TAMAULIPAS.- Disfruté por primera vez a la pluma de Wall Whitman en los días inolvidables de la adolescencia, cuando estudiaba la Preparatoria, sin embargo, fue en la edad adulta cuando las “Hojas de Hierba” y otros poemas colmaron mi admiración del insigne pensador, ensayista y humanista estadounidense.
Como la mayoría de los hombres de letras, conoció de las penurias económicas y antes, mucho antes, de alcanzar el éxito literario, hizo de todo para sobrevivir. Empezó como empleado de una oficina de abogados, fue aprendiz del semanario de Long Island “The Patriot” en el que aprendió el oficio de la impresión y la tipografía.
Publicó los primeros poemas en el New York Mirror, sin embargo, en Nueva York fundó su propio periódico, “The Long Islander” pero era tan ruinosa su situación financiera que repartía personalmente la publicación.
A veces, además, impartía clases escolares para cubrir los gastos cotidianos. Enemigo de las ideas proesclavistas del sur de los Estados Unidos, cuando se instaló definitivamente en Nueva York decidió dedicarse por completo a la escritura, a pesar de que sabía se trataba de una profesión poco redituable.
Como resultado de esa determinación, publicó en 1855 lo que a la postre sería su gran obra “Hojas de Hierba”, que personalmente editó y llevó a la imprenta.
Lamentablemente, el libro se vendió poco y la mayoría de los ejemplares los regaló el autor entre los amigos y lectores. En alguna época fue ayudante de enfermero y atendió a los heridos de la Guerra de Secesión, aunque su tarea no se reducía a auxiliar a las víctimas de las batallas, les brindaba también apoyo moral, consuelo y en ocasiones hasta les cumplía algunos caprichos gastronómicos, les conseguía tabaco, rábanos picantes o manzanas.
Fue un cronista de la sangrienta guerra fratricida en la que murieron más de medio millón de personas, tarea que consignó en un diario con el título de “Redobles de Tambor” en el que da cuenta de los horrores del conflicto bélico que confrontó a los habitantes del norte, partidarios de la libertad, con los del sur, simpatizantes de la esclavitud.
“Creo que una hoja de hierba no es menos/ que el día de trabajo de las estrellas,/ y que una hormiga es perfecta/ …que la rana es una obra maestra….que la zarzamora podría adornar,/ los salones del paraíso… y que la articulación más que pequeña de mi mano/ avergüenza a las máquinas”.
En su poema “No te Detengas” revela algunas de sus grandes ideas y pensamientos. “No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,/ sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños./ No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario./ No dejes de creer que las palabras y las poesías/ sí pueden cambiar el mundo”. “No dejes nunca de soñar,/ porque en sueños es libre el hombre./ No caigas en el peor de los errores:/ el silencio”.
Sus obras impactaron tanto a otros poetas que, por ejemplo, Federico García Lorca, le dedicó estos versos: “ni un solo momento, viejo hermoso/ he dejado de ver tu barba llena de mariposas/ ni tus hombros de pana gastadas por la luna…/ anciano hermoso como la niebla”, en tanto que León Felipe lo llamó poeta del amor, la fe y la rebeldía..” se llama Walt/ así lo nombran/ el viento/ los pájaros/ y las corrientes de los grandes ríos del pueblo”. José Martí publicó un ensayo de la obra de Whitman. En 1873 sufrió un accidente cerebrovascular, problema que lo obligó a mudarse de Washington a Nueva Jersey.
Irónicamente, a pesar del problema de salud y de la depresión que sufrió a causa de la muerte de su madre, esta fue una de las etapas más brillantes y productivas del nativo de Longo Island. Fue en esta época cuando recibió la visita del escritor y poeta inglés Oscar Wilde.
A fines de 1891 preparó una edición final de “Del Lecho de Muerte” y, presintiendo que su fi – nal estaba cerca, mandó construir un mausoleo de granito en forma de casa en el cementerio de Harleigh de Cadman.
En esos días escribió: “Al aproximarse la hora, una nube se oscurece/ y siento temor del más allá que desconozco”. También, “Estos cantos que alegraron mi paso por el mundo visible/ los dedico, para que se completen, al Mundo Invisible”. No obstante las enfermedades y achaques, así como de las penurias que sufría a causa de la insuficiencia de dinero en algunos momentos de la vida, los estudiosos coinciden en que Whitman fue un hombre feliz.
En su última semana de vida, sin embargo, se quejó, “sufro todo el tiempo. No tengo alivio, ninguna escapatoria: es monotonía –monotonía—monotonía en dolor”.
Leído y admirado por Borges, que inició la traducción de las “Hojas de Hierba” en 1924, cuando el argentino tenía 25 años de edad, y la terminó en 1969, Neruda, Rubén Darío, García Lorca y León Felipe, Whitman nació en West Hills, Nueva York, el 31 de mayo de 1819 y murió el 20 de marzo de 1892.
Más de mil personas visitaron su cuerpo en tres horas en su casa y el ataúd no se podía ver por tantas flores y guirnaldas que le llevaron los amigos y admiradores, fue enterrado cuatro días después de su muerte.
La autopsia reveló que, como resultado de una bronquitis pulmonar, sufría insuficiencia respiratoria y tenía un tumor del tamaño de un huevo en el pecho. La causa oficial de su muerte fue pleuresía, tuberculosis general y nefritis.
ENROQUE / JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ CHÁVEZ
????????-Si aún no recibes las noticias de @ExpresoPress en tu #WhatsApp, envía un mensaje al número 834 247 75 53 y comienza a recibir de forma gratuita nuestra información. #Tamaulipas #EXPRESO pic.twitter.com/hWQlmIHnzn
— Expreso (@ExpresoPress) January 5, 2021