación del peso provocó una pérdida de valor de 14 mil millones de dólares de la deuda total externa ajustada, de 437 mil millones de dólares, y seis mil millones de la deuda pública . Es decir, los resultados de la consulta provocaron una pérdida de mil millones de dólares más del costo total de la obra. A ello se le suma la rebaja que hizo la agencia Moody’s de la calificaciónde los bonos del NAIM, para colocarla en un nivel de grado especulativo o “basura”, que provocó la pérdida del valor de las acciones de los tres grupos aeroportuarios del país el lunes. En la bolsa, las pérdidas de las principales empresas a valor de meercado, ascendieron a 17 mil 500 millones de dólares.
El spread, que es la diferencia entre el precio de compra y la venta de un activo, se disparó en las tasas, la deuda de Pemex, los bonos gubernamentales y los del NAIM, entre 3.40% y 8.67% entre el viernes y este martes, con lo cual se metió presión al flujo financiero y encareció el financiamiento en toda la economía. Un reporte a sus clientes del banco de inversión J.P. Morgan, señaló que más allá de las dudas técnicas sobre la viabilidad de una terminal comercial en Santa Lucía, “pensamos que la cancelación del NAIM eleva una gruesa nube de incertidumbre que probablemente tendrá importantes ramificaciones macroeconómicas, particularmente a
través de su impacto en la confianza empresarial.
“Estimamos que el PIB del próximo año será golpeado por el sentimiento empresarial de sometimiento y otros efectos por la incertidumbre sobre las políticas públicas. Vemos ahora el crecimiento en 1.9%, cinco décimas de punto menor que lo previamente calculado, y cambiamos nuestro escenario con relación a la política de tasas de Banxico, que esperamos 25 puntos base más alto en la reunión del 15 de noviembre, contra mantener la tasa que estimábamos”, indicó J.P. Morgan, que ya había expresado su preocupaciónpor la eventual cancelación del NAIM. “El discurso del gobierno entrante tras la cancelación del aeropuerto no sólo sugiere que ese será el caso, sino que apunta a otros temas, aún mayores”, alertó.
“Esa incertidumbre se fue a niveles más profundos durante los discursos (del domingo y el lunes). AMLO señaló que la consulta sobre el NAIM había sido eficiente, un ejercicio democrático y que la gente debía acostumbrarse a ese mecanismo. Esta declaración es altamente cuestionable si uno considera que sólo el 1% del electorado total participó en la consulta. La preocupación creciente es que otros proyectos de alto impacto o decisiones sobre políticas públicas, sean sujetas a consultas similarmente reducidas.
“Es pertinente notar que estas consultas no son legalmente vinculantes, como en aquellas del artículo 35 constitucional, pero eso no previene al Ejecutivo o al
Legislativo, actuar sobre los resultados de tales consultas. Quizás más preocupante con respecto a los comentarios de AMLO sobre cambiar el artículo 35 constitucional que trata de las consultas públicas, es permitir que un número mayor de temas sean votadas… Un cambio en ese artículo, que necesita una mayoría constitucional en el Congreso para ser aprobado, abriría la puerta a cambios más profundos, por ejemplo, en la Reforma Energética”.
López Obrador tiene problemas serios enfrente, aunque no quiera darse cuenta. Su equipo hacendario, encabezado por el futuro secretario Carlos Manuel Urzúa, no ha dado la cara, pero se supone que estaría tratando de mitigar el impacto causado por su jefe. No será fácil. En la medida que vea la reacción de los mercados como una tour de force, no va a encontrar salidas positivas. Desafió a los mercados y estos, gigantes de múltiples cabezas, que son más poderosos que los políticos y sus políticas, le respondieron. El presidente electo tiene, sin embargo, salidas. Una es abrir la licitación para concesionar el NAIM; la otra, sin importar que pase en Texcoco, olvidarse de una vez por todas de Santa Lucía. Un poco de planeación real no le haría mal.
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