9 marzo, 2025

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Yerbabuena: página negra de Villagrán

La historia de los hermanos Hernández es la página negra de la Yerbabuena y la secta dónde una prostituta era la sacerdotisa; orgías, droga, crímenes y fanatismo eran su característica hasta que la policía intervino con un saldo trágico de 14 muertos, 15 heridos y 40 detenidos

Excarcelados

ya no querían

regresar al ejido

Gran parte de mujeres, hombres y niños detenidos después de los hechos, fueron liberados el día 5, pero la mayoría se negó a regresar al ejido, creando así un problema más a las autoridades, que los alojaba y mantenía desde su detención.

VILLAGRÁN, TAMAULIPAS.- Los hechos ocurridos en La Yerbabuena, es el clásico relato rural de personas que, al aprovecharse de su facilidad de palabra, engañan gente humilde haciéndoles creer en milagros para así obtener ganancias de diversa índole.

La historia que aquí se relata, sucedió a partir del 7 de agosto de 1919, en el entonces rancho de La Yerbabuena, municipio de Villagrán, Tamaulipas, el día que nació Cayetano Hernández Rivera, quien junto a su hermano Santos, nacido un 15 de febrero de 1923 en el mismo lugar, encabezaron años más tarde una secta cuyos integrantes, años más tarde, serían abatidos por el ejército y la policía tamaulipeca.

Así surgió la secta

En noviembre de 1957, Cayetano Hernández encabezó a un grupo de campesinos de La Yerbabuena, que solicitaron al gobernador Norberto Treviño Zapata tierras ejidales en el lugar, petición que le concedieron el 28 de julio de 1960.

Años después y al valerse de su poder e influencia en la comunidad; ideó junto a su hermano Santos un plan maestro para estafar a los vecinos, al hacerse pasar por sumos sacerdotes de una «mezcolancia» de doctrinas; por lo que prometía entregarles un tesoro oculto en las montañas a cambio que la gente les diera sus posesiones y los alimentara a cuerpo de reyes.

La gran mayoría de los habitantes aceptó pagar tributo económico y sexual a los Hernández y así comenzaron una secta, cuyos primeros pasos iniciaron en las montañas que bordeaban el valle donde se ubica La Yerbabuena.

Luego, Santos y Cayetano salían fuera del pueblo a comprar mariguana con el dinero que les daban y regresaban para compartirla con sus feligreses que, dóciles por la droga, participaban en las orgías que organizaban.

Las cosas pintaron muy bien para los estafadores por un tiempo, pero los integrantes de la nueva secta se fueron cansado por no recibir la fortuna prometida, ni señal de los dioses, ni algún beneficio. Al tercer mes los sectarios exigieron fortuna, por lo cual los estafadores contestaron que necesitaban una sacerdotisa y se fueron a Monterrey en busca de una prostituta a quien hicieron pasar como sacerdotisa.

Aparece en escena

Magdalena Solís

En Monterrey dieron con María Magdalena Solís Castillo y su hermano Eleazar, que fungía como su proxeneta. Los Solís eran originarios del ejido “José Delgado”, municipio de Mainero, Tamaulipas, colindante con La Yerbabuena, por lo que conocían a Cayetano.

La idea de ser parte de la secta de los Hernández les cayó como anillo al dedo a Eleazar, pues tiempo atrás él había querido fundar una en su ejido, pero las autoridades comunitarias se lo prohibieron; por ello había emigrado a la sultana del norte. En esa época Magdalena tenía 16 años y tenía tiempo de ejercer el oficio más antiguo, así que la oferta de convertirla en diosa, le pareció como un verdadero milagro.

El nacimiento de la

suma sacerdotisa de la sangre

Si a los Hernández les gustaba el sexo, a Magdalena la enloquecía, así que exigía su tributo sexual a todas horas, organizaba orgías a las que no se podía faltar.

A los pocos días, los delirios de ser verdaderamente una diosa la poseyeron. La droga corría por todo el pueblo y los Hernández estaban permanentemente mariguanos y Eleazar, a sus 21 años, estaba satisfecho con la parte de sexo y droga que le tocaba.

Algunas semanas después de la llegada de Magdalena, un par de jóvenes de la comunidad, hartos de los abusos, externaron su deseo de salirse del culto de La Diosa.

Fueron llevados ante Magdalena quién, completamente intoxicada por la mariguana y el peyote, los mandó linchar. El miedo a ser sacrificados paró en seco cualquier protesta que hubiese en la comunidad.

El ocaso de

su poderío

El viernes 31 de mayo de 1963, a temprana hora, “el patriarca” de los fanáticos, Cayetano Hernández, fue asesinado de un escopetazo que se le disparó a mansalva.

Los creyentes que aceptaban sus estrafalarios ritos como cosa divina, le llamaban “el dios” y noche a noche se congregaban en un paraje solitario para bailar en derredor de una hoguera, se enardecieron al saber la noticia sobre su muerte; e iniciaron una orgía desenfrenada que culminó con la persecución y muerte de los habitantes que no eras adeptos al culto.

Lo cierto es que Cayetano fue asesinado por un miembro de la secta, que intentaba ganar la gracia de Eleazar Solís y su hermana, pero trató de desviar

la atención y le echó la culpa a Celina Saldaña, una mujer de hogar, que fue perseguida a garrotazos y finalmente sometida a la impotencia.

Otro grupo persiguió a Héctor Arias, un campesino originario de la Boquilla, Nuevo León, que estaba en la comunidad de visita a unos parientes y quien también pagó los platos rotos.

Ambos fueron acorralados tras la persecución y atados en postes en un terreno solitario del centro del ejido. Santos Hernández y los Solís incitaban a la gente diciéndoles que “el fuego purificaría sus espíritus”

A la mujer y al hombre se les quemó en medio de una enorme pira sin que nadie hiciera caso de sus gritos.

También fue golpeada salvajemente Florencia Balderas Martínez, sólo que el oportuno socorro de la policía, evitó que muriera en manos de sus coterráneos. Otros periódicos de la época reseñan que también murió en la hoguera Armando Arisa Lerma.

Interviene

la policía y

el ejercito

Un niño de 14 años llamado Sebastián Guerrero, contempló el sacrificio y aterrado huyó del pueblo y caminó 25 kilómetros hasta Villagrán.

Cansado y aparentemente delirante, Sebastián le contó a la policía lo que ocurría en La Yerbabuena.

Al parecer nadie le creyó, sólo Luis Martínez Hernández, agente de la policía secreta con varios años de experiencia, quien de inmediato solicitó refuerzos a Victoria.

En la capital tamaulipeca fue movilizado un contingente al mando de los comandantes José Inés Infante y Juan Piña, de la policía secreta de Victoria.

En ese grupo también iban Román Juárez, jefe del mismo; Jesús Santillán, Antonio Pérez, Ángel Torres Balboa, Octavio Cruz Alemán, Manuel González y Juan Rodríguez Briones.

“El Porvenir de Monterrey” entrevistó por teléfono horas después al agente Juan Rodríguez Briones, quien era entendido en el Hospital Civil de Victoria por sus heridas, y dijo que como a las cinco de la madrugada del sábado 1 de junio de 1963, llegó el grupo policiaco a La Yerbabuena, después de recorrer la distancia entre Victoria y el ejido toda la noche.

El agente dijo que en la primera casa que encontraron en las goteras del pueblo, aprendieron a dos campesinos.

Los esposaron y los hicieron que los llevaran donde estaban los líderes de la secta, platica que: “al llegar a una casa que parecía solitaria, fuimos recibidos a tiros por un grupo de personas muy numeroso”.

Eran Santos Hernández y sus adeptos, quienes al grito de ¡Adelante con Cristo! Recibieron a balazos a la policía.

Rodríguez Briones no supo decir cuántas personas había ahí dentro, pero a juzgar por los disparos eran por lo menos 20. Dijo además que en el tiroteo vio caer a varios de sus compañeros, entre ellos el agente Luis Martínez Hernández. Añadiendo que él recibió un disparo en el costado izquierdo y ya no pudo darse cuenta de nada más.

El periódico “El Informador de Guadalajara” dijo que también fallecieron en el tiroteo los agentes Gregorio Briones, Alfonso Nava, Guillermo Ramírez y Guadalupe Ramírez.

El saldo del tiroteo fue de 14 muertos, 15 heridos, cuatro de ellos muy graves y 40 detenidos.

Entre los muertos estaba el niño Sebastián Guerrero, así como Santos Hernández.

Herido y detenidos

son llevados a Victoria

La policía victorense informaba a los medios que por la noche del 1 de junio llegaron a los separos 40 detenidos, entre ellos muchos niños y mujeres.

La redada fue general.

Se suponía que para esclarecer después el caso y deslindar responsabilidades.

En Ciudad Victoria, el Dr. José Hernández, director del Hospital Civil dijo a la prensa que había recibido a numerosa cantidad de heridos, entre ellos los agentes Cruz Barrientos, Guadalupe Nava González y Juan Rodríguez Briones

En Linares el teniente Juan Cruz Cárdenas, del destacamento militar de la plaza, reportó que cerca de la media noche un grupo de soldados al mando del mayor Rogelio Gómez había pasado por ahí.

El convoy estaba integrado por el referido mayor, cuatro oficiales y 57 soldados a bordo de seis vehículos.

La comandancia de la VII Zona Militar no tuvo ninguna intervención, así lo hizo saber el Jefe del Estado Mayor de esa dependencia militar, coronel José Duran Almaraz, agregando que tuvo conocimiento extraoficial, que la intervención se dio por parte de dos pelotones de la Octava Zona Militar con residencia en Tampico, quienes llegaron en la noche al ejido para controlar la situación.

Magdalena y Eleazar Solís escaparon del tiroteo, pero fueron hallados poco tiempo después ocultos en una granja cercana, en posesión de una “gran cantidad de mariguana”.

El 6 de junio salieron más elementos de Ciudad Victoria para reforzar a la policía rural de Mainero y Villagrán en la búsqueda de los implicados, pues se sabía que la doctrina de los Hernández se había esparcido a comunidades aledañas.

También trataban de localizar la cueva dónde aseguraban ejidatarios se habían realizado los sacrificios humanos y entierros clandestinos.

Los agentes del servicio secreto de Tamaulipas, Cruz Barrientos y Jesús Rodríguez Briones, poco tiempo después fueron dados de alta del hospital.

POR: Marvin Osiris Huerta Márquez

EXPRESO-LA RAZÓN

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