CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.-Marvin Huerta Márquez
EXPRESO-LA RAZON
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A pesar que Estados Unidos había designado agentes para el Virreinato de la Nueva España, la relación con México independiente se establecería a finales de 1822, cuando el botánico y estadista Joel R. Poinsett, fue designado primer Ministro Plenipotenciario en nuestra nación.
El presidente James Monroe había enviado a Poinsett con el propósito de analizar y persuadir al gobierno de Agustín de Iturbide para proponerle la venta de la parte Norte del Imperio Mexicano.
El ministro tenía grandes ambiciones expansionistas y un fuerte nacionalismo, además de ser un ferviente partidario de la doctrina Monroe: “América para los americanos”, por lo que gustoso aceptó la misión.
Como enviado especial en el Imperio, le tocó recorrer la parte Sur de la provincia del Nuevo Santander, por lo que tenía la noticia, que cerca de las tres de la tarde, del 3 de diciembre de 1822, entró a la villa de Santa Bárbara, a la cual describió como una colección de cortijos con techos de paja esparcidos entre las arboledas de hoja perenne; una plaza principal rodeada por árboles de maderas finas, una iglesia construida en roca y dos casas construidas en roca pulida que estaban casi terminadas.
Ya dentro del pueblo, Joel R. Poinsett se detuvo a charlar con dos mujeres que se hallaban de pie afuera de uno de los cortijos. Lo invitaron a pasar y parecían emocionadas con el hecho de poder preguntarle acerca de la moda en otros países y de la forma cómo visten las mujeres en “la otra América”.
Las hermosas mujeres del vergel de Tamaulipas llevaban puesto un collar de perlas y vestidos oscuros de percal a rayas que, según le contaron al estadounidense, les habían costado dos dólares y medio por yarda, pero que a decir del viajero, no valían más de medio dólar.
En sus memorias Poinsett escribió que las mujeres de Santa Bárbara estaban emocionadas hasta la exageración, ante el acontecimiento de la independencia de México, pues decían que ahora que ya no los gobernaban los “gachupines” tendrían acceso a cosas muy bonitas y a un bajo precio.
Platicaban también que en esa villa del Nuevo Santander había una fracción republicana, la cual estaba en contra de la monarquía establecida por Agustín de Iturbide.
Santa Bárbara era famosa en esa época, debido a la manufacturación de piel estampada para monturas y pantalones de montar. La montura mexicana que se hacia allí, constaba de tres piezas: asiento, fuste y la cubierta de piel que siempre estaba decorada de una manera exquisita.
En referencia a esto, Poinsett dijo que también Silao y León, eran famosos por sus cubiertas bordadas.
“Yo utilizo una montura mexicana y para cabalgar en caminos montañosos, la prefiero a una de las nuestras. En estas monturas el jinete va mejor sujeto en subidas y bajadas, y los largos estribos de madera protegen los pies de los árboles y las rocas. En la parte superior, donde se golpea con espuelas, cuelgan dos pieles que cubren los muslos, piernas y pies, protegiéndolos de las espinas y cubriéndolos de la lluvia”
El 4 de diciembre, la expedición salió de la villa a las cuatro de la mañana, el calor era intenso y por ello querían ganarle un poco al sol. Conforme atardecía, se acercaban al borde de la planicie, y desde la cima del cerro de El Chamal, miraron la hermosa llanura que quedaba atrás y por la que acababan de pasar.
Conforme descendían el cerro, el sol se elevaba y revelaba a sus pies una vasta extensión de terreno llano cultivado parcialmente y rodeado, en su parte Norte, de montañas escarpadas y agrestes.
A las faldas de la montaña, Poinsett y su comitiva pasaron por la hacienda de Chamal, que pertenecía en ese entonces a la adinerada orden de las Carmelitas descalzos, para luego entrar en un vasto terreno cubierto de palmeras, donde se detuvieron y recolectaron algunos palmitos.
Cerca de las diez de la noche, llegaron al borde del llano y cima de la Sierra de Cucharas. Hacia las once se detuvieron al pie de la montaña, en un bosque profundo, cerca de la cabeza de un río, donde descargaron sus mulas y encendieron una fogata. Ahí descansaron luego de la fatiga provocada por la cabalgata de siete horas.
Como a la una de la tarde, del siguiente día, realizaron el camino. A las cuatro y media arribaron a un rancho en los márgenes del río Limón. El cortijo donde se alojaron estaba minuciosamente recubierto por dentro y por fuera y tenía un techo de hojas de palma, que resultaba ser mejor y más ligero que el de paja.
A Poinsett le inquietaba la superstición de la mujer de la casa a donde llegaron, pues al verla con un bebé en brazos, se le hizo fácil tocarle la mejilla al niño, dada su lindura y apariencia saludable. Pronto el párvulo comenzó a llorar y no había forma de tranquilizarlo, por lo que la pobre mujer de inmediato atribuyó la molestia del infante a la caricia del estadounidense.
“La mujer bajó al niño, trajo un vaso con agua y, luego de dudar un poco, me pidió por la Virgen que introdujera los dedos en el vaso. Cuando accedí a hacerlo, me preguntó con mucha seriedad si ésa había sido la mano con la que había tocado al niño y, al estar segura de ello, lo obligó a beber el agua. El niño, exhausto de tanto gritar y desgañitarse, se durmió enseguida y la mujer quedó contenta por el éxito de su remedio.”
Poinsett notó en su visita de diciembre de 1822, que los campesinos de lo que hoy es la región del Mante, eran amigables y afectuosos, dijo que jamás vio que realizara un gesto vulgar ni que hablasen con severidad o que intercambiaran palabras ofensivas.
“Cuando beben son ingobernables, salvajes y brutales en extremo, pero sus ebrios puños son escasos y desviados; cuando están sobrios, son humildes ante sus superiores, sumisos, dóciles, y entre ellos, amables y educados. Son, a mi parecer, un pueblo virtuoso y metódico,atento de todas las celebraciones de su religión y pendiente de sus deberes morales” dijo el viajero norteamericano.
Los robos eran poco comunes entre ellos, por lo que el equipaje de Poinsett se quedaba siempre debajo de un cobertizo; además, los asesinatos casi no eran frecuentes, y cuando sucedían, casi siempre se debían a las borracheras.
Al agente estadounidense le sorprendió encontrar tal moralidad entre los campesinos de una zona, devastada tardíamente por la guerra de independencia, que contrastaba con el carácter inmoral y vicioso de la gente de la capital y de otras grandes ciudades del reino de Iturbide.
CUBO:
Joel Roberts Poinsett nació el 2 de marzo de 1779 en Charleston, Carolina del Sur. Fue miembro de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, el primer Ministro de los Estados Unidos sobre México, ya que no se nombró un embajador para México hasta 1896. Secretario de Guerra en la presidencia de Martin Van Buren y cofundador del Instituto Nacional para la promoción de las Ciencias, organismo predecesor de la Smithsonian Institution. Murió el 12 de diciembre de 1851, cerca de Stateburg, Carolina del Sur.
La flor que conocemos ancestralmente como “flor de noche buena” fue introducida en 1825 por Joel Roberts Poinsett, por lo que desde ese tiempo, científicamente se le conoce como “poinsettia”, en honor del primer embajador estadounidense en México.