Nunca como en los últimos días había quedado tan clara la decadencia de los lideres del viejo sindicalismo. En los discursos de la clase política desplazada del poder aparecían como los pilares de una paz social que se sostenía en la sumisión de la clase trabajadora, y eran venerados, respetados y generosamente recompensados por sus servicios. Hoy son penosos recuerdos de una etapa obscura de la política nacional.
Ahora mismo lo que queda de aquellos liderazgos y sus sucesores ni siquiera pueden ufanarse de ser los acarreadores de votos que el corporativismo monopartidista presumía el siglo pasado. En el conflicto laboral que enfrentaron las maquiladoras de Matamoros ha quedado claro que en la actualidad son liderazgos disfuncionales, sin fuerza ni autoridad moral.
Tal es el caso que personifican Juan Villafuerte Morales, Secretario General del Sindicato de Jornaleros y Obreros Industriales y de la Industria Maquiladora y Jesús Mendoza, líder del Sindicato de los Trabajadores de Plantas Maquiladoras y Ensambladoras de Matamoros que en un instante fueron desplazados por una litigante habilidosa que ha sacado provecho al malestar de mas de 40 mil obreros y puesto a tambalear a mas de 40 empresas.
Villafuerte y Mendoza llegaron tarde a un conflicto que ha hecho tambalear su posición de privilegio al frente de dos agrupaciones que los convirtieron en millonarios. Ni siquiera puede decirse de ellos que sirven a los patrones porque no pudieron contener el descontento de un grupo de trabajadores, que quizás de haberse atendido con tiempo hubiera evitado el histórico estallamiento de huelga del fin de semana.
La primera lección que deja esta historia aún inconclusa es que los liderazgos cetemistas perdieron su utilidad al sistema porque al carecer de legitimidad, son incapaces de movilizar a sus agremiados.
Y es que el neoliberalismo primero, y luego los avances democráticos, han debilitado el músculo de los sindicatos obreros, por lo que el voto corporativo se convirtió en las últimas elecciones en un espejismo, igual que el poder de sus líderes.
A la par de tantas otras instituciones en la frontera, los sindicatos también han sufrido la infiltración de fuerzas extralegales como la del crimen organizado.
En el problema que vive ahora Matamoros, la debilidad de Villafuerte y Mendoza permitió la llegada de actores nada espontáneos que con muy poco, supieron ganarse la confianza de los trabajadores inconformes, como los enviados de Napoleón Gómez Urrutia del Sindicato de Mineros, o la abogada de Ciudad Juárez, Susana Prieto, quien -dicen- los que la conocen trae la mira bien puesta en los dividendos que dejaría un pleito legal como éste entre miles de obreros y las compañías en las que trabajan.
Tampoco ha ayudado la impertinencia de algunos políticos recién llegados a la palestra pública, como el alcalde Mario López, quien primero defendió a las empresas y luego, amedrentado por la ola de críticas buscó ponerse del lado de los trabajadores; lo único que consiguió fue enrarecer más el ambiente.
Hoy es difícil predecir cómo va a terminar la huelga masiva que estalló el sábado, pero sí es posible aventurar que se empieza a cerrar el ciclo de estos liderazgos que lejos de resolver complican los escenarios de una economía urgida de equilibrios y contrapesos.