Cada año, en la tercera semana
de enero, la crema y nata de las
elites del planeta se reúnen en
Davos, un apacible pueblito turístico
orientado a deportes de invierno.
Un lugar ideal para el gran evento
anual de los ricos y poderosos sin
las molestias que podría causar la
presencia de los menos afortunados.
Está aislado, con un único camino
de acceso, con temperaturas bajo
cero a la intemperie y con todas
las posibilidades de alojamiento
reservadas. Y sobre todo que no es
posible participar en sus actividades
por menos de un millón y medio de
pesos el boleto sencillo hasta los 9
millones que cuesta el acceso a los
eventos, cenas, cocteles y entrevistas
más selectos.
Este año el Foro Económico Mundial
recibirá a unos 3 mil participantes de
los que unos 50 son jefes de estado y
otros 1700 son dirigentes de los más
grandes consorcios del planeta. En
pocos días se llevarán a cabo más de
350 talleres, sesiones, encuentros y
presentaciones sobre los temas de
mayor relevancia planetaria.
Cierto que las elites gustan de
encontrarse y codearse entre ellos
mismos, sobre todo planear acuerdos,
alianzas y negocios, disfrutando de
excelentes platillos y bebidas. A ese
costo no podrían esperar menos.
Davos no es, sin embargo, un mero
espacio de autocomplacencia, sino de
confrontación con los problemas reales
del planeta. Y para ello, más allá de la
presencia de los más ricos y poderosos,
se invita a los más destacados
representantes del pensamiento
crítico e intelectual. Sobre todo, a
aquellos cuyo mensaje ha logrado
impactar en la cultura, los medios y
los movimientos sociales. Son estos
últimos, los que no pertenecen a las
elites del dinero y el poder político, los
que confrontan con mayor dureza la
situación y el rumbo del planeta.
No todo es pan con miel; hay
mensajes que duelen. El año pasado
destacó la critica a los ricachones que
quieren disfrazarse de filántropos,
de benefactores de la humanidad
cuando en realidad sus actividades
especulativas, la evasión de impuestos
y la explotación de sus trabajadores son
las mayores generadoras de pobreza.
Este año el Reporte de Riesgos
Globales preparado con antelación
apunta que los mayores riesgos de
los próximos diez años son los climas
extremos y el fracaso al hacerles
frente, los desastres naturales y los
causados por el hombre, y la pérdida
de biodiversidad. Todos tienen que ver
con el cambio climático.
En los centenares de eventos del
encuentro se abordaron docenas de
asuntos importantes. Por ejemplo, las
crecientes confrontaciones económicas
entre naciones, la expansión del
descontento social y la polarización
política dentro de los países, la
profundización de la inequidad en el
mundo, el impacto laboral y social de
los avances tecnológicos y muchos
más.
No obstante, desde el principio
hasta el mensaje final del foro el
tema de mayor resonancia fue el
del deterioro ambiental. Fue en
este terreno que resaltó la mayor
discrepancia del foro. Por un lado, el
Presidente norteamericano Donald
J. Trump que empleó su mensaje
para presumir sus supuestos logros,
decir que tiene toda la información
pertinente al juicio político que se le
sigue y sus adversarios nada. Lo que
nos recuerda que el pez por su boca
muere. Finalmente, lo más relevante
que dijo es seguir negando la existencia
del cambio climático, preocupación
que atribuyó a grupos de izquierda
y a los profetas del apocalipsis. Él se
ubicó a sí mismo como optimista; es
decir despreocupado de lo que fue el
mensaje central del foro.
Por otra parte, su gran rival, sin
que ocurriera un encuentro directo
entre los dos, resultó ser una jovencita
de 17 años, Greta Thunberg. Ella fue
nombrada personaje del año por
la revista Time. Una distinción muy
codiciada, entre otros por el mismo
Trump. Esta todavía casi niña se ha
convertido en la voz e imagen de la
preocupación de muchos, sobre todo
los jóvenes, por el mundo caótico
que los mayores les van a heredar.
A menos que se tomen acciones
inmediatas y drásticas para limitar
las emisiones de carbono y modificar
todo el modelo de producción y
consumo actual.
Greta tiene una gran capacidad
para mandar un mensaje sencillo
e impactante: “ustedes, los ricos y
poderosos, no han hecho nada”. Dijo
que estaba bien preservar y/o plantar
un billón de árboles, un ofrecimiento
de Trump para los próximos 30
años, pero que eso no bastaba. El
llamado de Greta es a eliminar de
inmediato todos los subsidios al uso
de combustibles fósiles (carbón,
petróleo) y a desinvertir en las
empresas con esas actividades. No
se trata, dice, de tener una economía
con baja emisión de carbono, sino
de eliminarlas si queremos limitar el
calentamiento global a menos de 1.5
grados centígrados. Ustedes deben
entrar en pánico si es que aman a sus
hijos por encima de todo lo demás.
Steven Minuchin, secretario del
tesoro norteamericano y dueño de
una fortunita de unos 300 millones
de dólares, salió al quite en favor
de Trump y en un mensaje le dijo
a Greta que primero estudiara
economía antes de hablar. Lo
que ocasionó que distinguidos
economistas le recomendaran
callarse sobre todo por el fracaso de
su política de reducción de impuestos
para dinamizar la economía
norteamericana.
El Foro Económico Mundial
aborda asuntos de enorme
importancia y les da una gran
resonancia. Pero su última gran
propuesta es frustrante. Ahora el
mensaje es pasar del capitalismo de
accionistas, en el que lo único que
importa es maximizar las ganancias
de los propietarios, a otro capitalismo
en el que las empresas toman en
cuenta a todos los “interesados”:
empleados, clientes, las comunidades
en que operan y a la humanidad.
Comparemos: hace un par de
años, en 2018, Mark Zuckerberg y
Elon Musk, grandes innovadores
tecnológicos y con fortunas del
orden de los miles de millones de
dólares, dijeron en el Foro que era
inevitable instrumentar el ingreso
básico universal como respuesta
a la inequidad y el estancamiento
económico. Algo que marcharía
de la mano con los avances
democráticos y el reforzamiento de
las capacidades redistributivas de
los gobiernos. Algo que de manera
parcial se instrumenta con los vales
de comida en los Estados Unidos
o las transferencias sociales en
México.