De manera oficial, México ingresó a la tercera fase del coronavirus.
La del contagio directo y multiplicador, es decir, la línea ascendente que puede producir incalculable número de víctimas.
Ahora vemos más cerca lo que hace unas semanas era asunto lejano…muy de Asia, muy de Europa con copia doble calca para EU, mientras que en nuestro país el juego se reducía al intercambio de “tapabocas” por recomendaciones, donde la vida y la muerte se tomaron a broma, en atención a la costumbre.
Hasta este martes en que el supremo gobierno anunció que del comportamiento personal depende, no formar parte de las estadísticas.
La segunda opción llega con aroma de panteón. Así de simple, sin derecho a réplica.
Después del anuncio el escenario es diferente y sin cabida para pleitos político-empresariales o de otra índole, donde la ambición cuenta en función de poder, ganancias materiales e impunidad.
Ahora se trata de defender todos, la vida de todos, por la sencilla razón de que solo hay un barco disponible, cuyos remos han de ser movilizados por quienes desean alcanzar la orilla.
Y en esto creemos que no hay quien titubee ni se acobarde.
Hay que ir al encuentro del enemigo, del monstruo que a su paso va dejando muerte y dolor, después de condicionar la sobrevivencia de una sorprendida especie humana que se divertía imponiendo reglas de eliminación natural, a los más débiles.
Los pobres debían sucumbir mediante sofisticada fórmula, para permitir el intercambio comercial y tecnológico solo entre los más poderosos, después de cumplido el papel depredador de los explotadores en serie.
El siguiente paso sería el reinado absoluto del dinero.
Solo que la naturaleza se anticipó, obligando a solucionar el crucigrama del que no existen antecedentes, porque parece creación diabólica.
No fue la sopa de murciélago en un mercado de China, porque el virus pudo aparecer en cualquier rincón de un planeta contaminado, despreciado y humillado por la soberbia humana.
Quizá permaneció a nuestro lado, suponiendo que el raciocinio impusiera formas de vida sin promiscuidad, ni destrucción de este rincón del universo, que antes de ser pisoteado por el humano, debió ser el paraíso ideal a la procreación de las especies.
El coronavirus es apenas un aviso de la naturaleza, tan dramático como el de hace cien años que produjera casi 100 millones de muertos…la llamada gripa española.
Ha habido otros llamados de menor proporción, simples regaños, como el padre que reclama los excesos a su hijo, aunque lo sigue tolerando.
Las pestes han sido cíclicas y ni los científicos mejor preparados, pueden afirmar que la que actualmente padecemos, podría ser la última.
La ciencia siempre irá atrás de la naturaleza.
De manera que el virus ya está en todas partes, así lo dicen las autoridades sanitarias repitiendo incesantes las mismas recomendaciones.
El contagio es inminente. Es una realidad que alcanzará quién sabe a cuántos y en qué medida.
Y es tan incierto todo, que no hay lugar ni para la especulación.
Hay que aceptar que México está en el filo de la navaja y lamentar al mismo tiempo, que los grupos de interés insistan en atacar y desorientar, cuando debieran ser solidarios, considerando que la inmunidad no aplica para nadie.
Que los pleitos nacidos de la mala fe y la inconciencia social se pospongan.
Caso contrario, la república será el gran panteón, donde también han de quedar sepultos aquellos cuyos objetivos fueron modelados por la mezquindad.
Del coronavirus nadie está exento, porque no es indulgencia que pueda comprarse con dinero o influencias.
Eso debieran saberlo los corruptos.
¿De qué sirve a los neo porfiristas seguir atacando la medicina social si al final de cuentas podrían ser salvados por la estructura creada por el supremo gobierno?.
La condición humana encuentra en el miedo a una de sus principales debilidades, y ni modo de negar que a cada “valiente” le llega su hora.
Entonces, si el peligro nos incluye a todos, ¿por qué no ser consecuentes de las circunstancias?.
LA SOCIEDAD DEL FUTURO
Lo cierto es que a los mexicas nos alcanzó el destino y una buena forma de enfrentar el virus es por medio de la solidaridad y la fraternidad perdidas, durante el periodo enajenante del neoliberalismo que optó por el saqueo sin medida.
Llega la etapa más difícil, donde todos estamos obligados a aportar algo. Desde luego al ciudadano común corresponde cumplir en tiempo y forma las recomendaciones oficiales.
No antes ni después, sino en el preciso momento que garantice efectividad.
Por el bien de todos, la disciplina es necesaria.
Pero también importa que las autoridades se impongan mediante argumentos que eviten el uso de la fuerza.
Nada será más condenable que el abuso por parte de quienes están más obligados a respetar la ley.
Ojo, que no se aproveche este difícil escenario para violentar los derechos humanos. Hay que evitarlo porque no estanos en guerra con nadie…además ni la deseamos.
Bastante ya tenemos.
Cuántos sobrevivirán a la pandemia. Es un enigma, pero quienes lo logren se toparán con otro México.
Será el país de las nuevas generaciones que sin duda, tienen garantizado el superar el mal, gracias a su fortaleza física.
Es una de las experiencias dejadas en otros lugares. Y qué bien, porque estos mexicanos están llamados a terminar de reconstruir la república.
Será tarea de quienes maduran en medio de la crisis sanitaria. Una tragedia de la que no les hablaron sus padres, porque también la desconocían.
Será la oportunidad también del cambio de conciencia en todos los sentidos.
Quienes libren el mal volverán a nacer en un país, que tal vez no lo apreciaban en su exacta dimensión.
Sucede en lugares donde han padecido no solo epidemias, sino guerras, sometimientos, hambrunas, dictaduras y crueldad excesiva de invasores.
Los ejemplos son numerosos, pero créalo que en verdad solo se siente cuando hay la oportunidad de visitar naciones y convivir con herederos, o bien víctimas de tales sufrimientos.
Es como hablar con seres de almas purificadas por la desgracia, que con el mismo valor aprecian la vida propia y la de los demás. Para ello trabajan, crean y fortalecen sus sentimientos, en un mundo que no es el ideal, pero al que le encuentran sentido a una felicidad que cumple objetivos solidarios y fraternales, es decir, humanos.
Algo o mucho de todo esto, ha de quedar en la conducta de los sobrevivientes de la pandemia en México.
Eso esperamos y deseamos.
SUCEDE QUE
La ley de amnistía es un acto de justicia social y quien lo dude, que tire la primera piedra.
Y hasta la próxima.