Desde que el presidente López Obrador los nombró como sus representantes en los Estados, los “superdelegados” o coordinadores de los los programas federales, han estado en medio de la polémica. Algunos por protagonistas e ingenuos, otros por flojos, y la mayoría porque no saben ni entienden el trabajo de la función pública; los peores, son señalados como corruptos, como es el caso de Carlos Lomelí Bolaños, en Jalisco, acusado de aprovechar su cargo para venderle medicamentos al gobierno federal y que esta semana que pasó tuvo que renunciar a su cargo.
A partir de ese hecho, no son pocas las voces en los Estados que empiezan a pedir a gritos ¡que se vayan!. Dice el refrán popular que “mucho ayuda el que no estorba”, y estos ayudarían mucho si no estorbaran como lo están haciendo.
Coincidentemente, este fin de semana, el “superdelegado” Jaime Montes Sales en Sinaloa se hizo famoso en la redes sociales sociales porque apareció un falso cartel de la Alerta Ambar de “Se Busca”, mofándose y haciendo escarnio de que el funcionario está desaparecido y no se le ve por ningún lado. Este mismo padrón de conducta los distingue a todos, y que sí aplica la exigencia de que muchos de ellos deben empezar a irse por inútiles e inoperantes. Deben aprovechar la ola de renuncias que se están dando en el gabinete para que hacer maletas e irse.
En Tamaulipas, el caso de José Ramón Gómez Leal (JR) es muy particular. De él se habla y se dice de todo.
No tiene interlocución con nadie. De su actividad, si es que se le puede llamar así, se conoce en su cuenta de Facebook en donde con un ejército reducido de empleados federales anda en ejidos, rancherías, comunidades rurales y zonas suburbanas empadronando familias para los integrarlos a los programas sociales; se mueve en la periferia y no hace ronda política con nadie; tampoco con los alcaldes que también lo desdeñan.
Quienes lo conocen y lo tratan a diario, aseguran que es corto para la relación pública y política. No se le da tampoco la relación con los medios de comunicación y la prensa; la evita hasta donde es posible, y le provoca urticaria la critica; no entiende o no quiere entender que sin una estrategia de información, su trabajo es nulo; nadie lo conoce y nadie sabe de su trabajo. Las redes sociales donde se mueve o usa, tienen alcances limitados: se quedan en el limbo.
JR, llegó a la posición que está por su supuesto antagonismo con el gobierno local, y se creyó que eso podría catapultarlo a posiciones de poder y de presencia estatal, pero no ha sido así. No ha entendido el rol o el papel que le dieron para que jugara en Tamaulipas. Los resultados del gobierno de la Cuarta Transformación en el Estado, ni se ven ni se oyen, y esa es responsabilidad de él. En la ciudad de México no convence a nadie lo que ha hecho y su evaluación es reprobatoria; por eso y por más, da igual que siga o se vaya.
En Jalisco, una razón poderosa como la corrupción llevó a Carlos Lomelí Bolaños a renunciar; pero la inoperancia, la ignorancia y la flojera, son parientes de la corrupción y eso alcanza al reynosense, por tanto se habría que valorar su renuncia.
Cuando el presidente López Obrador habló sobre la renuncia de Carlos Lomelí, respondió en tono de broma que quizás después de esto vendría el “fin de mundo”. Su respuesta fue interpretada por algunos como el inicio del fin de muchos “superdelegados” que no han dado el ancho, y bueno JR, no tiene de otra que trabajar en serio, o abandonar el barco de la 4T en Tamaulipas que necesita de resultados y no los está dando.