CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- A lo largo de la historia Tamaulipas ha enfrentado el ataque de enfermedades mortales como; el cólera asiático, gripe española, viruela, fiebre amarilla, influenza, tifo, influenza AH1N1 que provocaron cientos de muertos que con los avances de la medicina se lograron frenar y ahora aparece el coronavirus.
La más reciente alerta sanitaria que se registró en el estado fue el el 17 de marzo del 2009, cuando se ordenó tomar medidas de salud, como : suspensión de clases en todos los niveles educativos.
Hoy a casi 11 años de distancia, nuevamente el gobierno del estado, implementa un plan emergente de prevención, para evitar la infección del Coronavirus entre la población, el cual ya registra cuatro casos positivos en Tamaulipas, uno en Altamira, Reynosa y Matamoros, según informan las autoridades de salud.
Por lo que se decretó el cierre temporal de centros de diversión, espectáculos y deportes, así como los centros turísticos, religiosos y playas, con el fin de contener el avance de la enfermedad.
Sobrevivió el pueblo a la fiebre amarilla
El Cronista de Victoria, Francisco Ramos Aguirre, en una cronología histórica relata como en aquellos tiempos la población enfrentó estas enfermedades sin hospitales especializados, sin agua potable, laboratorios, gel antibacterial, epidemiólogos, vacunas ni antibióticos.
“Sólo existían unos cuantos médicos, boticarios y expertos en herbolaria. Por ello, las enfermedades epidémicas que azotaban a la población eran mortales y generaban incertidumbre y miedo”.
El cólera asiático, gripe española, viruela, fiebre amarilla, influenza, tifo y otros padecimientos, causaban enormes estragos sin que nadie pudiera controlarlos.
“La función de las juntas de higiene, se concretaba a realizar campañas fumigatorias, aislar enfermos y ordenar su cristiana sepultura”, relata. La vecindad de Ciudad Victoria con los puertos de Tampico y Bagdad, considerados desde el siglo XIX lugares insalubres, representaba un foco de propagación y contagios, debido a la abundancia mosquitos, vegetación tropical, arroyos, charcos, esteros y lagunas. En este contexto, el mejor remedio era invocar al altísimo. Dos de las grandes epidemias memorables en Tamaulipas, sucedieron en 1844 y 1878. Sin embargo, la más importante fue una de fiebre amarilla que azotó Victoria a finales de 1882, ocasionando la muerte de numerosas personas.
Ni siquiera el famoso Jerez Lozano, pudo salvarlos de aquel trance: “Para entrar a la vejez,/robusto y muy bueno y sano,/no hay como tomar jerez,/de la marca de Lozano”, platica. Sobre el mismo tema, platica el Cronista Ramos Aguirre, que en julio de 1898, apareció de nuevo dicho padecimiento en Tampico, que algunos médicos confundieron con malaria.
La infección se propagó rápidamente a través del ferrocarril que conectaba Ciudad Victoria, Linares, Montemorelos y Monterrey.
“Vale decir que las autoridades sanitarias, no tenían la capacidad para detener su avance del contagio. Únicamente informaban sobre desinfección de cargas de trenes con gas sulfuroso, cuarentenas y contagio por objetos infectados”. En octubre, la Junta de Sanidad anunció que las defunciones habían disminuido. Sin embargo, el día 4 falleció en Victoria la señora Margarita Terán de Fierro, madre del obispo Filemón Fierro y Terán a consecuencia de la fiebre amarilla. Con gran dolor de la feligresía católica, fue sepultada en el cementerio municipal. Meses después, algunas noticias afirmaron que el sacerdote se encontraba en Durango enfermo del mencionado mal. Lo cierto es que decidió exhumar el cadáver de su progenitora, trasladándolo a su lugar de origen. Ante el temor de contagiarse del mortífero microbio y salvar sus vidas, numerosas familias de la capital tamaulipeca, se trasladaron hacia otros lugares del país. Lo mismo sucedió con pobladores de Tampico y El Paso de Villa Cecilia -hoy Ciudad Madero-, donde el brote causó mayores estragos. Incluso, corrió una leyenda urbana asegurando que los enfermos de estas poblaciones, eran envenenadas por las autoridades. En 1898, el periódico El Universal (10/15/), registró una noticia sobre un reo de la cárcel de Victoria, quien fingió padecer fiebre amarilla, al arrojar sangre por la boca. Sorprendido, el celador pensó que estaba enfermo y contagiaría al resto de los presos.
Por tal motivo, a media mañana lo condujeron al hospital civil de donde se fugó en la madrugada. Luego se supo que el día anterior, su esposa introdujo en una canasta de comida, una botella con sangre de res que el presidiario utilizó para engañarlos. A mediados de noviembre, las autoridades sanitarias anunciaron el término de la cuarentena. Con excepción de Tampico, se restableció el tráfico de carga y pasajeros del Ferrocarril Mexicano entre Linares, Ciudad Mier, Ciudad Victoria y Laredo, Texas.
Sin embargo el 17 de noviembre, los fallecimientos continuaron en Monterrey: “Ayer hubo seis defunciones de fiebre amarilla y dos nuevos casos…los gastos erogados por el gobierno en el lazareto…importan hasta hoy 4 mil pesos, los hechos en la estación sanitaria de Ciudad Victoria clausurada -a cargo del doctor Melesio A. Martínez, ya ascienden a $3,500.00…” Ante el enorme problema que ponía en riesgo la salud de los tamaulipecos, el gobernador Guadalupe Mainero se mantuvo alerta sobre el desarrollo de los acontecimientos. Para entonces la Junta de Salud había elaborado un balance de los muertos: Tampico 500; Ciudad Victoria 200; Monterrey 400 y Linares 80.