De acuerdo a predicciones, durante la temporada ciclónica que se inicia el primero de junio, se formarán en el Atlántico al menos 14 meteoros, de los cuales 6 serían tormentas tropicales, 5 huracanes categoría 1 y 2, tres superarían las categorías 3, 4 y 5. Es probable que 4 o 6 de estos fenómenos impacten en costas del Golfo de México. Esto debe preocuparnos.
Las nuevas generaciones solo saben de huracanes lo que ven en las películas o en los noticieros sobre los que azotan en otras partes del mundo. Pero aún hay quienes vivieron la catástrofe de 1955 cuando los huracanes “Hilda” y “Janet” provocaron una de las peores inundaciones en la historia de nuestro país que dejó bajo el agua el centro de Tampico, al grado de que solo sobresalían los techos de los viejos mercados municipales. Nunca se sabrá el número de víctimas mortales.
El ciclón más reciente que impactó el sur de Tamaulipas fue el “Inés” en 1966, aunque entró por una zona poco poblada del municipio de Aldama y no tuvo repercusiones de tragedia mayor.
Y mire usted que cuando se habla del tema, las respuestas son “los marcianos nos protegen”. Esta leyenda se basa en el hecho de que en las últimas décadas, los huracanes que avanzan hacia nuestra región, en forma abrupta y misteriosa cambian de rumbo. La buenaventura nos ha favorecido.
Pero aterra la ligereza con la que se toman este tipo de cosas, ignorando que la naturaleza tiene sus propios dictados.
Estudios hechos por expertos, establecen que si un huracán con categoría mayor a 3 impactara en esta región sudtamaulipeca, las lluvias de acompañamiento podrían inundar decenas de colonias de los municipios de Madero y Altamira, no solo por estar asentadas en zonas bajas o rellenadas, sino por el deterioro del cordón litoral que deja tierra firme a merced del oleaje marítimo violento. Las consecuencias podrían ser devastadoras.
No se trata de hacer apología del miedo. Se trata de incentivar una conciencia colectiva sobre un riesgo real al que estamos expuestos. En los últimos años, cuando se anuncia la proximidad de un ciclón, ya casi nadie se preocupa por comprar tablas para cubrir las ventanas, ni siquiera de tener cinta canela para evitar su fragmentación. Al fin que nada pasa, los marcianos nos protegen.
La cultura de la prevención debe ser fomentada de manera permanente como se hace en la Ciudad de México en materia de terremotos. En las escuelas, los centros de trabajo y a nivel institucional deben difundirse los protocolos de seguridad con ilustraciones sobre lo que es un ciclón y los efectos previsibles. Porque hasta ahora nada de eso se hace. Dejar toda la responsabilidad a los supuestos marcianos es ignorar una realidad que nos acecha y que podría alcanzarnos cuando menos lo esperemos. Una sociedad desprevenida es una sociedad indefensa.
Esto es una reflexion.raulpazos45@gmail.com