CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.-Gregorio Pizaña, quien fue el
primer victorense fallecido.
Fue enterrado al oriente de la ciudad
donde hoy se ubica el panteón
municipal en 1752, cuando
Victoria, sólo tenía unos cuantos
habitantes.
A la fecha, no existe un registro
sobre el lugar dónde fue inhumado.
El panteón que empezó a operar
a mediados del siglo XVIII en la antigua
Villa de Santa María de Aguayo,
cada tumba, e incluso espacios del
lugar tiene historias y leyendas que
contar, sobre todo de aquellos personajes
que enterraron vivos…
Ciudad Victoria, se empezó a
poblar con la llegada de alrededor
de 30 familias, entre indígenas y
españoles, cuyas edades era de 30
o 40 años de edad , en pocos años
empezaron a morir, por lo que urgió
la necesidad de construir un
cementerio.
En el siglo XIX la ciudad fue
‘golpeada’ por varias epidemias,
según archivos de gobierno municipal,
los sepultureros enterraban ‘
en caliente’ a los fallecidos porque
se prohibieron los velorios; además
se ordenaba desinfectar enseguida
la casa o habitación donde
había ocurrido el deceso.
Cientos de personas murieron
por enfermedades contagiosas y
fueron enterrados en el Panteón
Municipal del Cero Morelos,.
Esa fue la causa que se ordenó
construir bardas altas y gruesas en
el cementerio.
En 1890 fue el gobernador Alejandro
Prieto Quintero quien formalizó
los títulos de propiedad de
las tumbas.
Luego que existen criptas que
se remontan a 1850, que fue el año
cuando llegaron los primeros españoles
a Ciudad Victoria, entre
ellos familias como; Lavín, Escandón,
Bustamante, Zorrilla, Pier y Filizola,
entre otras.
También muchos difuntos de
aquella época eran foráneos, si venían
a la ciudad a realizar algún
trámite o de visita y por alguna razón
fallecían aquí, se enterraban
en el único cementerio que había,
el Panteón Municipal.
Esa desgracia le ocurrió al general
Joaquín Kerlegand, originario de
Tampico e hijo de extranjeros, que
murió en 1907 en Victoria en uno
de sus viajes y por salubridad fue
sepultado de inmediato; sus restos
yacen casi a la entrada del panteón
y su tumba es de las más antiguas.
“Antes se enfermaba la gente y
donde se muriera ahí lo enterraban,
no había traslados, sobre todo
por los problemas provocados
por las epidemias”
LEYENDA URBANA
‘El paragüero’…
vino de entre
los muertos
Un extranjero de origen europeo
se convirtió en una de las leyendas
más comentadas por los victorenses,
que pasó de generación en generación.
A este hombre le apodaban “paragüero”
porque arreglaba paraguas,
alrededor de 1918 llegó sin
familia a Ciudad Victoria, huyendo
de los estragos de la Primera Guerra
Mundial en su país.
“Era un personaje popular a
quien todo mundo conocía, su aspecto
era muy característico, vestía
con un saco negro, que nunca se
quitaba, se quedaba dormido en las
calles, tenía problemas de ataques
epilépticos y le gustaba la bebida”,
reseña el cronista .
Cuenta la leyenda que un día se
quedó dormido en una de las calles
del centro de la ciudad por el Mercado
Argüelles, lugar donde asistía
con regularidad. No se sabe a ciencia
cierta si fue por un ataque de
epilepsia o congestión alcohólica,
pero lo dieron por muerto.
“Hubo una epidemia de gripe
española y la gente empezó a morir,
pues aunque sí había médicos y
boticas, todavía no había antibióticos,
entonces moría y los que estaban
tirados en las calles las carretas
los recogían para llevarlos al
panteón y depositarlos en las fosas
comunes para que no contaminaran
al resto de la población”, dijo.
Y para sorpresa de la comunidad,
mucha gente vio cuando una
de las carretas pasó por el mercado
y se llevaron al “paragüero”, lo
echaron junto a otros seis u ocho
muertos.
“Se corrió la voz y todo mundo
se sorprendió y como no tenía familiares
ni quién lo viera lo echaron
a la fosa. Pero en la madrugada
despertó entre piernas y cuerpos
y brazos, recuperó la conciencia y
muy asustado se empezó a quitar
los cuerpos de encima, se incorporó
y salió del panteón caminando”,
dijo.
Se dirigió al Mercado Argüelles,
la gente estaba sorprendida, creían
que era un fantasma, llegó con una
de las señoras que vendía comida
afuera del mercado, pidió un menudo
y sus tortillas, fue cuando los
presentes se dieron cuenta que no
había fallecido… que ‘andaba entre
los muertos’.