No solo en ciudad Victoria, también en Nuevo Laredo y seguramente en otras ciudades tamaulipecas se corrió el rumor de la aplicación de multas a automovilistas sin cubre bocas, lo que propicio que se elevará el nivel de enojo de la ciudadanía, todos descargando ira en redes sociales contagiaban más la bilis por algo incierto.
Desde temprana hora se publicó en el Diario Oficial de Tamaulipas el nuevo acuerdo que en materia de salud dictamina el protocolo a seguir para contener en Covid 19, en ninguna línea se contemplaba tal acto impositivo. Sin embargo, se coló en la comunidad viral la “fake news” que prendió la mecha para sacar rencores de antaño y angustias colectivas.
Ahora mismo la mitad de la ciudad burocrática está de vacaciones, los días de asueto llegaron en medio de la pandemia y es difícil disfrutar el receso laboral metido en la casa, así que es comprensible el encono viral. Ya no importaron los desmentidos o aclaraciones oficiales.
Los estudiosos de la psicología explican que nunca como ahora el
ser humano enfrenta retos de salud importantes, no sólo de la salud física, sino también de la mental, el miedo
al desconocido bicho, la angustia por el encierro, los cambios de hábitos y sentirnos acorralados nos lleva a ser impulsivos, a tener el umbral del enojo más en corto y llegar al pánico inútil con más facilidad.
Ya perdimos la cuenta de los días de distanciamiento social y con las emociones a flor de piel, como en una rueda de la fortuna de arriba a abajo, vamos del “estar bien” a la depresión, coraje, frustración y resignación, luego, a todo esto le agregamos lo que nos llega de afuera, de boca en boca o por chats y redes sociales, aumentamos la carga del estrés y nos convertimos en olla exprés a punto de estallar. Pero calma, por nuestra energía y la salud pública, contemos hasta diez y respiremos hondo y despacio.
A ciencia cierta, enojarse es benéfico para la salud, la UNAM publicó un estudio del psicólogo Eduardo Calixto que nos indica que “el enojo es una reacción que tiene el sistema nervioso central para manifestarse, estar en contra, evadir algún tipo de molestia y obtener algún beneficio. De hecho llevado a cabo adecuadamente nos hace competitivos y por eso resulta benéfico”.
Cuando nos enojamos liberamos las hormonas noradrenalina y dopamina que aumentan la presión arterial y el ritmo cardiaco, y el glutamato que disminuye la serotonina y vasopresina. La ciencia sustenta que enfadarnos una media ahora al día está bien, pero cuando la encabritada dura más de cuatro horas el enojo ya es patológico y es nocivo para nuestro cerebro. Así que mejor bajarle dos rayitas al odio hacia un personaje que tiene fecha de caducidad.