22 abril, 2025

22 abril, 2025

Catarino Garza, el periodista que retó a Don Porfirio

Este periodista tamaulipeco, en 1891 integró en EU una banda con refugiados políticos, contrabandistas y hombres sin ley para combatir al régimen de  Don Porfirio, empresa en la que fracasó, luego que huir pues ofrecían por su cabeza 300 mil dólares

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Catarino Erasmo Garza Rodríguez fue un periodista, revolucionario nacido el 24 de noviembre de 1859, en la hacienda de su familia cerca de Matamoros, Tamaulipas. 

Estudió secundaria, trabajó en una imprenta y cuando tenía dieciocho años pasó a vivir a Brownsville, el poblado texano frente a Matamoros, en la ribera opuesta del Río Bravo. Entre 1877 y 1886 trabajó para firmas comerciales en Laredo y San Antonio.

Ciertas publicaciones de Estados Unidos sostenían que Garza entró a Texas como desertor del ejército en su país y que en Laredo estuvo implicado en el asesinato de dos agentes de Porfirio Díaz.

En 1879 inició una intensa actividad periodística, al fundar en Brownsville la revista El Bien Público. En 1882 recorrió los estados mexicanos de Tamaulipas y Nuevo León como vendedor de máquinas de coser. Regresó a Estados Unidos; hacia 1885 fue cónsul de México en San Luis (Missouri) y escribió para La Revista Mexicana. Más tarde, fue dirigente del gremio de la madera. En junio de 1886 empezó a publicar desde Eagle Pass un beligerante semanario antiporfirista, El Comercio Mexicano.

Publicó en 1887 El Libre Pensador, un “Semanario enemigo de los tiranos, partidario de la democracia y defensor de los derechos del pueblo”. El gobierno mexicano logró que la autoridad norteamericana encausara a Garza por calumnia, que lo condenara a un mes de cárcel y confiscara sus equipos de impresión.

En diciembre de 1887 pasó a Corpus Christi y reanudó la publicación de El Comercio Mexicano. Desde sus columnas acusó, en 1888, a un aduanero norteamericano de haber contratado agentes porfiristas para asesinar a un opositor refugiado en Estados Unidos.

vEl sindicado demandó a Garza por difamación, lo hizo encarcelar en Río Grande City y allí lo hirió de bala. Una multitud enfurecida persiguió al agresor y rodeó el fuerte militar donde se refugió hasta cuando llegó en su rescate una compañía de rangers de Texas. Garza obtuvo una aureola de héroe popular y fue desde entonces un personaje natural, identificado con la idiosincrasia de los pueblos ribereños del Río Bravo y del valle de Texas.

Garza siguió editando El Comercio Mexicano y en 1890 se casó en segundas nupcias con Concepción, hija de Alejandro González, acaudalado propietario del rancho Palito Blanco, cerca de San Diego. En la imprenta que instaló en predios del suegro continuó sus diatribas políticas y personales contra notables del gobierno mexicano desde las páginas de El Internacional y El Libre Pensador.

Su revolución
En su origen, la oposición a Porfirio Díaz se manifestó a través de la prensa libre en territorio de Estados Unidos y particularmente en el sur de Texas, que se había convertido en refugio de la oposición al gobierno mexicano gracias a laxas interpretaciones de las leyes de neutralidad.

El antiporfirismo en Texas estaba encabezado por el médico, periodista y militar Ignacio Martínez, secundado por Garza y otros exiliados que estaban concibiendo una invasión a México que produjera un levantamiento contra el régimen.

Distribuyó también un “plan revolucionario”, en el cual proponía desencadenar una insurrección armada que, tras la adhesión masiva, restableciera el orden constitucional de 1857, que recogía un anhelo secular: tierra para quienes quieran cultivarla. A diferencia de otros movimientos sociales de motivación local que
surgieron en México durante el mismo periodo, el de Catarino Garza tenía pretensiones nacionales, como se advierte en su proclama y su plan.

Para comenzar, Garza organizó un grupo armado, aprovechando la relativa libertad que brindaba Texas para la expresión y la movilización, sumada a las facilidades para recaudar fondos, y proclamó su nuevo destino: “El último de los periodistas independientes, el más humilde de todos abandona hoy la pluma por la espada en defensa de los derechos del pueblo”.

Con seguidores de origen mexicano —jornaleros, desertores y militares de bajo rango—, organizó el grupo que después iba a conocerse como Los Pronunciados. Varios de ellos acudieron tentados por la oferta de una carabina Winchester y un caballo que suministraba el suegro de Garza. Las notas que incitaban a capturar al jefe rebelde señalaban que en el verano de 1891 reunió “una pequeña banda de refugiados políticos, contrabandistas y otros hombres sin ley”, en realidad medio centenar, con los cuales pasó a México atravesando el Río Bravo el 15 de septiembre de 1891.

El teatro de las acciones de Los Pronunciados fueron las zonas más próximas a la frontera en Nuevo León y Tamaulipas descontentos con el régimen porfirista, llevaría a derrocar a Díaz e instaurar en México un gobierno liberal y democrático que defendiera la integridad

Las filas garcistas no llegaron a contarse por centenares; pero, en el sur de Texas, su discurso y el eco de sus acciones al sur del río Bravo mantuvieron de su lado a la mayoría de los mexicanos y a muchos funcionarios angloparlantes, que eran minoría y dependían en buena parte de los votantes hispanos. Según fantasiosos documentos personales de Garza, a finales de 1891 su fuerza estaba integrada por 63 comandantes, 186 oficiales y 1.043 soldados, y tenía importante apoyo de militares en el interior de México.

Había recibido apoyo económico secreto de compatriotas pudientes del norte de México que se mantuvieron a la expectativa de verdaderos triunfos militares, que no llegaron. Para entonces, Garza tenía en su contra a tres fuerzas distintas: el régimen de Porfirio Díaz, que ofrecía por su cabeza la fabulosa recompensa de treinta mil dólares (trescientos mil, según otras fuentes); el ejército federal de los Estados Unidos, y los rangers.

El oficial Bourke, americano al mando en Texas, fue relevado y arribaron nuevas tropas comandadas por un general y se desplegaron a lo largo de la frontera para impedir los cruces del río, pero los garcistas ya estaban desarticulados y las operaciones languidecieron hasta el 21 de enero de 1893, cuando fueron capturados los últimos cabecillas rebeldes.

¿A dónde fue Catarino?
Mientras en San Antonio se rumoraba que Garza estaba en México a la cabeza de un ejército revolucionario, el 10 de junio de 1892 un ranger telegrafió a la capital del Estado que Catarino Garza había escapado de Texas. Con el tiempo se supo la verdad: llegó disfrazado al puerto de Houston, viajó por mar a Nueva Orleans y pasó por Miami, Nassau, Cayo Hueso y Kingston.

Garza arribó el 28 de marzo de 1893 a la aldea costarricense de Matina, cerca de Puerto Limón, sobre el Caribe. Costa Rica tenía un régimen de liberalismo político y económico bajo el gobierno dictatorial de José Rodríguez Zeledón. Desde San José, el mexicano reanudó su campaña periodística contra Porfirio Díaz y lanzó el panfleto La Era de Tuxtepec en México, o sea Rusia en América, donde comparó el clima político de su país con el régimen absolutista de los zares y se declaró “revolucionario en México, enemigo acérrimo de los tiranos y enemigo también de los americanos que sueñan en la Baja California y en la anexión de los Estados fronterizos de México.”

En Costa Rica, Garza trabó amistad con el líder independentista cubano Antonio Maceo y contempló la posibilidad de embarcarse con él para combatir por la libertad de la isla. Tuvo un empleo remunerado, se las ingenió para sostener correspondencia con su familia en Texas y realizó negocios particulares, siempre vigilado por agentes del presidente Rodríguez y, a partir de 1894, por su sucesor, Rafael Iglesias.

Una fosa común fue su fin
Se integró a un núcleo de radicales colombianos exiliados en Costa Rica y se comprometió en los planes para combatir al gobierno colombiano y para encabezar el ataque a los cuarteles militares de Bocas del Toro en Panamá, durante la breve guerra de 1895.

En ese entonces, hay que decirlo, Panamá pertenecía a Colombia.

El tamaulipeco se había fugado de San José, Costa Rica, burlando a la policía, a los espías porfiristas que lo buscaban “vivo o muerto” y al ministro español. En Puerto Limón estuvo escondido desde el 7 de febrero. Perseguido por 250 soldados, se tiznó el cuerpo con corcho quemado y escapó en un bote a cumplir su cita con los conspiradores colombianos.

El 8 de marzo de 1895, un disparo de Garza contra los soldados fue la señal para que Pereira Castro, otro de los pronunciados, atacara a los policías de Bocas del Toro. A las 4:30 Garza mató al centinela del cuartel del Ejército y los militares respondieron con fuego organizado. El combate pasó a ser casi cuerpo a cuerpo. Los policías se rindieron pronto, entregaron su armamento, y los cuatro presos se unieron a los asaltantes. Catarino Garza se movió por todas partes animando a sus compañeros, pero a los pocos minutos cayó fulminado por dos tiros simultáneos. Transcurrida media hora de combate, los defensores seguían disparando hasta cuando su
capitán envió grupos de tiradores a reducir por la espalda a los atacantes. Después cayó muerto Pereira Castro y los asaltantes comenzaron a dispersarse.

Garza abrió un frente aún no estudiado en la actividad internacionalista liberal que floreció en América Latina durante la última década del siglo XIX, aún poco estudiada.

Los restos del tamaulipeco fueron enterrados en la fosa común del panteón del lugar donde cayó abatido.

marvin-huerta@hotmail.com


Garcista capturado


Catarino Erasmo Garza, en vida


Catarino y su amada Concepción


Obrador, es autor de un libro sobre Catarino


López Obrador, en el sitio donde murió Catarino


Fue  de los primeros en oponerse a Porfirio Díaz

Facebook
Twitter
WhatsApp