11 julio, 2025

11 julio, 2025

Podría ser un virus decir que sobrevivo

Crónicas de la calle

Te hablo desde el último instante de la orilla, desde el último momento de la agonía, cuando a un salvoconducto aún le falta una firma. Te hablo desde una ciudad virulenta y ciudadanos contagiados en una esquina o antes de dar vuelta, al subir a un coche, al escuchar un latido lento, un débil quejido, ante una emisión de todo, un rumor, un doctor hablándole al mundo.

Quién habla, tal vez ya fue como una estrella que se apagó hace siglos y que todavía no miras. Quién te habla fui yo hace muchos años. Tengo curiosidad, incluso yo, por saber si realmente existo o tan sólo soy un virus Cibernético o de cualquier otro tipo, un virus coronario por ejemplo. Ya ve usted que lo que uno no puede ver en casa lo ha de tener.

Ahora que descubrí esta otra manera de vivir, me cambié el cuerpo, el sonido de las palabras, el metro cuadrado de carne. Dejé la música intacta como cuando alguien canta y soy esta voz agitada que te habla. Vivo despreocupadamente.

Te hablo desde mi virus inyectado de virus. De virus Inmune en la epidemia del miedo, de la envidia y de la mercadotecnia. Poco a poco siento cómo el contagio se contagia del contagio. Entonces pierde el sentido y es cuando todo termina y comienzan a extrañarse los síntomas.

Muero de a poco en una noticia que se da entre los comerciales de una estación de radio a mediodía. Por motivos de salud el gobierno prohibió  a la población salir a las calles. Entre el Ángelus confundí la voz de la puerta que se cerraba y lo que siguió en la radio fue un comercial de una pizzería. Una oferta. Pedí una y en menos de 15 minutos tenía a un muchacho pitando en su moto entre las privadas llenas de casas y de virus.

A cada instante la agonía me recuerda su razón de ser y se repega a las paredes y voy cayendo a pesar de mi ser extrovertido. Quise hablar, gritar y hasta mentir que estoy vivo. Averiguar qué porcentaje hay del muerto y qué porcentaje hay del vivo. Pero estoy vivo.

Las estadísticas no mienten, entonces me busco en una larga lista y soy de los pocos que aún no mueren. Tal vez morí, sólo que no he sido descubierto por los verificadores domiciliarios, para saber hasta dónde es cierto que vivo como por milagro.

Los mismos verificadores domiciliarios deberían tener sus verificadores domiciliarios para verificar si son de veras o sólo son buenas intenciones de los gobiernos. En un alarde de salud pública los gobiernos del primer mundo podrían tener virus verificadores de virus que verificaran su propio estado de salud.

Desde hace rato que estoy vivo, digo que agonizo porque no estoy muerto. Pese a la prohibición de salir a la calle podría andar corriendo en el parque.

En realidad estoy vivo desde que estoy vivo, pero no he querido decirlo… es peligroso. Es exagerado, podría ser un virus decir que vivo y podrían venir por mi los vecinos que anoche me escucharon torcer, y los envidiosos verificadores domiciliarios de todo.

HASTA PRONTO.

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