¿Qué hago yo aquí adentro de mí? Buena pregunta antes de dormir y permitir que el cuerpo se libere un poco de la existencia. Ha de ser bueno para el cuerpo el yoga total al caer en el sueño.
Mar adentro, me desconozco por completo, puedo mencionarme por fuera, decir el brazo largo para una camisa holgada y cuadrada, el cuerpo delgado y alto, fuerte. Adentro eso se sabe. Toco las paredes del estómago, el lienzo de la piel y por los poros veo la luz pequeña del inframundo. Estoy atrapado en mi cuerpo, en redes de calles sin redes. Anote eso, haga constar. Como en el saco amniótico. Adentro es el único lugar donde se existe sin preguntas.
Adentro aprendí el ajedrez como un algoritmo, un simple error estratégico. Por fuera atizo mi pelo. Mi pelo es una sombra, es territorio de telaraña. Mi pelo es oficio de penumbra, perfume oscuro, es viento del mismo que me trajo al mundo. Mi pelo es sonaja de malinche de un pueblo. Mi pueblo es el pelo hacia adentro que escapa como alguna vez escaparon los dedos.
Adentro recuerdo los brazos extendidos y los días de sol junto al mar. Desde luego las calles y el rastro que el ser humano va dejando. Por dentro hago un pez. En la escollera hay otros peces que se mueven. Adentro del agua soy otro más. ¿Qué hago adentro de mi cuerpo y del océano?
¿Qué hago adentro de mis cinco sentidos y sus canciones y villancicos? Las luces intermitentes de las pupilas son semáforos en verde, puedo salir a cualquier hora a pensar al paseo Méndez, caminar por el bulevar sin gente, con viento del Norte.
Podría alguien preguntarme: ¿Y tú qué haces ahí adentro? No sabría qué decir en medio de este mundo atroz. Por un instante pensé que hablaba y reía mientras cruzaba el río San Marcos por el puente de la calle 8. Lo hago adentro de mí, pero no es lo mismo. Adentro lleven las palabras que luego salen por los poros con la piel chinita, en unos descabellados cabellos, en un par de miradas.
A dos cuadras venden troles y el estómago elige los ingredientes. De memoria se sabe el queso molido y el chile rojo. Todo lo que no le echa se sabe cuando escurece en la calle Hidalgo. Por ello pensé que un día saldría al campo de batalla perdida, a la paz forzada, a la guerra sucia en una privada de la colonia.
Por dentro voy corriendo siempre como dijo el poeta: a nadie alcanzo y nadie me alcanza, lo que quiero es continuar en la carrera. Una noche pasa, pero duermes y el cuerpo se mete a investigarte. En los pulmones habrá un aire extraño, cierto oxígeno indescifrable.
Tendré más tardes de estas. No sabría qué decir cuando al fin salga la tarde y caiga ese párrafo. Si lo hago pondré muy claro el nombre que llevo por detrás de la hoja, pero finalmente, nadie arrojará la primera piedra ni la última.
¿No sé qué hago adentro pudiendo estar afuera con las fiestas navideñas en la nostalgia las casas que se prenden y se apagan con un Santa Claus en la puerta? ¿No sé qué hago atrás de la puerta de estas palabras que digo detrás de cada letra, cuando la mano lanza la flecha y el camino se encaja directo en el fondo de esta hoja.
HASTA PRONTO.
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA