Aunque no era el momento para hacerlo, el Cártel de Sinaloa de El Chapo-Ismael El Mayo Zambada mandó una respuesta contundente a la estrategia de seguridad pública de “abrazos y no balazos”: el rescate a sangre y fuego de uno de sus capos arrestado por minutos y la exhibición de una capacidad de fuerza y tácticas que doblegaron a las fuerzas federales de seguridad.
En unos días que se presente en el Senado a comparecer por el fallido operativo contra Ovidio Guzmán López, el secretario federal de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, será convenido por algunos legisladores sobre la permanencia o ya no de la estrategia de “abrazos y no balazos”, de no persecución de narcos y de la anunciada y no instalada Comisión para la Construcción de la Paz.
En realidad, el operativo para arrestar al hijo de El Chapo para extraditarlo de inmediato a los EE. UU. no fue una prueba de la nueva estrategia; al contrario, se salía del guion predeterminado de no provocar a los cárteles para convencerlos de retirarse de las actividades criminales. Pero el mensaje claro y contundente del Cártel de Sinaloa –como en los casos del Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Santa Rosa de Lima de los huachicoleros– ha sido de rechazo a cualquier negociación, pacto o pax narca.
Por ello los senadores deben aclarar qué va a ocurrir con la estrategia de “abrazos y no balazos” con cárteles con gran capacidad de armamento y con voluntad de violencia sin límites, pues no se debe olvidar que en Culiacán el Cártel de del Chapo amenazó con volar un camión en la zona habitacional de familiares de soldados. Y si a pesar del fracaso de Culiacán se va a insistir en la estrategia anterior, entonces sería importante tener datos de los primeras conversaciones y principios de acuerdo con algunos cárteles y precisar cuáles están en posibilidad de pactar su disolución ante el gobierno federal.
Pero por lo que ha visto en Aguilillas, Iguala y Culiacán y los enfrentamientos en varias ciudades de Guanajuato, nada hay tangible en el sentido de que los cárteles siquiera estén sentándose a platicar con funcionarios federales. La negociación de la paz en Chiapas después del alzamiento zapatista fue especifica y aparece como irrepetible: una guerrilla armada, acotada por las fuerzas militares, con un jefe visible y un negociador gubernamental de la paz con una agenda de beneficios indígenas.
El Senado podría desperdiciar la comparecencia y el fracaso de Culiacán si se centra en la presión y los insultos para exigir la renunciar a Durazo, pero se tratará del mismo Senado que aprobó la estrategia nacional de seguridad pública que se basaba en “abrazos y no balazos”. Sin embargo, lo que la sociedad mexicana quiere saber es qué va a venir después de la derrota de Culiacán, qué hará el gobierno federal con la vieja estrategia y cuál será la política de seguridad contra los cárteles.
La crisis de Culiacán sirvió para medir la capacidad de fuerza del gobierno federal y la de los cárteles criminales. Y el resultado debió haber prendido focos de alarma en el gabinete de seguridad. Los narcos no sólo liberaron a un jefe menor, sino que lo hicieron doblegando la capacidad de fuerza del Estado. Es cierto que el Estado pudo haber seguido con el operativo a costa de cualquier sacrificio, pero el error del operativo no adelantó la audacia de los narcos.
Después de la tercera captura de El Chapo y de su entrega a los EE. UU. para juicio y sentencia de prisión de por vida, el Cártel de Sinaloa supo que cualquier ofensiva en su contra iba a matar al grupo o éste iba a sobrevivir. Aunque salió victorioso, el Cártel de Sinaloa quedó con una herida interna: el Estado no puede dejar latente a ese grupo y es de esperarse un operativo ahora si de blitzkrieg para fulminarlo. Y de manera inmediata, la mira se debe enfocar hacia el Cártel Jalisco Nueva Generación que sigue capturando espacios municipales y estatales del Estado nacional y maneja una estructura de fuerza superior a la del Cártel de Sinaloa.
En este contexto y ante la violenta negativa del Cártel de Sinaloa para pactar la paz, los senadores podrían ayudar a la sociedad a entender qué es lo que viene en política de seguridad y qué reorganización del aparato del Estrado va a hacerse para que no se repita Culiacán.
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Argentina. Luego del fracaso del populismo en varias ocasiones, ahora los argentinos van a regresar a una estrategia de masas que nada tiene que ver con el desarrollo, el crecimiento y la reforma productiva. Los argentinos salieron el domingo pasado a votar pensando en los años cuarenta de Juan Domingo Perón. En 1973, ante la pregunta del periodista Alejandro Ramos sobre lo que podían esperar los argentinos con el regreso al poder de Perón, el poeta argentino Jorge Luis Borges contestó: “nostalgia”. En este 2019, a 73 años de la primera presidencia de Perón, Argentina sigue exhibiendo su nostalgia populista.
Política para dummies: La política es la estrategia para cuando no hay estrategia.
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