8 julio, 2025

8 julio, 2025

DEJEN DE HACERLE CASO

COLUMNA HUÉSPED / VÍCTOR BELTRI

Algo no funciona en la oposición —decíamos la semana pasada—cuando los partidos políticos no postulan a sus mejores perfiles, sino a los cercanos y las rémoras del pasado; algo no funciona cuando, después de dos semanas de ausencia del Presidente, no son capaces de colocar una sola idea nueva en la agenda nacional. Algo no funciona, tampoco, cuando no han sido capaces de entender el juego al que les somete el mandatario.
El país se cae a pedazos desde antes de la pandemia, con escándalos de corrupción que alcanzaban a su círculo más cercano, decisiones incomprensibles en materia económica, postulados sin sentido en temas energéticos y omisiones culposas en materia de seguridad. El Presidente, en vez de enfrentarlo, optó por anunciar absurdos que acapararan la conversación — ante los que la oposición mordió el anzuelo— y, así, terminamos hablando durante meses de una rifa sin sentido, del juicio a los expresidentes —o de las acusaciones del exdirector de una paraestatal— sin atender a la demolición sistemática tanto de los elementos de cohesión social como de las instituciones del Estado mismo.
Algo no funciona cuando la nación atraviesa la peor crisis de salud en la historia contemporánea, los fallecimientos se acumulan en cifras escalofriantes y aun así el mandatario es capaz de mantener —e incrementar— sus índices de aprobación, a pesar de haber caído enfermo víctima de sus propias políticas equivocadas. La oposición desperdició un tiempo precioso y, en vez de aprovechar el espacio vacante, convocar a la ciudadanía
y unificarse en torno al llamado a cuentas sobre los errores de gobierno, prefirió sumarse —por separado— a la catarata de rumores sobre la salud del mandatario, a la especulación sobre el bulto en su traje, a la crítica hacia quien lo reemplazó en la tribuna por unos días. Los problemas continuaron, sin que pudieran conquistar un sólo espacio: bastó un video, en el que bajaba las escaleras, para destruir las especulaciones sobre su salud; bastó una conferencia mañanera, al día siguiente, para probar que
la enfermedad no había hecho mella en sus intenciones.
Bastaron unas horas para que la oposición se enganchara, de nuevo, en el juego perverso de hablar —todo el tiempo— sobre quien ellos mismos no pudieron descartar en su ausencia, de criticar las formas y no el fondo, de atender a lo inmediato en vez de lo trascendente. En el juego perverso de criticar la opinión del mandatario acerca del cubrebocas, la inauguración del aeropuerto inexistente más importante del mundo, las posibilidades de vender un avión que ya rifamos —o cualquiera que fuere la ocurrencia del día— mientras se descuida lo que realmente importa, la viabilidad del México del presente y del futuro.
La oposición no ha comprendido que no se trata de demostrar quién estuvo equivocado en el 2018, de aprobar lo sucedido después del 2012 o —mucho menos— defender el resultado de la elección del 2006: la oposición no entiende que su deber no es reinstalar el sistema anterior —que no funcionaba— sino proponer un sistema mejorado, en el que tengan cabida —y oportunidad— incluso quienes apoyan al Presidente en las condiciones actuales. Algo no funciona cuando un sistema democrático en crisis pretende restablecerse en torno a las opiniones y caprichos de un caudillo, pero funciona menos aun cuando la oposición pierde la visión de largo plazo y sólo es capaz de reaccionar ante cada esperpento, sin proponer nada más que una alianza partidista entre quienes ya le fallaron al pueblo.
Algo no funciona, y no funcionará, hasta que la oposición entienda que, para ganar las elecciones, no es suficiente señalar los errores en una campaña de contrastes sino, muy al contrario, generar las ideas de Estado que conviertan al discurso presidencial, las conferencias mañaneras y los mensajes de odio, en algo irrelevante. Hasta que deje de ser el centro de la vida nacional; hasta que —ya por favor— dejen de hacerle caso.

POR VÍCTOR BELTRI

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