En los parques hay bancas solitarias desde hace muchos días. Desesperadas a veces pierden su razón de ser y quieren irse con la noche, pero la noche no prospera sin los novios ahí sentados tampoco. Una silueta pasa apenas de vez en cuando con su cubrebocas viendo para todos lados como si al covid-19 se le pidiese hacer unas cuantas preguntas ingenuas e innecesarias. De día las bancas ríen a carcajadas entre ellas como siempre que están solas y nadie las mira y pensar que no lo hacen ahora por lo mismo porque nadie las mira.
Antes los transeúntes se peleaban por una de ellas esperando el micro de la colonia Moderna , hoy hay bancas callejeras ignoradas por los extraños últimos que se sentaron en ellas. Pasa el viento y ambas bancas que se miran ahora lo ven pasar flaco y ligero, trajo frío que congela las partes de fierro más necesitadas de un afecto que se siente en ellas.
La noticia es la escasa población de bancas ocupadas. El olvido obligado de los terrícolas, en lo que el café iba y venía adentro de los restaurantes de postín, y ellas, las bancas aquellas, se enojaban con la incipiente llovizna que comenzaba a caer sobre sus cabezas. La lluvia fue un consuelo para algunos como las bancas que aceptan que más antes les gustaba mojarse hartas de que se sienten sobre de ellas y se arremolinen, de que pongan los pies encima, las manos tatuadas por un mono horripilante. Cuando llueve descansan a su manera.
Una buena banca que se precie de serlo no se sienta, de pura vergüenza profesional, por ética. Desde una banca adentro de un estadio no se mete un gol pero se ve el partido bien cerquita dijo un vato. La banca es para los que la calientan y no la repudian, al contrario, se casan con ella. No cualquiera hace una banca y alza las manos en señal de triunfo, tiene que probarla primero él mero.
Hay bancas tumbadoras y banca del tamaño de uno para poner el pie inquieto que busca el otro. Me queda claro que las bancas no hablan por eso es muy extraño todo esto. Frente a frente parecen dos edificios repetidos, dos farmacias con el doctor bailando afuera, gemelos, duetos y solistas cada uno por su cuenta.
Ellas sí han sabido guardar sin necesitarlo su sana distancia en los cinco metros incorruptibles que las dividen. No sé qué harían si pudieran abrazarse, seguramente han visto muchas escenas más atrevidas que esas pero ese es otro tema. Una banca bien hecha queda en el sitio correcto donde una persona por primera vez se sienta y da el primer beso, ocurre una reconciliación cerquita de una desavenencia profana, casi nada, un par de lagrimas, dice la banca.
Si las bancas hablaran sentirían nostalgia del parque, esa pequeña ciudad que las rodea y las provee de personas. Las bancas debieran convocar con carácter de urgencia a la sociedad de las bancas de parques banquetas y paradas de micros de la vida pública, pero no lo hacen.
Quien pase podrá ver en esta hora el escenario, cuando antes una banca estaba rodeada de gente, llena de dulces, aplastadas por un cachete y dos tortas de aguacate. Son las 9 de la mañana de un día corriente como aquellos. Todavía habrá raza corriendo en alguna parte, pasan bien cansados y no desean sentarse.
Pienso que cuando todo eso pase las bancas serían las mismas que antes y no podrán moverse o platicar sino entrada la noche, con los fantasmas, cuando no haya nadie. Yo sí voy me sentaré un rato, ya di dos vueltas y media y vengo aventando el bofe. Como todo en la vida elegiré una de ellas, la que está más cerca; la otra banca se alegra, no ha de ser una banca envidiosa.
HASTA PRONTO.