Hazme decir un poema sin abrir los labios, sin caer de las manos, sin lápiz. Todavía hay poemas de amor que no se han dicho. Tus ojos sin decirlo son de aquellos que saben el otro nombre de las cosas
Sabes a mí ligeramente envuelta. Sabes al mármol de la claridad que hay en los crímenes lentos. Estoy despierto y hago un dibujo en el círculo de un libro con gente que no nos comprende porque no somos como ellos.
Quisiera escribirte una paloma, el aire en el cual vuela la rama en el pico para decir que existo. Quisiera escribir esa paloma alegre en el aire con las aves cantando para decírtelo siempre con música de los labios. Y quisiera escribir una paloma sin prisa viéndote a los ojos, escribir una esquina rota, un árbol greñudo, un cielo azul y el vuelo que te traiga a mis ojos.
De un lugar a otro entre el mar y el cielo, en lo que voy y vengo entiendo lo que el amor no entiende. Pues pudiendo ser nada estoy aquí y camino de la puerta a la ventana y contigo camino. Te busqué para darte un beso en medio de la noche, un poco antes de despertar, de que cayeran sobre mi todas las veces de tus besos y todas las noches juntas en tus ojos.
Tu cuerpo es la creación de un Dios, debieron ser muchos pensándolo. Adentro en las habitaciones te amo en un círculo de flores donde naces. Tu aroma es la casa. Todo el tiempo te quiero, quiero saber que estás, poder contarte cosas. Tu cuerpo es una travesía también porque llevas en tu pelo la tarde, la calle que no termina, la luz encendida de las marquesinas.
¿Dónde quedaron las manos que dejé, dónde quedaron los labios que mordi, quién se comió a quién, quién bebió el café, quién sembró el pulso y en otro lo parió, quién te puede amar más que yo?
Te amo como a la ciudad. Sólo dame tu mano. Te quiero porque una vez vi tu larga mirada en el llano y yo era mi abismo. La noche no es sino una manera de copirte con mis manos. Cuando llega la noche en sus luces violetas, llegas silueta y abrazas mi agenda de vuelo, mi bitácora de serpentinas.
Te pienso porque se nota al decir que no es cierto, lo digo porque al negarlo te pienso. Es de noche y no hace mucho tenía miedo a los fantasmas. La calle es un arruyo solitario y te ves hermosa con tu pelo de lado, con tu sonrisa leve frente al espejo. Mis manos traen las manos que dejaste. Mis labios reciclan tus labios y los dibujan en esta ciudad que lo ha dejado todo por un te quiero tuyo.
Vivo para contar la tarde junto a ti en que me descubrí poeta. Te quiero mucho, desde donde se ve la ciudad mientras se baña en sus luces artificiales. Es a un tiempo campo de batallas y recuerdos. Te quiero y te adivino. Soy un sortilegio.
Un pequeño camino amanece rumbo al tuyo, bebo el suave resplandor de tu vestido en el aire, en el momento exacto y el silencio perfecto para basarnos. Te quiero mariposa descalza cruzando la frontera, viéndote dormir soñando un calendario. Te quiero en el sueño y en la magia cuando la aurora en el mar naufraga, te quiero por siempre como flor al rocío y como el tiempo a su suerte.
Te amo como al mundo con todas las sílabas que te respiran cuando te pronuncio, cuando digo tú nombre en silencio. Tus labios bonitos son como dos gotas de alcohol en un incendio. Tus pestañas hacen volar el sueño que me trajo.
La vida nos junta como dos gotas de agua después de la lluvia. Me oyes venir en la tarde de la sombra, en la noche en que me miras dando vueltas. Habitas en mis lunas y a tu lado me gustas. Mis ojos, corral de borregos van y ferean un peso, se encandilan en tantos te quiero, de árbol en árbol, en chiquitos rehiletes de colores.
HASTA PRONTO.
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA