Resiste ahí de pie sin un sitio
desocupado para sentarte.
Resiste sin un lápiz
con qué escribir y escribes en
la mano. Resiste ahí de pie con
hambre sin alguien que te invité
un taco. Resiste en la soledad
sin una llamada equivocada.
Resiste con los dos pies, resiste
en el suelo, sentado, acostado.
Como puedas resiste al viento y
al tiempo invisible.
Resiste a los extremos de las
cuatro estaciones del año. En la
esquina del día por donde oscurece
resiste con la mirada fija en el
horizonte. Con un pie en el peldaño
resiste con todas las palabras
en el cuerpo sin escaleras, con el
peso que lo hunde. Resiste con las
ganas de gritar todo, de sacar el
fuego de la lumbre, las manos de
las manos, los mocos de la nariz,
la mano del costado, la herida de
la flecha, el grano desgranado, el
fierro del guano.
Resistente. Vuélvete resistente
espontáneo. Corre con el aire en
contra y con un grano de arena en
la boca. Sé un resistente inesperado,
insospechado, ingenuo, un
resistente perdedor pero resistente
al fin y al cabo.
Resiste, dóblate, encaja, quiebra,
hazte agua en el agua. Resiste
el agua helada, el hielo en la garganta,
la fría almohada, el miedo
abajo de la cama, resiste la visión
gótica de la esquina donde cuelga
una araña. Resiste el recuerdo de
un partido mal pitado. Resiste el
balonazo en la cara y la risa de
los compañeros en un partido
perdido y amárgate un poco por
cosas sencillas e ingratas.
Resiste la oscuridad total que
no te deja ver, aprovecha para
no ver nada, descansa de eso, de
las multitudes y de los objetos.
Resiste a la luz que entre. Resiste a
la oscuridad que se quedó afuera.
Resiste a esa nostalgia del gato
que ya no pasa por la ventana.
Resiste bajo la lluvia sin paraguas,
camina despacio, empapado.
Resiste el paso veloz por las
calles y las miradas que te miran
corriendo.
Resiste el regalo, el abrazo,
la palabra humilde, sencilla,
resiste las caricias, las llegadas,
las despedidas, las promesas, las
bonitas palabras que no puedas
evitar decir y que te digan. Resiste
el saludo y el abrazo que no te
han dado.Resiste tu propia resistencia,
vuelvela mortal, vence, deja que
caiga, que decaiga, que vuelva a
su origen, que sea la nada, que
no se resista, pero en el último
instante resiste a esa tentación de
aniquilar tu propia resistencia.
Resiste hasta el último instante.
En el último instante llegan
las buenas noticias al cadalso.
Es cuestión de resistir la muerte
previa. Resiste el antes, que te
permitirá vivir tranquilamente el
después.
Bebe agua, come, haz algo importante
o no lo hagas, pero fluye,
mueve una mano o con mucho
cuidado deja de moverla. Pero
pon atención en cada espacio del
cuerpo, en cada espacio que tu
cuerpo desocupa. Resiste al propio
cuerpo, a su peso, a su dolor, a
sus deseos, a sus quebrantos, a su
cuerpo encubierto.
Resiste mientras te bajas del
carro y no sabes cómo lo hiciste,
mientras piensas otras cosas.
Si olvidaste lo más importante
cuando caminas y no sabes a
dónde vas, resiste pensarlo y
olvidate de todo, busca comenzar
la vida a cada instante, ser otro,
bajar las escaleras y saludar a las
mismas personas, volver a ser el
mismo a cada rato. Resiste todo
eso.
Resiste cambiar de manera
inevitable, irrevocable, resiste las
veces que vuelvas y no encuentres
a nadie, cuando toques y
nadie abra la puerta. Resiste
cuando no haya nadie, cuando
creas que no hay nadie, cuando te
pienses sin nadie, cuando estés tú
solo resiste, resistete, aguántate,
sabes bien que eres insoportable.
Resiste las palabras.
Resiste ahí de pie el sol a la
intemperie. Resiste lo bueno
acumulado en un pájaro. Resiste
la mirada que sola se traslada a
lo que amas. Resiste y haz que pasen
todos los días por tu cara, por
tu espejo, por tu casa, por tu calle,
por tu ciudad como una epidemia
o una plaga.
Resiste al virus de ultramar, a
los tumores, al movimiento perpetuo,
al sueño, al dueño, resiste
al tufo, al sudor y al yodo. Resiste
las plagas, la escafandra instalada
en la cara, resiste el oxígeno que
se respira abajo del agua.
Resiste: al fin y al cabo es lo
que haces a diario.
HASTA PRONTO.