Los tiempos en que el poder presidencial era absoluto y omnipotente al que se rendían todos sin objeción alguna, ya no existe, y no volverá más.
También aquellos días en que los gobernadores de los Estados, escuchaban sumisos y temerosos la voz del Presidente, se quedaron en el olvido y se guardarán como anécdotas en la historia política del país, en donde la tiranía del poder se ejercía a rajatabla.
Las conductas institucionales y de la disciplina implacable, pertenecen a una clase política y a una sociedad rezagada y retrasada que no cabe en estos tiempos en que las democracias en el mundo empiezan a verse y sentirse como entidades de carne y hueso. Por eso, hay que empezar a vivir y a convivir en medio de la diversidad y las discrepancias políticas e ideológicas.
Solo aquellos que entiendan la “nueva normalidad política”, van adaptarse a las nuevas normas de convivencia social en el país.
Si había muchos que se sonrojaban o se sonrojan
aún, cuando escuchaban los discursos contestatarios del Presidente de la República, de los gobernadores, de los empresarios y de los intelectuales, deben de irse acostumbrando al nuevo lenguaje y a los nuevos estilos de entendimiento político.
En estos tiempos, partidos como el PRI, que lleva en su nombre la palabra “institucional” se va a ver obligado,
y quizás para su bien y para su supervivencia, cambiar nombre y sus formas de hacer política.
Lo anterior viene al caso, luego de ver y entender la presencia de Andrés Manuel López Obrador en Guanajuato y Jalisco, en donde los dos poderes: presidente y gobernadores, entendieron que son tiempos nuevos de hacer política. Diego Sinhué gobernador de Guanajuato y AMLO estaban confrontados mediática y políticamente, y este miércoles, sin exponer sus dignidades políticas, hablaron de sus agendas y de sus conveniencias, haciendo a un lado la confrontación. Ambos entendieron que por encima de las diferencias políticas, está el trabajo y el hacer un buen gobierno.
En Jalisco, Enrique Alfa-
ro, que ha sido el más duro y rebelde de los gobernadores con el Presidente, fue prudente, duro, pero políticamente correcto con su visión del país y la que tiene el Presidente:
“Defender a Jalisco no significa confrontarse con el gobierno de la República, tener diferencias en la manera de ver algunos temas no significa que seamos enemigos, hablar con la verdad y de frente puede hacerse también con respeto
y reconocimiento al presidente de todos los mexicanos”,
dijo Alfaro, y el presidente lo entendió e hizo el compromiso de encontrar las coincidencias haciendo a un lado las banderas partidistas.
La enseñanza de estos encuentros y mensajes llaman a entender que en una democracia, cuando domina la inteligencia, se pueden zanjar las diferencias más profundas.
El presidente va a ir a Chihuahua, a Michoacán, a Tamaulipas y a Nuevo León, donde ha tenido desencuentros con los gobernadores, y va hacerse oír, también escuchará verdades y reclamos fuertes, pero nadie debe sorprenderse; este es el tono y el color del nuevo ejercicio del poder; sí hay errores, cada actor y cada gobernante debe asumirlo y pagarlo en las urnas.
Esta “nueva realidad” no se debe a la 4T,ni a los conservadores, ni a los ultraderechas, ni a los liberales. Esto es consecuencia de la dinámica social, de los tiempos democráticos que vive el mundo y al cual México no está excento de experimentarlo.
Bienvenido el lenguaje de la discrepancia y de la dignidad.
