¿Qué tienen en común Mireles, Barbosa, Bartlet, Fernández Noroña, Miguel Herrera y Fox? Que son todos iguales, aunque hay otros peores a la hora de manifestar sus expresiones, son como seres que no ligan en el momento adecuado la boca con la mente y espetan cada ocurrencia con gran dosis de lenguaje vulgar y sexista.
Creyendo que con un “usted disculpe” todo se les perdona, lo vuelven a hacer, una y otra vez y ahora son cada vez más los políticos que para intentar hacerse los chistosos recurren a la palabra soez, es la vulgaridad su forma de comunicar.
Con comentarios negativos encienden las redes sociales y se vuelven virales, lo que les fortalece la imagen pública, aunque sea mala, se atienen además a la poca memoria colectiva, ya que otro hecho risorio los superará enseguida.
Son tantos como estos personajes públicos que no entienden que hacen ejemplo con sus expresiones, que están en el foco y son tendencia social, nos guste o no y así como la educación centrada en valores o el civismo se pasa de boca en boca, los insultos e improperios hacen escuela.
Los mexicanos, como los de Alvarado, Veracruz, nos distinguimos en el planeta por el uso de un lenguaje florido, lleno de albur y doble sentido con el que interactuamos, ya sea en familia o en nuestros entornos cercanos, pero el lenguaje de la comunicación política actual ya se está pasando de la raya. De las tepocatas, alimañas y víboras prietas de Fox pasamos en corto tiempo a las pirujas de Mireles o maricones del técnico de la selección de futbol mexicana.
Los lingüistas explican que cada insulto emitido desde un contexto de poder es una real amenaza, no es un chiste, sin embargo los personajes públicos están abusando de la utilización de la palabras soeces intentando más empatía popular, si bajan su nivel educativo creen armonizar con la muchedumbre, y aunque en algunos casos encuentran eco, al poco tiempo viene el desencanto y pierden credibilidad.
Es necesario recuperar la riqueza de las palabras y su significancia, sin tanto ruido, sin acoso verbal, misoginia, insulto, burla o amenaza, la civilidad nos llama a procurar un entorno comunicativo armonioso, es por el bien común. Por eso, ya es hora que desde el lado ciudadano dejemos de festejar y replicar cada valentonada verbal de prosaicos políticos.