12 julio, 2025

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La vida sobre una cartulina

La vida sobre una cartulina

En la segunda mitad del siglo XX Ciudad Victoria era una ciudad que comenzaba a reinventarse, luego de su etapa revolucionaria y las posguerras que alcanzaron esta esquina del mapa.
Poco a poco la ciudad abandonaba el misterio y el silencio de las ciudades de provincia sin muchos honores, pero comenzaban a llegar vanguardias y modas contemporáneas, que luego se hacían populares.
Comenzaron a aparecer monumentos nuevos y más rústicos y de yeso, a cambio de los clásicos de gruesas figuras de bronce y estaño de antes. Casas de estilo gringo de una sola planta del pie. Mucha raza después les metió un segundo piso y la pintó como quiso.
Los ciudadanos acaudalados  comenzaban a ir a Europa de nuevo y sin establecimientos en la ciudad, copiaban la moda con costureras del barrio, y se realizaban los altos peinados con señoritas que habían estudiado corte y confección en un salón del estadio.
El Art déco se manifestaba casi inconscientemente en las grandes marquesinas de los cines, que como toda empresa buscó el acomodo de la concesión, y llegaron las primeras cadenas de cines y tiendas de autoservicio.
Pienso esto porque voy a la papelería Tamaulipas y cruzo la calle ocho que un día fue carretera nacional , por este barrio donde rondaban las estaciones de autobuses foráneos  y pasaban las «Julias» rojas y amarillas, y los camiones azules.
Si veo hacia atrás tengo cierto temor de encontrarme conmigo. Muchas veces recorrí este camino a pie o el que me llevaba a la otra papelería, la  «Victoria», que estaba en el 17 Guerrero y Bravo. No voy ni vengo, aquel tiempo me trajo.
No es la primera vez que vengo a la papelería Tamaulipas. Son incontables las veces que he venido a este lugar. Conozco bien las calles y recuerdo los perros que me corretearon, aquí dejé un pedazo de tela mordida, el llanto de un niño y nadie se dio cuenta.  
Uno cruza esta calle y cruza la ciudad al mismo tiempo. Las papelerías partieron a la ciudad en dos, en ambos lados casi encontrabas lo mismo,  y lo que encontrabas en una lo encontrabas en la otra, aunque no lo hubiera. Basta con que lo dijeras.
Tengo que volver al pasado varias veces descalzo porque siempre se me olvida algo, a veces me regresaba a la casa  porque no llevaba suficiente dinero o porque no recordaba exactamente el tipo de material que me habían encargado. Aunque siempre era una cartulina de 15 centavos.
No sé si alguna vez discutieron o si se ponían de acuerdo. Pero eran las únicas papelerías y bien poderosas. Claro, iban surgiendo papelerías más pequeñas pegadas a una tienda. Muchas otras.
Llegas a la papelería Victoria y sientes el fresco del piso previendo el futuro que es este. Ya te habían visto las muchachas que no tardaban en despacharte. Muy amables, personas mayores, pero siempre más jóvenes que los dueños.  El señor dueño, un señor de lentes y muy alto, la señora una señora grande y blanca muy guapa. Siempre a la linea, él, hasta con corbata y ella con peinado y vestidos muy elegantes. Desde ahí dominaban la contabilidad y las respuestas al público exigente.
La papelería Victoria vendía de todo pero para mi que se especializaba en arte. Muchas veces me quedé viendo los dos aparadores de cristal grueso, para ver los artículos de dibujo y pintura.  Otras veces llovía e iba a ver si no le había pasado nada a los vidrios.
Di puntual seguimiento al precio que tuvieron los pinceles para pintar. Llegaron a costar 15 centavos, yo a veces llevaba 30, para comprar cartulinas. Después subieron a 3 pesos, después a 7 y a 15, pero ya habían perdido el encanto.
La ciudad se dividía en esas dos papelerías, lo que no hallabas en una lo encontrabas en otra. Eran papelerías bajo el sistema cerrado de ventas, te despachaban desde atrás de un mostrador. Hoy, las cadenas de papelerías trajeron el sistema de estantería abierta como el supermercado. Y pagas como en los bancos o te mandan las cosas por mensajería.
Aquí en la papelería Tamaulipas hace rato que llegué me encontré al dueño, Don Roberto Alba, como siempre en esta tienda, desde que el negocio era atendido por sus padres.
La papelería Tamaulipas,  ubicada en el 8 Guerrero y Bravo se ha especializado desde entonces en artículos para el estudio de la ciencia y textos para los escolares de todos los niveles.
Si pedías una pluma, las empleadas en cosa de que voltearas a ver todo lo que te rodeaba, el cosmos, el todo, te traían diez plumas distintas o quince que hacían lo mismo, rayaban. Aparte te traían el cohete que antes de despegar escribías con ellos y tenía diez repuestos de colores diferentes. Muchos niños descubrieron ahí su nombre en color amarillo. Con uno de esos te chiflaban para toda la vida.
Al fondo de la papelería, una inmensa bodega contiene el memorial del mundo de las papelerías, el recaudo papelero. Si te fijas bien ahí hay una extraña patineta de aquellas, hay  cuadernos grandísimos de dibujo de 1950. Entonces los mapa mundis y estuches de geometría se salen de los estantes, vacían las cajas.
Encontré un globo terráqueo muy pequeño con un sacapuntas en la parte de abajo. «Te lo regalo», me dijo el dueño. Vi el pequeño juguete con temor, tenía miedo que al tocarlo se extinguiera como el de a de veras. Llegué a casa y el juguete seguía en mi mano… no así aquel tiempo que se fue por donde vino. Yo escribo esto con plumón sobre una cartulina verde, en el año de nuestro señor 2019.
HASTA PRONTO

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