Soy Ciudad Victoria y no tengo nada que decir al respecto de que un helicóptero circule por mis venas. Ni qué decir si de un pozo profundo sale la noche. Si amanece como quiera y es de día y nos podemos ver a los ojos.
Me resisto a ser parte del basurero de la historia. A olvidar mis huesos. A olvidar la historia por negra o a tener que dejar de pensar que una vez fui ciudad y volverme sin nombre, sin memoria. Simplemente.
Dicen que a unos días de nacer yo había nacido entre flores pálidas de anacahuita y huizaches enanos, encima de los ébanos huastecos, los mezquites y las maguacatas del valle. Lo dicen las montañas magras que nos vieron desde que el sol se mete, lo dicen las sombras de la noche todavía con flechas encajadas y arcos en la imaginación de una metralleta.
No tengo sed, tengo agua y manos y pies para beberla e ir por ella a los ríos. Tengo nubes enormes y torrenciales en la sierra. Tengo fuerzas que se derraman y explotan en risas de muchachas y señoras reunidas a carcajadas.
Tengo cláxones en las calles, suficiente calle, suficiente aire para gritar en la esquina, dar vuelta y volver a encontrarme en un semáforo verde.
Me parezco a mi únicamente, soy los que caminan por las calles del centro comercial, los maniquíes de los aparadores que asaltan su tienda y calzan mis ropas, soy el que descansa en el filo de la banqueta y todos los que pasan.
Soy el simpático aeropuerto, el avioncito de papel que golpea al maestro, la aguja en el endecasílabo que simuló un acento, la asonancia nocturna de las luces apagadas en un callejón. El frío incipiente, la chamarra con confeti y dulces de la piñata del último diciembre.
Soy el único perro que no han visto, el aliento inexplorado cerca del planetario, pero también soy el paso pausado como canción en labios de una muchacha, y soy, si se fijan, el esplendor de la rosa y la rosa dentro de otra.
Soy los olvidos de una cartera en la central de autobuses, el celular en la mano de una viejita, las luces apagadas de una camioneta en la noche de fiesta, la lluvia experta en correr a victorenses novatos. Todo eso soy si bebes mi agua, si comes elotes, si me sobrevivieras.
Soy más que nada todos. Todos los que murieron olvidados y nadie recuerda sus nombres. Los que siendo de aquí murieron en otras ciudades, soy aquellos que no volvieron, y los que no nacieron, soy la oscuridad necesaria para que muchos que murieron atropellados por un auto fantasma hicieran otra ciudad, a un lado de esta.
Todavía no se me ocurre cerrar los panteones por las noches ni clausurar los mercados. Pero tengo un sueño de amplias avenidas y camellones extremos donde pasar la vida no muy tranquila, no muy aburrida.
Gracias por los baches, por los pasos de la gente brincando, por las pisadas, por las huellas en el lodo, por la mentadas palabras en la esquina cuando solo soy esquina donde se espera un micro.
Pude escuchar a la gente una tarde rumbo a la tarde luego de la escuela. Después los encontré ya esposos con dos niños afuera de un banco. Ella todavía bonita después de tantos años y su hijo había nacido aquí en mi tierra con los ojos muy abiertos y grandes.
En días como estos la gente tiene algo de casa, de mueble, de jabón y café negro, tiene algo de tarde en el pellejo y de frío desierto.
Escucho atrás de las paredes que se pierde un objeto que nunca se ha perdido, que no alcanza el dinero que ahí ha estado, se escucha un eterno taladro, en el patio ruedan pelotas de niños que caen dormidos, cada vez más grandes, cada vez más niños.
No tengo nada que objetar al silencio pasajero de un tren escandaloso. Te cambié las vías por pasamanos, por subes y bajas de parques y paseos de novios. Te cambié por la espera de un cigarro tembloroso, pensando en algo diferente que nos cuente la historia.
De niño armé a unos sujetos del vecindario y me siguieron a la emboscada donde ahora de grande los aguardo.
Como ciudad he tumbado bardas de un solazo a plomo, de una sombra de soldado, de un aguacerazo. He peleado guerras por menos que eso y por mis huesos, sin falsas modestias, todas las he ganado con un abrazo. Póngale así, escriba que yo dije todo eso.
HASTA PRONTO